Álvaro Mendoza Ramírez: Jurista con sello Sabana 

“La admiración que genera hace que él sea la persona que, en algún momento, todos quisiéramos llegar a ser: gran ser humano, gran padre de familia, gran esposo, gran amigo, gran mentor y profesional”. Así describió Carlos Enrique Arévalo, Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, a Álvaro Mendoza Ramírez en el homenaje que se le rindió en la celebración de los 40 años de la Facultad.   

El doctor Mendoza nació en Bucaramanga, en 1936; estudió en el colegio San Pedro Claver hasta noveno grado y finalizó su bachillerato en el colegio Nuestra Señora del Rosario en Bogotá. Esto porque su padre consideró que, si el joven Álvaro pretendía ser abogado en la Universidad del Rosario, que era la mejor escuela de derecho en su momento, lo lógico era que también terminará el bachillerato allí mismo.  

Terminada la educación media prestó servicio militar en el batallón Miguel Antonio Caro con tal compromiso que alcanzó el grado de subteniente. “En ese entonces los padres de familia procuraban que sus hijos eludieran el servicio militar. Mi papá hizo lo contrario. Él tenía amistad con varios generales y logró que me reclutaran a pesar de que en el examen inicial no salía apto” recuerda Mendoza sobre su paso por el ejército 

Siguiendo los pasos de su padre y su abuelo, se convirtió en abogado de la Universidad del Rosario. En ese entonces existía la judicatura rural, en la que los estudiantes de Derecho para graduarse debían ejercer como jueces en pueblos de menos de mil habitantes. Cuando le correspondió hacerla decidió que quería ser abogado penalista porque “El 90% del trabajo (en ese juzgado era) en el área penal”, recuerda.  

Interesado por aprender más sobre esa área del Derecho, decidió realizar un posgrado en Derecho Penal en el Instituto Ferri de Roma, que entonces era considerado la “meca del Derecho Penal”, con una beca que le otorgó la embajada de Italia en Colombia.  

Sin embargo, su rumbo cambió cuando un profesor le ofreció traducir textos jurídicos del español al italiano, y viceversa para el Instituto Europeo de Derecho Privado. Aceptó con la intención de ganar algunas liras. Terminaron dándole una beca para estudiar el doctorado en Derecho Privado en la Universidad de París, donde fue testigo de las protestas estudiantiles de mayo del 68.  

Regresó a Colombia para iniciar su carrera como penalista, pero desistió porque le pareció que ese ámbito del Derecho era bastante turbio en nuestro país. Aceptó entonces una plaza en el Banco de Bogotá, dónde empezó una exitosa carrera en el derecho privado. “Yo siempre a mis alumnos les digo que siendo muy joven y muy pobre me tocó ser banquero antes de empezar a trabajar decentemente” dice con su característico sentido del humor. 

Su trabajo contribuyó a la conformación y desarrollo de la banca privada de Colombia, pues en sus más de cuarenta años de carrera se desempeñó como vicepresidente del Banco de Bogotá, presidente fundador del Banco Davivienda y presidente del Banco Popular. Actualmente imparte justicia como árbitro tipo A de la Cámara de Comercio de Bogotá. 

El amor por su esposa, Clemencia Sarasti Lesmes, floreció en un noviazgo de ocho meses y se convirtió en una vida de casados de más de 55 años.

 

Sobre su esposa se dijo en una entrevista en el periódico En Directo, de la Universidad de La Sabana, lo siguiente: “Con Clemencia ratificó lo que había aprendido en casa, que las virtudes son esenciales para la realización personal, que éstas entendidas como potencia, exigencia, servicio y excelencia son el sello particular de cada ser humano”. Con ella tuvo tres hijas: María Camila, Paula y Ana María. Dos de ellas, continuando con la tradición familiar, son abogadas.  

A Clemencia, La Sabana le debe el paso de Mendoza por la Rectoría. Con gracia cuenta como, cuando le ofrecieron el cargo y, ante la duda de si debía dejar su exitosa firma de abogados, dijo que debía consultarlo con su familia. Estaba seguro de que su esposa le diría que no. Ella, contra todo pronóstico, hizo lo contrario: “Me parece muy bueno que aceptes eso” recuerda que le dijo. “Pero con una condición: Que, a mitad de año, en lugar de tener una semana de descanso tengas dos, porque eres una persona que trabaja sumamente duro, con mucha intensidad y necesitas descansar un poco más. Fuera de eso no tengo ningún inconveniente”. Mendoza, sorprendido, no tuvo más remedio que aceptar la oferta. 

Fue profesor universitario desde el primer año de su ejercicio profesional comenzando en su alma mater, la Universidad del Rosario y luego en las universidades Externado y de Antioquia. Ese deseo de enseñar se profundizó como catedrático en posgrado en la Universidad del Rosario, en Los Andes, en la Javeriana, en la Santo Tomás y en La Sabana. “El doctor Mendoza trasciende. Es un consejero que se preocupa por el bienestar de sus estudiantes. Deja una herencia de conocimiento profesional y también impacta con su sabiduría para la formación personal.”, afirma Juan José Pérez Mora, uno de sus asesorados académicos.  

Sobre la responsabilidad de educar en 2017 el doctor Mendoza le dijo a la Revista Diners: “Un buen profesor es quien es capaz de abrir horizontes para que sus alumnos investiguen los diferentes problemas de su clase. Está llamado a comunicar sus instituciones y, sobre todo, su amor por los temas que trata con sus alumnos. Debe estar convencido de que su tarea docente lo obliga a aprender permanentemente a través de su estudio personal, al lado de sus alumnos, e indudablemente mucho más que ellos. Quienes más deben aprender son los profesores, para así volcar luego sus conocimientos hacia los alumnos”.  

Mendoza estuvo nominado para integrar la Corte Suprema de Justicia en 1985 y el Consejo de Estado lo postuló para integrar la Corte Constitucional. Su postulación se frustró porque él decidió renunciar. Sin embargo, para la Corte, en la Sala Civil, fue nominado dos veces. Su nombre, además, fue considerado varias veces para la rectoría de la Universidad del Rosario,  

El doctor Álvaro Mendoza tuvo un claro compromiso con la Universidad de La Sabana desde sus inicios. Hizo parte de la comisión redactora de los estatutos en 1979, ayudó a negociar la adquisición de los predios del campus del Puente del Común y fue asesor jurídico y miembro del Consejo Superior y de la Comisión financiera desde su comienzo. “Como suelo decir, de toda la vida en la Universidad, a mí solamente me cuentan los últimos 25 años, porque en los 15 años anteriores no me pagaban ni yo cobraba, claro, porque le tenía mucho cariño, le tengo mucho cariño a esta Universidad” dice.  

A través de los años, su compromiso con La Sabana ha sido determinante, sobre todo entre 1995 y 2005 cuando ejerció como Rector. Su gestión ayudó a posicionar la Universidad y para alcanzar, en 2005, la primera acreditación institucional de alta calidad bajo su liderazgo.  

Durante su rectoría se crearon numerosas maestrías y especializaciones. Adicionalmente, en 1997 firmó el acuerdo con la Fundación Teletón para el desarrollo de la primera etapa de la actual Clínica Universidad de La Sabana con la finalidad de fortalecer la academia y los procesos de rehabilitación, así como crecer en los servicios hospitalarios también en beneficio de la región.  

Cuando dejó la Rectoría, en reconocimiento a su trabajo dedicado y sus aportes, Álvaro Mendoza fue nombrado profesor emérito de La Sabana. Fue exaltado también por haber sido miembro del primer Consejo Superior, profesor, Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y presidente del Consejo Directivo de Inalde Business School y del Consejo Fundacional. 

Para el Dr. Mendoza, optar por la Sabana fue la mejor decisión que pudo tomar cuya cultura le ha marcado. Para él lo más importante que le ha dejado la Sabana es: “La cultura del propósito del trabajo bien hecho. También, el sentido humano del trabajo entendido como el ver a los demás como personas que merecen todo nuestro respeto. No son unidades, números, sino como como seres; sean profesores, administrativos, alumnos, etcétera. Eso no se ve en ninguna otra parte. Y ha creado indudablemente un estilo de vida en la universidad que es fruto de muchas cosas, que definitivamente nos distingue”.