Sketos: Construyendo país a través de la industria de lácteos
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Santiago Ortega, graduado de Ingeniería Industrial, fundó junto a sus hermanos una empresa de lácteos que, desde hace 13 años, impulsa la economía en Guasca y Chía.

Las ideas de negocio pueden estar en cualquier lugar. Lo importante es estar alerta para capitalizarlas y llevarlas a contextos en los que, por su novedad y capacidad de impacto, puedan convertirse en oportunidades de éxito. La historia de Santiago Ortega es una prueba de ello. Él creó Sketos, una marca de productos lácteos como yogurt griego, queso cottage y kéfir que está promoviendo hábitos de alimentación saludable y está impulsando el empleo en Cundinamarca.
Todo empezó cuando, durante su último semestre de carrera, hizo un intercambio en la Universidad Estatal de Missouri, en Estados Unidos. Allí conoció el caso de un inmigrante turco que estaba transformando la industria de lácteos en ese país fabricando yogurt griego. “Nadie conocía ese producto en el mundo y ese caso fue muy inspirador para nosotros. Para esa época, en Colombia principalmente se veían yogures con azúcar e ingredientes artificiales. Allí vimos una oportunidad”, cuenta. El yogurt griego ofrecía un diferencial claro: un alimento natural, alto en proteína y con beneficios para la salud digestiva, que contrastaba con la oferta que predominaba en el país en esa categoría.
Por eso, cuando volvió a Colombia y obtuvo su título universitario, Santiago conectó esa historia con su interés por emprender. En Guasca, la familia Ortega tenía una finca con cuatro vacas que estaban produciendo leche. Además, su padre había trabajado durante 35 años en la industria de los lácteos y estaba iniciando su periodo de pensión. Esa combinación resultó ser la fórmula perfecta para empezar un proyecto familiar, en el que él aportó su conocimiento sobre la manufactura de alimentos. Con esos ingredientes nació Fasalact, la empresa que fabrica los productos de la marca Sketos y que también maquila para otras compañías.
Inicialmente, Santiago creaba con sus manos los primeros yogures que salieron al mercado. Trece años después, ese emprendimiento familiar se ha convertido en una empresa de más de 130 personas, con plantas de producción en Guasca y Chía. Este es uno de los mayores motivos de orgullo para Santiago: “Generamos empleo, empleo de calidad, y la gente puede desarrollarse en nuestra empresa. Nuestro propósito es construir país, desarrollar la región y brindar nuevas oportunidades a la gente”, cuenta el graduado. Santiago se emociona al relatar historias concretas: “Vemos personas que llegan en su bicicleta a buscar trabajo y un tiempo después ya van en su motico… Luego, piensan en comprar su casa. Eso nos llena de orgullo. Ojalá podamos seguir creciendo para brindar muchas más oportunidades”.
Ese propósito convive con su convicción de promover estilos de vida saludables: “La idea es llevar alimentos sanos a un mercado cada vez mayor, que las personas descubran qué son los productos altos en proteína, funcionales y que protegen la microbiota. Transmitir ese mensaje como marca es un propósito superior”, asegura.
Creciendo con propósito
Santiago recuerda que, para impulsar el crecimiento de Sketos, fue clave tocar puertas con constancia y responsabilidad. “Los primeros años fueron de mucho esfuerzo por lograr un producto de calidad, y eso hizo que poco a poco nos fueran abriendo espacios. La Universidad de La Sabana fue de las primeras en apoyarnos”, cuenta. Después llegaron nuevas oportunidades: supermercados como el Grupo Éxito, Jumbo y, más tarde, Jerónimo Martins, dueña de establecimientos como Ara.
Aunque la categoría de alimentos lácteos es “muy competida, con actores muy grandes”, como lo plantea Santiago, su estrategia a lo largo de los años ha sido mantener su fidelidad a la promesa de “productos saludables con ingredientes naturales”, lo cual ha resonado con tendencias cada vez más fuertes de consumo en Colombia. A eso, el graduado suma un constante interés por cumplir con estándares de calidad y una búsqueda por seguir innovando en el mercado para mejorar procesos, ganar economías de escala y mantenerse competitivos.
El camino, sin embargo, no siempre fue en línea ascendente. Uno de los momentos más duros llegó cuando su principal cliente se quebró. “Todo lo que habíamos construido en esos primeros siete años casi que se fue por la borda”, recuerda el graduado, quien asegura que esa crisis golpeó las finanzas de la empresa y las personales, pero también templó al equipo: “Aprendimos a valorar y cuidar lo construido, pensar creativamente y estratégicamente para levantar el negocio. Nos reinventamos y lo logramos superar. Dos años después, volvimos a ser positivos en términos de rentabilidad. Salimos adelante, mucho más fuertes”.
En este punto, Santiago resume en tres puntos las claves del éxito de Sketos: “Hacer las cosas con amor, con pasión, te permite enfrentar los momentos difíciles”, reflexiona. También, trabajar fuerte y aceptar que emprender implica sacrificios. Y, finalmente, no compararse con otras empresas que ofrecen productos similares: “hacer nuestro propio camino, no estresarse por mirar al vecino, hacer las cosas bien y los resultados se van a ir dando”.
Santiago da ejemplo de cómo esa búsqueda por seguir creciendo parte del compromiso personal. Actualmente, está cursando un MBA en la escuela de negocios de Babson College, cerca de la ciudad de Boston, en Estados Unidos. Su propósito es adquirir más herramientas que le permitan “consolidar un negocio que perdure y que vele por la sostenibilidad de todos los actores involucrados: no solo nuestra familia. De nuestra empresa dependen nuestros empleados y proveedores, muchos de ellos productores de leche y fruta. Nuestra responsabilidad es ahora mucho más grande y, para eso, me estoy preparando”, comparte.
En este momento de su vida académica, reconoce también el aporte de su formación en La Sabana, en donde la solidez técnica y el rigor matemático fue clave para superar las pruebas internacionales. “La Universidad me dejó en un nivel bastante bueno para enfrentar ese proceso y, además, me enseñó unas habilidades blandas que creo que no se aprenden en otras partes del mundo”, concluye.
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