La nueva planta impedirá que cerca de 450 toneladas de basura lleguen al río.

A diario, el río Bogotá recibe cerca de 800 toneladas de desechos; sin embargo, yo bebí de sus aguas, con la plena certeza de no correr ningún riesgo y ante la mirada atónita de mis estudiantes, durante un recorrido académico por el páramo de Guacheneque.

Procedí así no como un simple acto simbólico, sino con la intención de dejarles claro que el problema no es el río en sí: este radica en el mal manejo que se le ha dado a esta cuenca hidrográfica. Aunque desaconsejo intentar algo semejante en Villa Pinzón o en cualquier otro punto de los 380 kilómetros de recorrido del río, sí recomiendo visitar Guacheneque para valorar la magnitud de esta tragedia ambiental.

Hoy, cuando la ingeniería colombiana está tan cuestionada por el desenlace que han tenido ciertos proyectos, como el edificio Space, el puente de Chirajara, la torre de La Escollera y el puente Hisgaura, por citar algunos ejemplos, vale la pena hablar de un proyecto que parece ubicarse en el otro lado de la balanza: la ampliación y optimización de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) El Salitre.

Este proyecto disminuirá significativamente la carga contaminante que llega al río Bogotá, lo cual permitirá aprovechar el recurso hídrico en actividades agrícolas y pecuarias. La nueva planta procesará un caudal de siete metros cúbicos de agua por segundo, impidiendo que cerca de 450 toneladas de basura lleguen al río. Esto no es magia: es ingeniería de alto nivel con un claro enfoque social.

Con una inversión cercana a los 430 millones de dólares, este proyecto es un primer paso para recuperar el río Bogotá. Entre muchos rasgos destacables, podría señalarse que, gracias a la tecnología empleada, se producirá hasta el 30% de la energía eléctrica requerida por la misma planta a partir de gas metano, un subproducto del proceso de tratamiento. También se resalta la creación de un parque ambiental con los residuos del antiguo botadero de basuras El Cortijo, que operó en los predios donde se construye la nueva planta. Esto generará un espacio público y algunos escenarios deportivos que beneficiarán a la comunidad aledaña.

No obstante, quedan algunos problemas por resolver si queremos realmente recuperar el río Bogotá y reducir el impacto ambiental de las aguas residuales. Primero, la Empresa de Acueducto de Bogotá debe mejorar la red de alcantarillado, eliminando las conexiones erradas. Segundo, los ciudadanos deben controlar los residuos que envían al sistema de alcantarillado, pues no hay planta de tratamiento que resista la llegada de elementos extraños. Tercero, debe solucionarse la disposición final y el posible aprovechamiento de los lodos resultantes. Si bien el proyecto contempla un adecuado manejo, este es un punto de mejora que, tal vez, la academia pueda ayudar a resolver. Y, finalmente, el río Bogotá necesita con urgencia la planta de tratamiento de Canoas.