Luego de la alianza de Procolombia con tres firmas finlandesas para promover el modelo educativo de esa nación en nuestro territorio, serán 10.000 estudiantes los que se beneficiarán al comienzo con este acuerdo. La firma FinladWay se enfocaría en la primera infancia y pondría su primer jardín infantil a finales del 2020, en donde los niños aprenderían con actividades de juego, participación y exploración. Mehackit se orientaría a colegios de primaria y bachillerato con el desarrollo de habilidades tecnológicas y el planteamiento de soluciones a problemas locales y, por último, Tuudo trabajaría con instituciones de educación superior en una aplicación que facilita a los estudiantes el acceso a la información académica (actualmente, este sistema ya está implementado en tres universidades del país: la Universidad del Valle, la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales, y la Fundación Universitaria Cafam).

A pesar de que Flavia Santoro, presidente de ProColombia, anunció que esta alianza busca mejorar la calidad de la educación e impactar positivamente en la formación de nuestros niños, ¿qué aspectos debemos tener en cuenta para implementar modelos educativos extranjeros y qué tan eficientes pueden llegar a ser en nuestro país?

La doctora Rosa Julia Guzmán, directora del Doctorado en Educación, señala que desde hace varios años vienen buscándose formas de evaluar académicamente a los estudiantes con los mismos parámetros de diferentes partes del mundo, se buscan hacer adecuaciones para obtener mejores resultados. Sin embargo, pensar en implantar un modelo foráneo implica asumir que este se adapta a contextos diferentes de aquel en donde fue generado.

“No se enseña de igual manera en Bogotá que en una vereda de Guaviare, las condiciones con que llegan los niños son diferentes, los recursos que disponen son distintos, las expectativas -tanto de los niños, como de sus profesores y padres- también son diferentes”, comentó la doctora Guzmán.

Para la profesora, cada modelo educativo se construye a lo largo de años, con momentos de ajustes y modificaciones de fondo, para que responda a las necesidades de la sociedad en que fue generado. “En el caso particular de Finlandia, esto implica reconocer el prestigio de los profesores graduados con la valoración social y los altos salarios, contar con recursos adecuados para la enseñanza y, por supuesto, asegurar que los estudiantes tengan sus necesidades básicas satisfechas. ¿Contaríamos en Colombia con estas posibilidades en este momento?”, señaló Guzmán.

Por último, afirmó que implantar un modelo educativo que ha sido exitoso en otro país no garantiza que lo sea en otro lugar, y para ello se requieren cambios estructurales en la sociedad, los cuales toman tiempo e implican decisiones políticas de fondo y de largo alcance.

El profesor, una pieza clave en esta transformación

Para Gabriela Atehortua, coordinadora de la Maestría en Pedagogía, el peligro de adoptar un modelo extranjero, cualquier a que sea, radica en que el profesor no tenga una comprensión profunda del por qué y para qué está desarrollando dicha actividad.

“En nuestras investigaciones en la Maestría en Pedagogía, hemos evidenciado que cuando un profesor adopta un modelo sin la apropiación o la comprensión adecuada corre el peligro de abandonar estas actividades al poco tiempo, o puede caer en lo que nosotros denominamos como la ‘activitis’, en la cual desarrolla actividades sin ningún tipo ni de relevancia, ni de pertinencia de la práctica”, dijo.

Por eso, el ejercicio profesional de un profesor debe incluir el diseño de actividades contextualizadas al entorno de sus estudiantes, que respondan a sus necesidades y que sean pertinentes para el desarrollo de los aprendizajes.