Calidad educativa en La Guajira

La virtualidad no solo ha transformado las prácticas pedagógicas, sino que ha dejado en evidencia la inequidad que existe dentro del sistema educativo del país.
Actualmente, mantener y asegurar la calidad educativa son dos de los principales desafíos que tienen las instituciones de educación. La virtualidad no solo ha transformado las prácticas pedagógicas, sino que ha dejado en evidencia la inequidad que existe dentro del sistema educativo del país, especialmente en la falta de recursos de muchas escuelas y colegios rurales.
La calidad no depende exclusivamente de las instituciones. Por un lado, el Gobierno es uno de los principales protagonistas, ya que tiene el deber de crear estrategias para el diseño y la implementación de contenidos educativos de calidad, los cuales lleguen a todos los estudiantes. Asimismo, la formación de los profesores es vital para la cualificación de las prácticas pedagógicas. En este contexto, el papel de las universidades ha sido crucial para capacitar a los profesores con múltiples herramientas que les sirvan para su ejercicio profesional y se ha demostrado la importancia que tienen los programas de posgrado para este fin. Ejemplos de ello son Nolvis, Salma y Stevenson, estudiantes de la Maestría en Dirección y Gestión de Instituciones Educativas – Extensión La Guajira.
Stevenson es rector del colegio Gimnasio Cerromar, ubicado en Riohacha. Para él, la calidad educativa va más allá de adquirir los conocimientos. “Se trata de alcanzar una formación integral que de respuestas a las necesidades sociales y que estas favorezcan al estudiante para incorporarse a un entorno laboral”, comentó. Frente a la coyuntura actual, sus 430 estudiantes se han podido adaptar a las clases virtuales, ya que la institución cuenta con la plataforma virtual Meet.
Sin embargo, este no es el mismo panorama para todas las instituciones de la región. Para Nolvis Josefa Ortiz, rectora de la Institución Educativa Alfonso López Pumarejo, ubicada en Uribia, la virtualidad no ha sido posible ya que muchas de las familias son de un nivel económico bajo, algunas viven en condiciones de extrema pobreza y no cuentan con dispositivos como smartphones o computadores. “Hemos implementado el uso de guías para que nuestros estudiantes desarrollen sus actividades en concordancia con el plan de estudios y, así, puedan trabajar desde sus casas”, afirmó.
Por otro lado, en el caso de Salma Yaneth Morales, coordinadora de la Institución Educativa Número Dos, del municipio de Maicao, WhatsApp se ha convertido en una de las herramientas más útiles para comunicarse con los estudiantes y sus familias. “La comunicación fue la clave para implementar nuestras estrategias y utilizamos todas las herramientas que el padre de familia tenga a su disposición (correo, redes sociales, celular) para hacerle llegar las guías y las directrices de nuestra institución”, dijo. Sin embargo, el gran reto está con los padres que no saben ni leer, ni escribir. “En ese caso, son dos personas a las que tienes que ayudar: al padre y al hijo, lo que supone un reto aún mayor”, concluyó.
Frente a la coyuntura actual, Ángela Rubiano, coordinadora y profesora de la Maestría en Dirección y Gestión de Instituciones Educativas, señala que la calidad puede ser vista desde dos puntos de vista. Por una parte, se encuentra la perspectiva administrativa, la cual está ligada a los resultados de la institución y del sistema educativo: desempeño de los estudiantes, índices de permanencia, graduación, deserción, gestión institucional, entre otros. Por otro lado, está la perspectiva antropológica, la cual va más allá del resultado y es la que concentra su misión en la formación de la persona humana.
“Es en esta última donde realmente nos debemos enfocar, ya que una institución tendrá calidad en la medida en que haga muy bien la labor de formar a sus estudiantes como personas”, afirmó.
Adicionalmente, resalta que las instituciones deben establecer acciones que sean flexibles, sin perder la rigurosidad académica. “Tenemos que adaptarnos a cada contexto y tener en cuenta los períodos de atención de los estudiantes, el tiempo con el que cuentan los padres de familia para atender y orientar a sus hijos desde casa, las competencias y los contenidos que queremos desarrollar e incluso ser conscientes como maestros de que, en la actual coyuntura, no lograremos desarrollarlas todas, lo cual no significa que no tengamos la oportunidad de aportar a su formación como personas”, señaló.
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