Allá por el año 1939, a san Josemaría Escrivá de Balaguer, inspirador de nuestra Alma Mater, le llamó la atención un gran letrero que encontró en un edificio, en el que daba un curso de retiro a unos universitarios. Decía así: cada caminante siga su camino. Esas palabras, escritas por alguno no conformista, le sirvieron muchas veces para manifestar su amor a la libertad de cada persona.

Las traigo ahora a consideración, en este solemne acto académico, para resaltar, en primer lugar, la responsabilidad de los nuevos profesores titulares en el avance de sus investigaciones y de su enseñanza. Ciertamente, no se trata de un trabajo individualista o anárquico, sino en equipo. El hombre es un caminante ojalá nunca solitario sino siempre solidario: va adelante en compañía, cooperando con otros, con un avanzar que, en su radicalidad, es libertad, “método de ser” la persona humana. El hombre es “actor” de su ser. Se entiende así que el amor a la libertad sea connatural a la vida universitaria y que la investigación científica no progrese sin la libertad, sin el aporte creativo de riqueza de cada investigador.

San Josemaría exigió incansablemente para todos una “libertad absoluta en todo lo temporal, porque no existe una única fórmula cristiana para ordenar las cosas del mundo”² . El fondo de ese amor a la libertad lo expresa muy bien esta enseñanza suya: “no hay dogmas en las cosas temporales”³ . Una convicción cargada de consecuencias, que ilustra muy bien estas otras palabras suyas: “pretender imponer dogmas en lo temporal conduce, inevitablemente, a forzar las conciencias de los demás, a no respetar al prójimo” . Un cristiano debe, por tanto, hacer compatible la pasión por el progreso con el amor al legítimo pluralismo  , o más profundamente, con el amor a la aportación creativa de riqueza por la persona humana, que no rompe la unidad en la fe y en la caridad ni va en contra del anuncio salvador de Cristo, sino que manifiesta la libertad de los hijos de Dios.

La ciencia físico-matemática y por lo común experimental es uno de los ámbitos de libertad creados por el hombre, que nos permite cierto dominio sobre el cosmos; y también lo son, por ejemplo, la filosofía y el arte , el derecho, las matemáticas, las ciencias de la comunicación, o la enseñanza y la investigación . Detengámonos un momento en la comunicación, la enseñanza y la investigación, pues son intrínsecas a la vida universitaria. En estos tres ámbitos sin la libertad, y más en concreto, sin la libertad de amar , que es la libertad más alta, no se da un solo paso con provecho. La vida humana avanza y se enriquece no a solas sino a dúo, amando, y convocando a muchos en esa dualidad ampliable. El trabajo docente e investigativo se realiza entonces dentro de una amistad laboral, más aún sólo así la comunicación, la enseñanza y la investigación son humanas en estricto sentido. En estos campos, y en cualquier otro, el trabajo de cada uno es hacer avanzar y enriquecer al otro aportándole la propia riqueza, no para que sea como yo sino para que sea él más plenamente, y de lo mío haga suyo y, si cabe, que siempre cabe, mejor que lo mío, de manera que, a la vez, aceptándole su riqueza, más aún favoreciéndola.

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1 Josemaría Escrivá de Balaguer, Amigos de Dios, n. 59.

2 Josemaría Escrivá de Balaguer, Carta 9-I-1959, n. 35. Cit. en Ernst Burkhart-Javier López, Vida cotidiana y santidad en la enseñanaza de san Josemaría, Vol II, Rialp, Madrid (2011), p. 257.

3 Josemaría Escrivá de Balaguer, Escritos Varios (1927-1974), Obras Com-pletas, I/8, Rialp, Madrid, 2018, p. 263.

4 Ibid.

5 Cf. Ibid.

6 Ámbitos estos, de ordinario, sin pretensión de dominio.

7 Éstas tres últimas, que más bien que dominar buscan ayudar en el dominio del cosmos.

8 Sin la que el servicio es insostenible

Se entiende así, que el egoísmo corroa la vida universitaria y, a la larga, la mate, la destruya, pues desvirtúa la libertad de amar sin la que fenece la de servir. Y se mata no solo cuando se priva de la vida física a una persona, sino cuando se la aísla, se la desprecia, se la ignora, se la ofende de cualquier manera: “el hombre tiene una vida noble –enseña el Papa Francisco–, muy sensible, y posee un yo íntimo no menos importante que su ser físico. De hecho, para ofender la inocencia de un niño basta una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para destrozar el corazón de un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre basta ignorarlo. La indiferencia mata. Es como decir a la otra persona: Tú estás muerto para mí, porque lo has matado en tu corazón. No amar es el primer paso para matar; y no matar es el primer paso para amar” .

¿Cómo resumiría este trabajar generoso, amoroso, en una sola palabra? La que me viene a la cabeza y al corazón es: sonreír. Me parecen muy hermosas en este sentido unas palabras de Elías Canetti sobre su esposa Veza: “El secreto de Veza estaba en su sonrisa. Era consciente de ella y sabía evocarla, pero cuando hacía su aparición ya no era capaz de revocarla: la sonrisa permanecía, era como si fuese su verdadero rostro, y mientras no sonreía su belleza engañaba. A veces cerraba los ojos al sonreír, y sus negras pestañas se abatían hasta rozarle las mejillas. Era como si se mirase desde dentro, iluminada por su sonrisa. ¿Cómo se veía? Este era su secreto; y aunque se lo guardara callando, uno no se sentía excluido de su mundo. Su sonrisa, como un arco rutilante, llegaba desde ella hasta quien la miraba. Nada hay más irresistible que la invitación a entrar en la intimidad de un ser humano. Y si la persona sabe usar muy bien sus palabras, su silencio aumenta la seducción al máximo. Nos lanzamos a recoger esas palabras en espera de encontrarlas detrás de su sonrisa, donde aguardan al visitante. (…) Era sensible a cualquier dolor, siempre que fuera un dolor ajeno; sufría en carne propia la humillación de otra persona, y no se contentaba con este compadecer, sino que cubría a los humillados de alabanzas y regalos” ¹°.

Es grande la libertad en lo temporal, pero no es la más alta libertad. De mayor altura aún es la libertad que somos. Ser persona humana equivale a ser libertad en dependencia solo de Dios. Una libertad que no es antecedida por nada ni por nadie, por ser primera. Una libertad que primerea –acudiendo a esta feliz expresión del Papa Francisco– a la par con la libertad divina. Este es el misterio más hondo de la creación: no, ¿por qué el ser en lugar de la nada?, sino que Dios conceda que vengan a ser otras libertades, que son con Él primeras sin ser Dios. Primerear, podríamos decir, es la aventura de Dios con sus hijos los hombres ¹¹, y de unos hombres con otros, como hermanos, como hijos de Dios-Padre. Ningún hombre está por encima de otro, todos somos primeros. Esta libertad más que absoluta es filial, “la libertad gloriosa de los hijos de Dios”¹² en Cristo¹³ .

Enlazamos de nuevo con las palabras de aquel letrero, que me sirven ahora para hacer caer en la cuenta que el hombre es un caminante que recorre una senda que es su propio ser. No sale a recorrer caminos, sino que su camino es íntimo a él. Podríamos decir, utilizando las palabras que nos inspiran estas breves consideraciones: cada caminante siga su ser.

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9 Francisco, Audiencia general, 17 de octubre de 2018 (la versión castellana es mía).

10 Elias Canetti, La antorcha al oído. Historia de una vida 1921-1931. Muchnik, 1985.

11 Al decir de la Escritura, Dios se deleita jugando con los hijos de Adán en el orbe de la tierra (Cf. Pr 8, 31).

12 Rm 8, 21.

13 Una libertad que ama a cada persona en su integridad, espíritu y cuerpo; que ama y respeta la vida orgánica recibida de los padres, asumiéndola, enriqueciéndola, inspirándose en ella, sin despreciarla o destruirla

Un ser como ir hacia el futuro –pues el hombre es llamado a ser desde el futuro no desde el pasado–, y ser del que es “actor”, señalábamos, mas no autor, y yendo en busca; el hombre es un buscador tanto de la plenitud de Ser que Dios es, cuanto, en dicha Plenitud divina, de la plenitud del propio ser humano. No somos caminantes desorientados. La búsqueda de Dios por la persona humana no se queda en un inane avanzar como a tientas, pues el hombre ha sido creado para, buscando ser en plenitud, alzarse hasta Dios que viene a su encuentro, desde luego al crearlo, pero de manera insospechada al elevarlo a la Vida divina; el propio Dios deja oír su clamor en la intimidad del hombre: ¡busca mi rostro!¹

La Universidad es en primer lugar una comunión de personas, de profesores y alumnos, a los que se unen también quienes hacen posible, con muy variadas labores profesionales, la vida del Alma Mater. “Se han abierto los caminos divinos de la tierra” ¹, exclamaba el fundador del Opus Dei. “Sueño —nos repetía— con muchedumbres de hijos de Dios, santificándose en su vida de ciudadanos corrientes, compartiendo afanes, ilusiones y esfuerzos con las demás criaturas. Necesito gritarles esta verdad divina: si permanecéis en medio del mundo, no es porque Dios se haya olvidado de vosotros, no es porque el Señor no os haya llamado. Os ha invitado a que continuéis en las actividades y en las ansiedades de la tierra, porque os ha hecho saber que vuestra vocación humana, vuestra profesión, vuestras cualidades, no sólo no son ajenas a sus designios divinos, sino que Él las ha santificado como ofrenda gratísima al Padre.”¹ Hoy al investir a los nuevos profesores titulares, Andrés Chiappe Laverde, Marta Ximena León Delgado, Luis Fernando Giraldo Cadavid, Manuel Fernando Valero Valdivieso y Martha Isabel Cobo Ángel se reconocen sus aportaciones a la comunicación aplicada a la educación, la medicina y la ingeniería química. Riqueza lograda con un trabajo intenso, constante y ordenado, en colaboración con sus colegas y alumnos, e inseparable de las demás manifestaciones de su vida, en primer lugar, de la religiosa y la familiar. Me congratulo, sonrío, con cada uno, con sus parientes, amigos y allegados, por este feliz acontecimiento.

Los invito a no decaer en su esfuerzo, a encontrarse siempre insatisfechos de los logros adquiridos: la libertad, decía Don Quijote a Sancho, “es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y se debe aventurar la vida”¹. Libres y nunca solos, así es nuestra andadura hacia el futuro: filial, fraterna, gozosa, sorprendente, a través también de incertidumbres, tensiones y sufrimientos, pues el dolor “al andar se hace camino”¹ hacia Dios, que lo ha redimido con su amor.

Del espíritu que vivifica nuestra Universidad ¹, podemos aprender a conducir libremente a Dios cualquier realidad que aparezca en la vida de los hombres, descubriendo su sentido divino. Con una visión positiva de la creación, amando la libertad y el mundo apasionadamente. Con un corazón abierto a todas las inquietudes y problemas de los hombres, sin discriminaciones ni exclusivismos. Así actuaron los primeros discípulos de Cristo: no tenían, por razón de su vocación cristiana, programas humanos que cumplir; pero estaban penetrados de un espíritu, de una concepción de la vida y del mundo, que no podía dejar de tener consecuencias en la sociedad en la que se movían.

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14 Cf. Salmo 27 (26), 7-9a.

15 Josemaría Escrivá de Balaguer, Es Cristo que pasa, n. 21.

16 Ibid., n. 20

17 Miguel Cervantes, El Quijote, I, cap. LVIII.

18 Antonio Machado, Campos de Soria.

19 Cf., por ejemplo, Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Ed. Monte Carmelo, Voces: “Primeros cristianos”, “Sociedad”, “Universidad”