A Big Bold Beautiful Journey: una metáfora del proceso terapéutico hecho cine

Foto: Cortesía de Sony
El más reciente lanzamiento de Imperative Entertainment, 30WEST y Columbia Pictures ha dejado a la audiencia dividida; sin embargo, para quienes aprecian aquellas historias que salen de lo convencional e invitan a la reflexión este podría ser el plan de fin de semana.
En una exclusiva para Vanity Fair, previo al estreno de A Big Bold Beutiful Journey, las estrellas de Hollywood Margot Robbie y Colin Farrell aseguraron que la producción “fue muy fácil. Simplemente compartimos nuestras vidas y experiencias, esperanzas y miedos, alegrías y tristezas. No quiero que suene a terapia, pero fue una experiencia increíble que me cambió para mejor”.
Es innegable que el filme es una de esas piezas que divide a la audiencia en dos: los espectadores que la aman y aquellos la odian. Sin embargo, este podría sumarse a la lista de películas que han tenido un estreno algo tormentoso frente a la crítica, pero que con el tiempo crecen en los corazones de la siguiente generación de críticos.
Recordemos por ejemplo lo que pasó con Fight Club, producto que generó controversia y recibió reseñas negativas, pero que con el tiempo ha sido considerado parte de las películas más destacadas de su década.
Si bien A Big Bold Beautiful Journey no plantea una crítica social, sirve como espejo de una premisa humana compartida: formamos lo que somos mediante las experiencias que hemos atravesado, especialmente aquellas con una alta carga emocional.
Este tipo de reflexiones parecen ser el sello característico de Kogonada, director de la película y autor de grandes éxitos como Columbus o After Yang.
A la fecha, la película cuenta con una calificación de 37% en Rotten Tomatoes, cifra que, a mi juicio, no le hace justicia a la dirección de fotografía, el mensaje central o las actuaciones de sus protagonistas.
A la larga, la historia que para muchos puede parecer excesivamente cursi o lenta, narra cómo David (Colin Farrell) debido a contingencias inesperadas debe rentar un auto para llegar a una boda en la cual conoce a Sarah (Margot Robbie), una mujer que cree estar destinada a estar sola pues suele romperle el corazón a todos los hombres con los que sale.
Por otra de esas extrañas contingencias, ambos terminan siendo guiados por el GPS hacía una ruta incierta. Más adelante, en el camino, se encuentran con una serie de puertas que hacen las veces de portales a su pasado que revelan las creencias más arraigadas que tienen sobre sí mismos y lo que implica para ellos relacionarse de forma romántica.
Margot Robbie nos regala una de las escenas más emotivas con Lily Rabe (la madre de Sarah), mostrando este anhelo humano de volver sobre el pasado y reescribirlo; como si aquella versión nuestra, joven e inmadura, pudiese tomar decisiones diferentes.
Aunque para muchos críticos la película es una historia de amor mal contada, que intenta mezclar la comedia romántica y el drama de forma fallida, en lo personal creo que es un testimonio auténtico de los viajes que atraviesa todo aquel que alguna vez en su vida ha ido a terapia.
Pues en la pantalla se refleja la historia de quienes, en medio de un proceso casi terapéutico, han tenido que recorrer nuevamente los senderos de su vida, enfrentarse a los monstruos de su pasado (traumas, miedos, pérdidas) y liberarse de las cadenas que los atan a esos patrones que no les permiten ser felices.
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