La vecindad que dio origen al momento cero de la Clínica Universidad de La Sabana
La Clínica Universidad de La Sabana es el resultado del sueño de muchos. Surgió del deseo de contar con un espacio en que los estudiantes de los programas de ciencias de la salud de la Universidad pudieran aplicar sus conocimientos teóricos.
“Tener facultades de la salud sin clínica es bastante difícil”, reflexiona Enrique Bayer, quien fue el primer gerente general de la Clínica Universidad de La Sabana, cargo que ejerció entre 1997 y 2008. Hoy en día, esta institución representa un recurso fundamental para los estudiantes de Medicina, Enfermería, Fisioterapia y Psicología, ya que, como destaca el presidente de la Asociación Amigos Unisabana, les brinda la oportunidad de experimentar de primera mano cómo debe atenderse a los pacientes, de acuerdo con la cultura y el proyecto educativo de la Universidad.
El camino hacia esta realidad comenzó en 1995, cuando el doctor Eduardo Borda era decano de la Facultad de Medicina. “Empezó a pensarse, aun cuando la facultad apenas comenzaba, en que íbamos a necesitar una clínica para las prácticas futuras de los estudiantes”, recuerda Álvaro Mendoza, quien era rector de la Universidad para entonces. En esa época, avanzaba la construcción del edificio F en el campus, donde opera esta unidad académica, y empezaba a evaluarse la construcción de un edificio nuevo, para que pudiera operar este centro de salud. “Obviamente el proceso de diseño y de construcción de la clínica se iba a demorar varios años, lo cual permitía pensar que ese período iba a coincidir con la necesidad de las primeras rotaciones de los alumnos de Medicina”, agrega.
Hubo varias ideas para contar con una clínica de última generación. Rafael Orlando Mesa, quien era miembro de la Dirección de Operaciones en esa época, recuerda que el primer bosquejo era de un edificio que “tenía una forma de robot, un cuerpo, cuatro brazos, tenía 7 pisos”.
Sin embargo, mientras avanzaba ese proyecto, una nueva puerta se abrió. Alfonso Corredor, quien era el director ejecutivo de la Fundación Pro-Rehabilitación del Minusválido Teletón, ofreció en 1997 al entonces Rector de la Universidad las instalaciones de ese centro de rehabilitación que estaba ubicado en un lote contiguo al campus del Puente del Común. “La Fundación Teletón había sido muy exitosa en sus primeros años recogiendo, a través de esos eventos televisivos de 3 días, dinero muy abundante, pero la cosa le había cambiado porque parece ser que los donantes se habían cansado de contribuir”, cuenta el doctor Álvaro Mendoza y continúa: “Forzosamente, terminó en una especie de bancarrota y estaban buscando la posibilidad de alianza con una Universidad”.
La firma del convenio
Las ventajas que traería un acuerdo entre la Fundación Teletón y la Universidad de La Sabana eran numerosas. Mientras para la Fundación representaba asegurar su sostenibilidad en el tiempo, a la Universidad le permitiría acelerar el desarrollo de una clínica universitaria.
Fue así como el 30 de octubre de 1997 se firmó el convenio entre las dos partes por un término de 20 años. El documento establecía que la Fundación Teletón cedía toda la administración, teniendo la Universidad de La Sabana que mantener su nombre, asumir las deudas y obligaciones de esa organización manteniendo vigente la finalidad para la cual fue creada Teletón, mientras que en compensación la Universidad podía realizar inversiones en infraestructura, equipos y dotación, para ofrecer así nuevos espacios y servicios. Para entonces, “la clínica realmente era un edificio sin terminar… Era un escenario que se había diseñado pensando en pacientes con discapacidad, con espacios amplios pero muy limitado desde el punto de vista infraestructura moderna”, plantea Juan Guillermo Ortiz, quien se desempeñó como director general de la Clínica entre 2011 y 2023.
Eso marcó el inicio de lo que Orlando Mesa denomina una obra titánica. Desempolvaron los planos de la clínica e iniciaron por diseñar y construir los consultorios en donde, todavía hoy, operan las consultas externas. “Empezamos a trabajar muchas variables, a cambiar la pintura, hacer mantenimiento, comprar equipos”, recuerda el doctor Bayer, quien menciona que esos inicios del convenio estuvieron marcados por la motivación de convertir al centro de rehabilitación en un ícono en Latinoamérica. Por eso, en compañía del doctor Pablo Arango, entonces decano de la Facultad de Medicina, y del doctor Álvaro Mendoza; viajó a Holanda en busca de equipos de alta tecnología. “Se adquirieron equipos que todavía están en servicio en la clínica: equipos de organización, el equipo de electroterapia y mecanoterapia”, enumera el doctor Mendoza.
Superando retos iniciales
Como cualquier proyecto en sus primeras etapas, el inicio de este convenio tuvo sus desafíos. “Tocaba empezar a buscar quién creyera en el proyecto, quién pudiera empezar a mandar pacientes”, relata el doctor Bayer, quien recuerda que una de las mayores dificultades estuvo centrada en la definición de las tarifas y avanzar en negociaciones con las EPS. Pero eso no impidió que la Clínica creciera, ofreciendo nuevos servicios. Entre las primeras novedades se listaron el laboratorio clínico, el servicio de imágenes diagnósticas, de cirugía ambulatoria, de hospitalización y de urgencias. Además, incorporando el primer servicio de hidroterapia de Latinoamérica, la Clínica estaba cumpliendo lo que la Universidad esperaba hacer de ella, un punto de referencia en el continente.
En 2008, una decisión de Teletón cambió el rumbo de la Clínica y llevó a la finalización anticipada del convenio. La Fundación encontró como oportunidad de desarrollo estratégico crear centros de rehabilitación en Bogotá para un mejor cumplimiento de su misión, y así evitar que sus pacientes de rehabilitación, muchos de ellos con limitaciones físicas, tuvieran que desplazarse hasta Chía para recibir atención. Por eso, expresó su confianza en que la Universidad daría continuidad al proyecto de la Clínica, finalizando el convenio y vendiéndole sus instalaciones y terrenos.
Para ese momento, “habíamos desarrollado muchísimo las instalaciones que habíamos recibido y era lógico que nosotros fuéramos los compradores”, plantea el doctor Mendoza y enumera los motivos: “Por la vecindad, por las inversiones que ya habíamos hecho, por el entendimiento que ya habíamos tenido, por la confianza que ellos nos tenían, en el sentido de que nosotros mantuviéramos el centro de rehabilitación”.
Esto marcó el inicio de una nueva etapa para la Clínica, una vez se consolidó como un recurso clave para la formación en la Universidad de La Sabana de los estudiantes de los programas del área de la salud. “Creo que la educación de los estudiantes de la Universidad de La Sabana en todos los temas de salud no habría sido igual si no hubiéramos tenido este convenio”, concluye el doctor Bayer.
Campus del Puente del Común, 31 de enero de 2025