La defensa y cuidado de la vida humana: la lucha de la Clínica y de la Universidad durante la pandemia por covid-19

La recompensa por el sacrificio y el trabajo bien hecho no fue menor. Fue la satisfacción de salvar vidas lo que los mantuvo firmes durante la pandemia por covid-19. Para entonces, la capacidad del sistema de salud en Colombia se puso al límite y eso, por consecuencia, también llevó a la Clínica Universidad de La Sabana a enfrentar uno de los mayores desafíos en su historia. Por varios meses de 2020 y 2021, el personal médico y administrativo de la Clínica, al igual que profesores de varias facultades de la Universidad, se dispusieron a trabajar día y noche en soluciones que marcaron la diferencia para cientos de pacientes en medio de la crisis.  

 

Cuando el virus llegó al país y se iniciaron las medidas de aislamiento para la población, la Clínica intentó ganar tiempo capacitando a su personal sobre el virus, antes de que se acelerara rápidamente la demanda de sus servicios por pacientes contagiados. “En ese momento, estaban todos los colombianos encerrados, entonces no venían mucho a la Clínica y nos dio la oportunidad de poder formarnos y poder ir entendiendo un poco más de algo que era desconocido a nivel mundial”, recuerda María Leonor Rengifo Varona, subdirectora médica de la Clínica Universidad de La Sabana. Entre los cursos que tomaron se incluían temas como los protocolos de vestimenta, el uso de mascarilla y de los implementos necesarios para la atención de los pacientes contagiados.  

 

“Uno de los primeros retos que tuvimos fue prepararnos, conocer el virus, porque realmente era una enfermedad nueva. Implicó empezar a conocer cómo se comportaba, cómo se manejaba, qué se debía hacer, en qué momento se debería actuar”, recuerda Ingrid Xiomara Bustos, enfermera de la Clínica. En su criterio, fue muy valiosa la oportunidad de reunirse con equipos de trabajo a nivel internacional que compartieron cómo estaban atendiendo a los pacientes de cuidado intensivo antes de que estallara la crisis por la pandemia en Colombia.

Por su parte, Juan Guillermo Ortiz, quien fue director general de la Clínica para entonces, recuerda que “en las primeras semanas preparándonos, la Facultad de Medicina nos prestó algunos elementos del hospital simulado para practicar intubaciones seguras”, lo cual fue relevante para poder ofrecer la mejor atención a los pacientes que tuvieran vía aérea difícil o fueran población en alto riesgo.  

 

Tiempos desafiantes  

 

La Clínica tuvo la oportunidad de generar una gran contribución al departamento de Cundinamarca durante la pandemia. Fue declarada por la Gobernación como centro centinela en atención a los pacientes con covid-19, lo cual le otorgó la responsabilidad de monitorear y reportar de manera activa datos críticos sobre el avance de los contagios en la zona.   

Ese tiempo implicó para el personal de la Clínica, “un gran reto no solo como profesional sino como persona. Es la humanización del cuidado, el ser empático con el paciente y con la familia”, afirma la enfermera Bustos. A la inevitable capacidad de ponerse en los zapatos de sus pacientes se sumaba el estrés de manejar numerosos casos de alta gravedad y el aumento de la mortalidad por cuenta del virus. Un claro ejemplo de la magnitud de la situación en la Clínica fue el incremento en la capacidad para manejar fallecimientos, pasando de 3 a 12 camillas disponibles para atender a los pacientes que lamentablemente no lograron superar la enfermedad.  

 

“El personal de salud tenía angustia todo el tiempo de infectarse por la enfermedad, de infectar a sus familiares, o de morir por el covid”, plantea el doctor Juan Guillermo. Esa sensación fue más evidente durante el segundo pico, según cuenta la doctora María Leonor: “Los pacientes que se empezaron a morir eran más jóvenes y tuvimos muchos más contagios de las personas que trabajaban con nosotros. Fue un choque importante porque hubo una proyección de nuestro cuerpo asistencial. Los que se morían podían ser ellos y eso llevó a que existiera una sobrecarga emocional muy fuerte”.

 

Para atender esa situación, el equipo de Psiquiatría de la Clínica hizo seguimiento a los grupos de trabajo de los diferentes departamentos, entre ellos urgencias, UCI y hospitalización, para apoyar al personal con herramientas de catarsis que les permitieran sentirse mejor.  

 

Sin embargo, aun con miedo e incertidumbre, la respuesta del personal fue de disposición. En el tercer pico de la pandemia, cuando urgencias contaba con una ocupación cercana al 500%, la disponibilidad de los profesionales de la Clínica era limitada porque muchos de ellos ya estaban incapacitados por contagio de la enfermedad. “No teníamos espacio, no había ventiladores suficientes, entonces fue un reto poder tratar a todas las personas de la mejor manera”, afirma la doctora María Leonor.   

 

Xiomara recuerda que, aunque el equipo humano “tuvo que doblarse para hacer su trabajo, siempre hubo una mano dispuesta a ayudar, a decir ‘yo vengo, yo hago este turno’”, con la idea de garantizar la atención a los pacientes. Eso hizo que siempre pudieran volver a sus casas “con la satisfacción de que las cosas las estábamos haciendo bien”, concluye la enfermera.   Por su parte, para la doctora María Leonor, como subdirectora médica, uno de los indicadores de éxito más claros frente al manejo de la pandemia fue haberla superado sin una sola víctima mortal perteneciente al personal médico o administrativo de la Clínica.   

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Unisabana Herons: un proyecto interdisciplinar para salvar vidas  

 

Las demandas de oxígeno en los pacientes contagiados por el virus en Colombia sobrepasaron los recursos disponibles. Para enfrentar esa situación, profesionales de la Clínica y profesores de las facultades de Medicina e Ingeniería de la Universidad trabajaron en conjunto para construir un ventilador de bajo costo.   

 

Obtener el Unisabana Herons implicó varias semanas de largas jornadas de trabajo en el FabLab de la Facultad de Ingeniería. Los ingenieros involucrados se dispusieron con tanto compromiso a lograr un ventilador funcional, que fue necesario habilitar un espacio en el edificio para que pudieran descansar por las noches. “El esfuerzo por servir a alguien y más por salvar una vida, vale la pena. Es una cosa que me deja con una satisfacción grande”, asegura Mauricio Agudelo, profesor de la Facultad de Ingeniería, quien participó en el proyecto.   

 

Recuerda que entre los mayores retos que tuvo la construcción de este ventilador fue hallar el material adecuado para que las válvulas permitieran adecuar la proporción de oxígeno al paciente. Para ponerlo en funcionamiento, se desarrollaron pruebas en el Hospital Simulado y, posteriormente, sirvió a la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Universidad de La Sabana. “Le salvó la vida a muchas personas no solo en Bogotá, sino en otros departamentos, incluyendo al Amazonas. En esos casos, fue la única alternativa en la pandemia para poder tener un apoyo ventilatorio”, plantea el doctor Álvaro Romero, decano de la Facultad de Medicina.  

 

Aunque la pandemia ya pasó, el legado de la Clínica y de la Universidad permanece. Es tangible en las innovaciones que surgieron para atender la emergencia, pero sobre todo vive en cada una de las personas que sobrevivieron al peor momento de la enfermedad por cuenta del servicio oportuno, especializado y humano de todo el cuerpo asistencial. En palabras de su entonces director, Juan Guillermo Ortiz, fue un hito que “nos dejó una capacidad de resiliencia, de trabajo en equipo… unió a la gente y nos hizo cambiar mucho las medidas para enfrentar lo que era una pandemia”. 

 

Campus del Puente del Común, 31 de enero de 2025