“Lo nuevo ilumina lo antiguo y lo antiguo ilumina nuestro presente”, Ronald Forero

El acto de comunicar el conocimiento se ha convertido en una necesidad en el mundo académico. Tras publicar un texto sobre la tumba de Platón para la revista El Malpensante, Ronald Forero habló con este portal de noticias, sobre la necesidad de comunicar el mundo antiguo desde el mundo contemporáneo.
En un mundo saturado de información y velocidad, resulta sorprendente —y profundamente estimulante— encontrarse con textos que invitan a detenerse y pensar. Ronald Forero, profesor asociado a la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de La Sabana, especialista en Filología Clásica ha logrado llevar temas como la papirología, la lírica griega y la filosofía antigua a espacios de divulgación como The Conversation o El Malpensante.
Aunque las publicaciones académicas y científicas son indispensables para el avance de las ciencias, Forero insiste en la importancia de compartir el conocimiento con públicos más amplios y no especializados. Desde su especialidad está convencido de que los clásicos siguen teniendo mucho que decir en el presente. En esta entrevista reflexiona sobre los retos y las posibilidades de la divulgación en humanidades, el papel del misterio en la exploración del pasado, y por qué escribir para el gran público no implica renunciar a la rigurosidad.
A lo largo de esta experiencia hemos visto cómo temas como la papirología o la filosofía antigua han llegado a medios de divulgación como The Conversation y El Malpensante, ¿qué lo motiva compartir estos saberes clásicos con audiencias más amplias?
Desde hace unos años empezamos a escribir en el portal de noticias de la Universidad, porque la decanatura empezó a fomentar en la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas la necesidad de divulgar los conocimientos humanísticos.
Con la llegada de las prioridades estratégicas de la nueva rectoría nos dimos cuenta que podíamos incluso divulgar los resultados de nuestras investigaciones para tener impacto en la sociedad. Nuestro propósito ahora es divulgar esos conocimientos, no dejarlos en capítulos de libros o revistas indexadas que tienen escasa divulgación.
En cuanto al tema de los clásicos, los clásicos son clásicos porque siempre pueden actualizarse mediante una lectura contemporánea. Cada época, cada cultura va leyendo sus clásicos y va sacando sus propias conclusiones.
En sus artículos aborda temas que conectan la antigüedad con inquietudes contemporáneas. ¿Qué posibilidades le ofrece la divulgación para explorar estos vínculos entre el pasado y el presente?
Los medios de divulgación ofrecen un espacio de mayor libertad. Tener la posibilidad de que ciertos medios estén interesados en temas culturales, ayuda a que uno esté reflexionando constantemente y así vayan surgiendo ideas de manera natural.
Está entonces uno atento tratando de enfocar y tener perspectivas de lo que va estudiando. A veces también las ideas están relacionadas con artículos indexados o capítulos de libro que uno como investigador necesita publicar. En mi caso, muchas ideas vienen de los proyectos de investigación, pues pienso, "¿por qué no pensar desde una perspectiva más amplia y no solamente con la propia del proyecto o de la Antigüedad misma?".
¿Cuáles serían esos cinco tips que les daría a los investigadores para poder hacer divulgación exitosa?
Lo primero que hay que pensar es que siempre será posible hablarle a un público más amplio. Olvidarse de las notas al pie, de hacer tantas referencias a fuentes secundarias y tamizar para sacar lo más importante. El segundo consejo es sentarse a pensar en la escritura para, poco a poco, ir desarrollando un registro divulgativo propio, teniendo en cuenta que no estamos hablando para los colegas o para los estudiantes, sino para personas que no tienen que ver con nuestra área. Entonces, a veces hay que explicar un poquito más ciertos temas, ciertos conceptos sin extenderse demasiado. Lo tercero es tener una prosa fluida, frases cortas; de hecho, en este proceso, los editores ayudan a recortar las frases, para que no sean tan extensas y complejas sino más concretas, con el objetivo de que el texto pueda leerse de una manera más ágil. El cuarto consejo es buscar un buen título. Creo que eso ayuda muchísimo, permite enfocar también por dónde va el tema, que es lo más importante; los editores generalmente proponen buenas alternativas. La quinta recomendación ––tal vez la más importante–– es no renunciar a la rigurosidad. No necesariamente porque se esté hablando para un público más amplio, se van a decir inexactitudes.
Ese equilibrio puede ser complicado porque uno quisiera que todo quedara en el lenguaje más técnico, pero en la labor de divulgación lo que cambia es cómo se dice sin cambiar el sentido de las afirmaciones.
En Una muerte platónica y Las mil y una historias de carbón, hay una presencia notable de la papirología, la arqueología, los textos recuperados y las múltiples capas de lecturas del pasado. ¿Qué papel cree que juega el misterio o la especulación informada en la divulgación de las humanidades clásicas?
Uno de los atractivos que siempre ha tenido la Antigüedad clásica es que tiene más preguntas que respuestas, miles de misterios sin resolver. Eso, de alguna manera, ha mantenido el interés por los estudios clásicos. Los hallazgos arqueológicos han contestado algunas preguntas, pero a la vez han generado otras.
Se trata entonces, de un rompecabezas inmenso en el que cada uno de los estudiosos de la Antigüedad va aportando con sus investigaciones. En ese proceso, cuanto más fragmentado es el rompecabezas, más llamativo se hace, porque surgen dudas como, '¿qué habrá querido decir al inicio el autor?, ¿qué habrá querido decir al final? ¿cuál es el sentido del texto?
Cuando empiezan las excavaciones es como abrir un portal hacia el pasado. En el texto de Herculano se habla de pinturas murales, estatuas, objetos de la vida cotidiana y papiros. Esos hallazgos que descubren los arqueólogos se perciben como si se hubiera encapsulado toda una época, como si hubiera tomado una fotografía antes de la erupción del Vesubio que los sepultó todo en el siglo I del Imperio Romano.
Desde el siglo XVIII han ido excavando esas ruinas. Hace poco los arqueólogos hallaron incluso un restaurante en Pompeya con sus pinturas casi intactas. Todavía se siguen haciendo excavaciones y se seguirán encontrando cosas. Eso hace pensar que hay más textos, más historias que no conocemos, entonces estamos continuamente recuperando un nuevo conocimiento antiguo.

¿Difiere ese nuevo conocimiento antiguo que estamos obteniendo, del viejo conocimiento antiguo?
Sí, porque a veces nos ayuda a reinterpretar lo que ya sabíamos. No se trata solamente dar el dato, sino repensar, volver a estudiar las obras antiguas, como la obra de Platón y la nueva versión de su muerte. Volver a leer es obtener nuevas interpretaciones a partir de lo que ya sabíamos. Entonces, lo nuevo ilumina lo antiguo y lo antiguo ilumina nuestro presente. De cierta manera, si pensamos en Platón y volvemos a uno de los principios de su filosofía ––ese de que nuestros sentidos nos engañan––, nos ayuda a analizar mejor un mundo en el que cada vez hay mayor presencia de cosas que parecen reales, pero no lo son. Me refiero a los productos de la inteligencia artificial que parece que nos estuvieran metiendo en una nueva caverna. Así que debemos reflexionar cada vez más y pensar cómo escapar de ese mundo de ilusiones.
¿De qué manera ha influido el hecho de ser el director del proyecto Proteus en este proceso?
El proyecto Proteus desarrolla metaversos y asistentes de inteligencia artificial e invita a pensar en toda una realidad digital desde las humanidades. Por ejemplo, con unas gafas de realidad virtual podemos entender cómo nuestra cognición y cómo nuestro cuerpo se puede integrar con algo que está solamente en el mundo digital. También, nos ayuda a pensar si queremos llevar una vida así, totalmente mediada por la tecnología.
En un mundo saturado de inmediatez, ¿por qué considera relevante que sigamos leyendo a los antiguos y reflexionando sobre ellos desde espacios no especializados?
Los textos antiguos necesitan leerse despacio. Hay que concentrarse, leer las notas al pie, las introducciones, buscar muchas palabras en el diccionario, conocer más de historia. Eso si están traducidos, si no, es todavía muchísmo más tiempo. Creo que necesitamos de esos espacios ahora, espacios para ejercitar el pensamiento, de cultivarnos. La palabra cultura tiene ese sentido, viene del verbo ‘cólere’ que significa cultivar. Es esa metáfora de ir sembrando y cosechando, pero para eso se necesita tiempo, paciencia, dedicación. Al final, los frutos son muy chéveres, porque uno tiene una mejor comprensión de la realidad, de lo que uno es, de lo que piensan los demás, de lo que nos pasa como sociedad y podemos encontrar en esas lecturas explicaciones y criterios de análisis.
¿Qué consejo les haría a los otros investigadores que quieren escribir para medios de divulgación?
Nuestra labor investigativa puede ser mucho más impactante, mucho más grande. Creo que un medio de divulgación es una gran responsabilidad y podemos contribuir a la reflexión colectiva sobre asuntos coyunturales y atemporales. Pienso que todos podemos asumir esa responsabilidad como investigadores, como profesores; contribuir a la formación de la sociedad, sobre todo, en la formación de un pensamiento crítico; eso es clave.
Hoy estamos invadidos por una cantidad de información falsa, imprecisa, malintencionada, pero nosotros podemos aportar a través de los medios de divulgación, pues son megáfono para hacerle contrapeso.
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