La crisis de las humanidades y la universidad

La crisis que atraviesa actualmente la sociedad es la crisis de las humanidades. Los problemas que agobian al hombre contemporáneo exigen soluciones prontas. El afán materialista promovido por el consumismo parece resucitar el culto al becerro de oro y “minimaliza” las aspiraciones culturales y espirituales. La voracidad de tener opaca a menudo la reflexión sobre el sentido de la vida. Por ello, la existencia de la persona humana está expuesta a todo tipo de ataques.

El neoliberalismo desestabiliza la estructura social, causando crecientes brechas sociales y afectando, por supuesto, el medioambiente, cuyas manifestaciones, como el cambio climático, la deforestación, la falta de agua, la flora y la fauna en peligro, son señaladas desde hace decenios con una enorme preocupación. Si bien es cierto que la tecnología, la inteligencia artificial y las armas autónomas despiertan ciertas expectativas, no puede negarse que las inquietudes que conllevan son grandes.

El acelerado desarrollo tecnológico ofrece nuevas oportunidades, sin señalar ni advertir el peligro ante las amenazas que surgen. Parece fortalecerse el trabajo autónomo que se aleja de las estructuras laborales tradicionales. Se introducen cada vez más los robots, las impresoras 3D, los drones. Las nuevas tecnologías traen profundos cambios en las estructuras económicas y anuncian el fortalecimiento de la automatización productiva y de sus cadenas de producción. La realidad social exige la activación de la creatividad y promueve las nuevas opciones laborales. Los trabajadores autónomos que ejercen con frecuencia las profesiones libres asumen el papel de freelancers, como crowdworkers, gigworkers, clickworkers o freeworkers. En consecuencia, surge el nuevo proletariado digital.

El marco jurídico promueve nuevas leyes e incluye derechos que antes no se contemplaban. Desde hace algunos decenios las relaciones entre hombres y mujeres cambian, y estos cambios de su desempeño en la sociedad impactan fuertemente la estructura y el funcionamiento de la familia. No obstante, los llamados progresistas tampoco saben responder a los retos que surgen, por ejemplo, el fenómeno de las migraciones ilegales.

El hombre contemporáneo salió de su mundo de los valores tradicionales, pero aún no ha construido su marco axiológico actualizado. Ante la falta de una actitud crítica, se intensificó más el relativismo promovido desde hace decenios y la perplejidad extendió sus territorios, causando una creciente confusión y una peligrosa desorientación. El desarraigo del espacio de su pertenencia influyó de modo significativo en la interpretación del tiempo y de su propia existencia. Aparentemente, la identidad personal no sigue ejerciendo una fuerza sólida en la convivencia con los demás. Parecen ser prioritarios lo placentero, lo inmediato, lo fútil, lo espontáneo, lo inesperado. También, lo irracional.

La globalización que vive hoy el mundo necesita forzosamente ser mirada desde una panorámica policéntrica, pero ¿dónde cabe la identidad? El hombre, asombrado por la infinitud de las riquezas que ofrecen las diversas culturas, se sintió atraído por ellas y las aceptó, sin conocer las implicaciones que cada una consigna, consecuentemente, con lo social, político, comunitario, religioso, antropológico y artístico. La avalancha de las ofertas culturales despertó la fascinación por lo nuevo y, a menudo, descartó lo propio. La facilidad de la comunicación inmediata o en tiempo real con los rincones más remotos, que ofrecen las nuevas tecnologías, fortaleció también la indagación por lo extraño y las atractivas opciones de recorrer los diferentes países. En Occidente reforzaron la necesidad de perseguir lo desconocido y experimentar más. No importa que, a veces, el hombre roce los límites de la autodestrucción.

Hoy, el diálogo intercultural resulta cuestionable y hasta inevitable; se proyecta de una manera exponencial. Para lograrlo se debe concebir como un reto de especial relevancia, en función de los valores universales y la protección de la vida. Es bien sabido que todo diálogo ayuda en la comunicación y la convivencia, pero, para fortalecer esta meta, hay que acudir al pensamiento crítico que no se limita a imitar, sino que ayuda a conceptualizar, demostrar lo contingente dentro de lo razonado. Es abrirse hacia los demás y poder fecundar la inteligencia. Así, únicamente, pueden desarrollarse las nuevas competencias culturales y sociales.

Y la Universidad de hoy ¿cómo asume estos retos? ¿La formación académica humanística afronta los problemas del hombre de hoy? ¿Qué respuestas ofrece a los vertiginosos cambios de la sociedad actual? El 15 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Filosofía y los filósofos están llamados a cuestionar y humanizar las realidades de hoy.