Avo: un viaje de emprendimiento y resiliencia
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Daniel Fonseca, graduado de Administración de Empresas, celebra el quinto aniversario de Avo Agencia de Viajes, una compañía que nació con el propósito de impulsar el turismo después de la pandemia y que se ha consolidado con un claro enfoque en el servicio al cliente.
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Daniel Felipe Fonseca Suárez es un emprendedor nato. Aunque el graduado de Administración de Empresas fundó hace cinco años Avo Agencia de Viajes, su olfato para los negocios se manifestó mucho antes en proyectos informales: pasó por comisionar por la venta de carros y finca raíz, creó una tienda virtual en la universidad y hasta tuvo un negocio de quesos elaborados por él mismo. Su talento se ha enfocado en forjar conexiones valiosas: “Me gusta intentar relacionarme con personas a las que puedo ayudar a hacer un negocio”, explica. Pero Avo fue una apuesta distinta, fue ese proyecto en el cual canalizó toda su energía, por medio de soluciones reales para las personas y otras empresas.
La llegada de la pandemia fue el catalizador. En su momento, decidió poner en alto sus estudios y pensó que ese era el tiempo ideal para montar un negocio formal. En medio de la incertidumbre global, su mirada se posó en una de las industrias más golpeadas por aquella coyuntura: el turismo. Su lógica fue contraintuitiva pero visionaria: “Cuando esto termine, todos vamos a estar en la misma línea. ¿Por qué no montar una agencia de viajes?”, se preguntó. Daniel, boyacense de nacimiento, decidió que quería que su emprendimiento permitiera impulsar el turismo en su departamento. Por eso, con el apoyo de su familia, se mudó al municipio de Belén, el pueblo de su padre y sus abuelos, y se sumergió en cursos virtuales del Fondo Nacional de Turismo (Fontur) y ProColombia para aprender desde cero sobre ese sector.
Su plan inicial era operar rutas para dar a conocer las maravillas de Boyacá, pero pronto orientó su idea hacia la creación de una agencia. El nombre surgió en una conversación con su abuela, quien le contaba sobre sus viajes por el campo y el alimento que llevaban para el camino: el avío. “Yo jamás había escuchado esa palabra. La busqué y me encantó. Es una palabra boyacense que significa refrigerio”, relata. Así bautizó a la agencia: Avío, un nombre que reflejaba la tradición y la esencia del departamento de Boyacá. Sin embargo, el proyecto tomó otro rumbo cuando uno de sus primeros clientes pidió un tiquete a Santa Marta y otro, uno internacional. Esos encargos ampliaron su visión y lo motivaron a enfocar su emprendimiento en servicios más amplios, no solo locales.
El primer año fue un curso intensivo. “Cometí todos los errores posibles: en servicio, en contratos, en calidad. Todos los errores del mundo”, asegura el graduado. Belén no tenía el público que necesitaba, así que se trasladó a Duitama, pensando en que, por ser una ciudad más grande y competitiva, tendría mejores resultados. Invirtió en una oficina, en publicidad y, poco a poco, el negocio empezó a tomar forma.
En ese momento, un hito marcó la historia de la agencia, gracias a una relación forjada años atrás. Daniel era voluntario en la Fundación Operación Sonrisa Colombia desde los 15 años y, gracias a esa conexión, le dieron la oportunidad de gestionar los traslados de su personal. “Me dejaron improvisar. Yo no tenía un servicio para una empresa, todo mi camino estaba enfocado en un servicio B2C”, admite. Aprendió rápidamente lo esencial para ofrecer un servicio de calidad para ese tipo de clientes y, en menos de un año, la agencia creció exponencialmente, consolidando su línea de negocio corporativo.
El éxito había llegado, pero pronto Daniel se enfrentó a su talón de Aquiles. “Nos empezó a ir muy bien, pero nos afectó la inmadurez financiera. Uno muchas veces se deja cegar por eso y no prioriza muchas cosas”, cuenta. La situación económica cambió para sus clientes corporativos, quienes dejaron de emitir pagos anticipados, una dinámica para la cual la empresa no estaba preparada. La situación se agravó hasta el punto de perder a todos los clientes empresariales, un episodio que marcó un punto clave en la historia del graduado: más que una crisis de su emprendimiento, fue una experiencia que lo confrontó en lo personal y profesional. Así comenzó su proceso de transformación.
Decidió viajar a Malta para estudiar inglés y tomarse un tiempo para procesar todo lo sucedido. Ocho meses después, regresó a Colombia con una nueva perspectiva y la determinación de seguir adelante con lo que había construido. En este renacer, enfrentó otro desafío: una oposición de marca lo obligó a cambiar el nombre de Avío a Avo Agencia de Viajes. Lejos de ser una derrota, aquel obstáculo se convirtió en un símbolo de su evolución: el cierre de un ciclo y el comienzo de una nueva etapa para él y su emprendimiento.
Hoy, Avo no solo atiende a viajeros particulares y empresas, sino que también funciona como la plataforma operativa para otras agencias y ofrece programas de estudio en el exterior, un servicio que nació de su propia experiencia en Malta.
Para Daniel, el gran diferenciador de su emprendimiento es la atención al cliente, lo cual se materializa en acciones concretas: videollamadas para generar cercanía, tiempos de respuesta de menos de 24 horas y, sobre todo, un profundo sentido de la responsabilidad. Un ejemplo de ello es que, cuando una de las aerolíneas nacionales quebró, su agencia asumió las pérdidas y les devolvió el dinero a los clientes afectados para mantener intacta su confianza.
En este viaje de cinco años, Daniel reconoce que el apoyo de la Universidad de La Sabana ha sido fundamental. Mientras construía su empresa, aplicaba en tiempo real lo que aprendía en clase. “Todo lo relacionado con Recursos Humanos y manejo de mi equipo lo aprendí gracias a la Universidad”, afirma. Además, el Centro de Emprendimiento e Innovación Sabana se convirtió en su segunda escuela. La aprovechó como plataforma para visibilizar su agencia y relacionarse con perfiles de alto nivel: “Aprendí mucho de otras personas que también están en este mundo del emprendimiento, que están innovando y creciendo. Eso me ayudó muchísimo a abrir más la mente y buscar más negocios”, asegura.
Hoy, con este camino recorrido, Daniel finalmente ha descifrado su propósito. Entendió que su motivación no es el turismo en sí mismo, sino algo más profundo: “Mi propósito está centrado en poder aportar a los demás. Que lo que la empresa genere pueda darle a otras personas”. Esta convicción, inspirada en su voluntariado, es el motor que lo impulsa a seguir adelante.
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