Emprendiendo con el alma: el camino de un atleta
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Miguel Quintero Tirado, graduado de Administración de Empresas, se inspiró en su pasión por el deporte y el emprendimiento para crear ULSO, una marca de ropa deportiva que busca conectar a las personas con aquello que más las mueve.
El cuerpo parece no poder más; está agotado. En cada brazada, los pulmones y los músculos conocen su límite.En medio de ese esfuerzo solitario, Miguel Quintero Tirado deja que su mente tome el control. El graduado de Administración de Empresas es triatleta y sabe que la verdadera fuerza no solo la da el cuerpo, sino el espíritu resiliente de lograr un objetivo. Esa misma batalla, la que se libra corriendo y nadando en un triatlón, es la que Miguel ha vivido como emprendedor: un camino forjado entre aprendizajes, disciplina y un profundo deseo de ayudar a otros. Ese propósito lo hace realidad a través de ULSO, su marca de ropa deportiva, con la que busca inspirar a otros a hacer aquello que les llena el alma.
Para Miguel, ser emprendedor no es una decisión de carrera, sino una vocación que lo acompaña desde la infancia. “Desde los 7 u 8 años, siempre me ha gustado la idea de emprender”, recuerda. Su historia comenzó en su ciudad natal, Medellín, cuando sus padres le dieron una lección que marcaría su vida: para comprar los guayos que tanto quería, podía ahorrar su mesada por ocho meses o podía invertir en una caja de dulces y venderla. Eligió la segunda opción.
Esa primera experiencia, recorriendo su edificio para vender dulces, le enseñó mucho más que finanzas. “Empíricamente me enseñó a quitarme el miedo a que me rechacen”, cuenta Miguel, quien aprendió a socializar, a no rendirse ante un “no” de un prospecto de cliente ni entristecerse cuando las cosas no salían como las esperaba. Lo que empezó con la venta de dulces se convirtió en una constante en su vida, llevándolo a replicar su modelo de negocio en otros destinos en los que vivió en su etapa escolar: en México y en Bogotá.
Cuando llegó la pandemia, su rumbo cambió. Junto a un amigo, intentó importar una cerveza alemana, un proyecto que se frustró por los altos costos logísticos. Luego, apostó sus ahorros a una marca de ropa con un supuesto productor en Bangladesh, pero fue estafado. Lejos de desanimarse, Miguel siguió explorando opciones de emprendimiento. Fue entonces cuando cofundó una agencia de marketing digital, aprovechando que en aquella época hubo una alza en el uso de las redes sociales, por cuenta del confinamiento. El sello de ese proyecto fue innovar al trabajar con micro y nano influenciadores, personas que tenían entre mil y 3 mil seguidores, con los que era posible aprovechar la confianza de los círculos de amigos que tenían en sus cuentas para impulsar el impacto de las marcas.
Para poner a prueba la efectividad de su agencia, Miguel creó Bcookie, un emprendimiento de masa de galleta comestible que su madre, repostera, lo ayudó a perfeccionar. Aunque era un producto común en los Estados Unidos, en Colombia resultó una novedad y su acogida fue inmediata. “Metimos la empresa en la agencia de marketing y la gente empezó a seguir la página y a hacer pedidos, pese a que en ese punto no teníamos bien definida la marca”, recuerda el graduado.
El crecimiento fue tan rápido que decidió dedicarse por completo al negocio. Con el apoyo del Centro de Emprendimiento e Innovación Sabana, se postuló a los Global Student Entrepreneur Awards de la Cámara de Comercio de Bogotá, donde obtuvo el tercer lugar. Poco después, ganó el programa Jóvenes Emprendedores del Centro Comercial Fontanar, premio que le permitió abrir su primer punto de venta físico con el primer mes de arriendo cubierto.
Sin embargo, tras la euforia inicial llegó el punto de inflexión: el negocio no logró sostenerse y tuvo que cerrar. “Después de la quiebra me pregunté por qué estaba haciendo masa de galleta comestible, y no tuve una respuesta. Entonces entendí que lo que realmente me gustaba era poder ayudar a las personas”, reflexiona. Más allá del fracaso, destaca que lo mejor que le dejó Bcookie fue la oportunidad de apoyar a sus empleados en sus propios proyectos personales.
ULSO: una marca con propósito
En busca de claridad, Miguel encontró en el deporte un refugio. “El triatlón te ayuda mucho; es un deporte muy exigente y solitario. Eres tú, con tu cabeza y tus pensamientos”, explica. En esos largos entrenamientos y a través de lecturas de autoconocimiento, empezó a redescubrir su propósito. Comprendió que, aunque había emprendido en distintos frentes, aún no lo había hecho en algo que realmente amara. Su verdadera pasión no era la repostería ni el marketing, sino el deporte y el bienestar físico.
“A mí me gusta el deporte porque me hace ver cómo, con disciplina, puedo lograr grandes cosas. En mi primer Ironman me fue muy mal, pero un año después participé en otro y quedé en segundo lugar de mi categoría. Lo mismo me pasa con el emprendimiento: me gusta ver cómo puedo hacer crecer un negocio”, comparte. Esa transformación le permitió identificar lo que él llama su propósito de la “triple A”: ayudar a las personas con lo que ha aprendido, haciendo lo que más ama.
Justo cuando había comprendido cuál debía ser su camino, el papá de su mejor amigo del colegio, empresario del sector textil, le ofreció su apoyo para crear juntos una marca de ropa deportiva, un sueño que ambos compartían. Así nació ULSO. El nombre, que invierte la palabra soul (“alma” en inglés), resume la filosofía de la marca. “El alma es algo puro, lo más auténtico del ser humano. Es esa guía, esa voz interna que te dice ‘es por acá’”, explica Miguel, creador del concepto. Su idea es inspirar a las personas a hacer lo que les llena el alma a través del movimiento: corriendo, escalando, haciendo yoga, entrenando en el gimnasio o practicando cualquier otra actividad.
Hoy, Miguel enfrenta el reto de comunicar un mensaje profundo en un mercado saturado, pero lo hace con la satisfacción de saber que está construyendo algo que lo representa y que refleja todo lo que ha aprendido. Cursó la carrera de Administración de Empresas buscando una visión integral de la gestión empresarial, lo que le ha permitido impulsar sus proyectos con respaldo académico y con el acompañamiento del Centro de Emprendimiento e Innovación Sabana.
Sacar adelante sus negocios mientras cursaba el pregrado y entrenaba como deportista le permitió comprobar una premisa que considera clave para su vida: “si era capaz de administrar bien mi tiempo, también podía administrar una empresa”, reflexiona. Su trayectoria es un testimonio de resiliencia, disciplina y la importancia de alinear el trabajo con la pasión. Como él mismo dice, “qué dicha tener un objetivo por cumplir”, y el suyo ahora es ayudar a otros a encontrar, a través del deporte, aquello que los hace sentir vivos.
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