La importancia de las humanidades en la educación actual 

Por: Dra. María Elvira Martínez. Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas

Evidentemente nuestro mundo contemporáneo ofrece grandes e importantes desarrollos. La ciencia positiva nos ofrece una comprensión del mundo mucho más aguda, que penetra más en las bases microfísicas y en los horizontes macroscópicos del universo y de la vida. 

De manera correlativa, la tecnología requerida para los desarrollos científicos ha avanzado exponencialmente, y estos avances han irradiado campos insospechados de la realidad social y cultural del siglo XXI. 

Uno de los ámbitos relevantes al respecto es el de la información. Vivimos en la llamada “sociedad de la información” la cual pone de manifiesto interconexiones que las innovaciones tecnológicas permiten para que la información fluya de manera instantánea desde y en cualquier parte del mundo. El Internet es, en este contexto, una de las significativas revoluciones del siglo XX. 

Sin embargo: no está de más preguntarnos por el sentido de estos logros. ¿Para qué el conocimiento? ¿Para qué la información?? ¿simplemente para saber más??? Y ¿para qué "saber más"? ¿Para "hacer más"? ¿Para "poder más"?  

El presente parece sugerirnos que estas respuestas no son suficientes. 

Hoy, más que nunca, vivimos el cambio, la fugacidad, la novedad, en contextos espaciales abiertos. Tenemos no solo la sensación, sino la certeza de que “el mundo está en nuestras manos”.  

Sin embargo, y simultáneamente, la economía a nivel mundial muestra signos de fragilidad: hay tensiones comerciales y geopolíticas, inestabilidad financiera, que impactan las posibilidades de desarrollo sostenible a nivel global, entre ellas la erradicación de la pobreza y la creación de empleos dignos. 

Advertimos entonces "una falta de crecimiento inclusivo" lo que genera descontento y exige medidas urgentes de cambio. (Así lo pone de relieve Naciones Unidas, en el documento sobre la Situación y las perspectivas de la economía mundial en 2020. Resumen ejecutivo)  

Como consecuencia directa de esta dinámica económica, aparece como pregunta relevante: ¿Entonces… la empresa, hacia dónde va? Asistimos a un debilitamiento de la confianza empresarial en EEUU. Y en la Unión europea la incertidumbre global frena el sector de las manufacturas. (También según UN. Resumen cit). China crece, pero África está estancado y el número de personas que viven en pobreza extrema ha aumentado tanto en las zonas de África como de América latina y Asia occidental. 

De igual manera podemos preguntarnos por la industria. Esa actividad que tiene como propósito transformar las materias primas en productos elaborados o semielaborados, utilizando fuentes de energía... Casi todo lo que usamos es un fruto de este proceso, y casi todo lo que es manufactura se elabora en grandes fábricas.  

Pero sabemos que una de las causas de la contaminación ambiental es la emisión de vertidos industriales a la atmósfera y a la hidrósfera.  

Todo esto viene acompañado por la crisis climática, los crecientes niveles de inseguridad alimentaria y la malnutrición en numerosos ámbitos de la sociedad.  

Por lo demás, la tendencia es que gran mayoría del hacer humano es sustituible por la máquina, lo cual está anunciando una crisis profunda desde el punto de vista del trabajo humano. 

En un sentido, la pregunta que acompaña a la sociedad postindustrial es: ¿Qué opciones laborales serán las que se abrirán al futuro próximo??  

En otro sentido, la pregunta, quizás más de fondo, que acompaña a los universitarios y a quienes asisten a procesos de formación técnica o tecnológica, con la aspiración de realizarse personal y profesionalmente mediante el trabajo digno, es: ¿habrá suficientes fuentes de trabajo digno en el futuro próximo? 

Por tanto, la lógica económica del siglo XXI, y con ella, la empresa y la industria deben mirar el contexto y la fuente de sus procesos: la naturaleza y el ser humano y está llamada a repensarse para que no continúe favoreciendo la inequitativa distribución de los bienes y servicios y la contaminación y la crisis ambiental y especialmente, para que revalorice la comprensión de su “capital humano”. 

Desde el punto de vista de “lo político”, es también evidente que vivimos procesos de cambio continuo, y que las incertidumbres económicas y sociales conducen a crisis tanto desde el punto de vista del ejercicio del poder como desde el punto de vista de la confianza ciudadana en las instituciones y en las personas que detentan el poder. 

Evidenciamos tensiones políticas difícilmente dirimibles, la amenaza nuclear es un hecho y una tercera guerra mundial permanece siendo un alto riesgo...  

Así pues, en nuestro mundo globalizado, la cooperación es esencial... Pero: ¿cómo aproximarnos a ella? 

En el contexto de los ODS´s formulados por Naciones Unidas con metas para el 2030, el objetivo # 16 dice: Paz, justicia e instituciones sólidas. Y a continuación describe sus condiciones de posibilidad: acceso universal a la justicia y erradicación de la corrupción, lo que pone de relieve que existen en la actualidad problemas en relación con la concepción y la práctica de la justicia y de la ética. 

"Un año de contratiempos democráticos y protestas sociales", es la frase con la que se resume el año 2019 en el informe del Índice de Democracia que cada año lanza la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU) 

El Democracy Index 2019, que intenta valorar el nivel real de democracia del mundo, hizo balance de todos los acontecimientos puestos de relieve por titulares de los principales medios de comunicación y arrojó conclusiones y reflexiones sobre el panorama que vendrá: “La marcha global de la democracia se estancó en los 2000s y retrocedió en la segunda década del siglo XXI. Pero la reciente oleada de protestas en los países en vías de desarrollo y la insurgencia populista de las democracias maduras, muestran el potencial de la renovación democrática", (Joan Hoey, editor de The Democracy Index). 

Es un hecho que la concepción y la práctica de “lo político” en la actualidad tiene también que repensarse. La educación es condición ineludible de vida democrática. La capacidad para la deliberación, para el diálogo y para los acuerdos basados en justicia, es pilar de la vida en democracia.  

Desde otro punto de vista la vida en contextos de globalización sitúa a las personas ante una imperiosa demanda de interculturalidad. Sin embargo, y porque tenemos escasa experiencia al respecto, debemos reflexionar sobre el modo de avanzar en ello, acercándonos, comprendiendo y respetando las diferencias, y a la vez, buscando los canales de aproximación y encuentro. 

Pues bien:  

Los grandes "poderes" hoy son: El poder tecnológico, el poder científico, el poder mediático, el poder económico y el poder político. No obstante, hay un desbalance entre ellos, pues unos avanzan y se consolidan, mientras que otros retroceden y se fracturan. Y en medio de todo ello, es el ser humano de nuestro presente, y el del futuro, el que está en juego. Es el ser humano de quien depende el equilibrio de los poderes y de quien depende su propio equilibrio. Es del ser humano, de cada persona en singular, y de cada persona en su relación con los otros y con el medio, de quien depende su salud biológica y mental, su posibilidad de crecimiento y desarrollo, sus condiciones de bienestar y de paz social y política. 

Yuval Noah Harari, historiador que está impactando al mundo con sus análisis, presenta situaciones que merecen reflexión tanto respecto del presente como del futuro. A su juicio asistimos a un riesgo antes impensable: el de la destrucción de la humanidad, debido a los mismos desarrollos científico- tecnológicos de la humanidad...  

El auge de la inteligencia artificial y de la bioingeniería nos está diciendo: ¡descubran si hay algo que “yo, Robot” no podré hacer jamás por ustedes y qué es aquello!!  

En este sentido es en el que hoy la formación humanística es relevante y urgente.  

La verdad es que no creo que haya un consenso, ya formalizado e institucionalizado, sobre la diferencia entre “humanidades” y las ciencias que versan sobre lo humano, bien en cuanto individuo (Antropología, la Lingüística, Las ciencias de la educación, la Psicología, las Ciencias jurídicas) o bien en cuanto sujeto social (Sociología, Economía, Ciencia política). 

Y aun cuando estas ciencias tienen un trasfondo humanista, pues su “objeto de estudio” es lo humano, sí pienso que su diferenciación respecto de las humanidades es clave. El conjunto de conocimientos que se precia de ser “científico” se afianza en la verificación empírica, en criterios de medición, en posibilidades de predicción. Mientras que, a mi modo de ver, las Humanidades consideran lo propiamente humano, bajo el presupuesto de que ello no es meramente “empírico”, ni se reduce a condiciones de medición matemática, ni es susceptible de predicción pues las acciones humanas no se leen exclusivamente en términos deterministas. Las humanidades, si bien reconocen que hay dimensiones humanas susceptibles de conocimiento científico, pone su foco en aquellas dimensiones que no son susceptibles de conocimiento científico. 

Justamente: en lo que hace falta reconsiderar desde un presente en el que lo “no científico”, y lo “no tecnológico” está en crisis. La comprensión de lo que es la identidad misma del humano.  

De alguna manera, la Educación (no sólo básica, sino también media y muy especialmente la educación superior), ha seguido las pautas que la ciencia y la tecnología han marcado y en gran medida debido a ello, los profesionales del presente obramos bajo la convicción de que es más importante "lo que aparece" que "lo que es", de que el mundo hay que pensarlo bajo hipótesis, y que el cálculo matemático y la experimentación son indispensables para el desarrollo, y que en ese sentido, el pragmatismo y el utilitarismo, la lógica del rendimiento y de la eficiencia son los criterios fundamentales de nuestro desempeño en la sociedad y en la cultura.  

Sin embargo, las “alertas” y “los signos del presente” también muestran que hay vacíos y errores en esta concepción, y que urgen nuevos planteamientos por parte de las Instituciones educativas, que pongan en primer lugar y revaloricen la toma de conciencia de los valores esencialmente humanos. 

En este sentido la Historia, la Literatura, el Arte, la Religión y la Filosofía deben tener protagonismo. Deben contribuir a la reflexión de los habitantes del siglo XXI respecto a quiénes somos, y deben, por supuesto, dialogar con las ciencias (naturales, humanas y sociales) y con las tecnologías, defendiendo el valor de su propia identidad. 

Las Humanidades no solamente “hablan acerca de lo humano” porque narran los acontecimientos protagonizados por el hombre y muestren los modos diversos como el ser humano se ha conducido en el tiempo y en el espacio. Las humanidades “hablan acerca de lo humano” porque muestran también diversas formas de expresión, de aproximación y de relación del ser humano, en narrativas, interpretaciones, y estilos llenos de riqueza. 

Ellas, las Humanidades, aportan entonces “competencias” no suficientemente desarrolladas (aunque sí, inconscientemente deseadas) en los profesionales del presente: 

La originalidad, la Comprensión y la valoración de la propia identidad, el saber (y el querer) dar razón de los propios actos.  

La admiración ante la realidad y la capacidad para distinguir entre realidad y apariencia; un mejor sentido del tiempo humano, con habilidades como la reflexión, la paciencia y la expectativa.  

La capacidad para mantener promesas. El perdón, La fe (más que la duda). La empatía y la compasión.  

La creatividad estética. 

Un profesional que se haya formado en las Humanidades será un profesional que contribuya de modo relevante y pertinente en la reconstrucción de los aspectos complejos y frágiles de nuestra actualidad.  

Podrá acompañar procesos en todas las dinámicas de la sociedad y de la cultura, participando como miembro activo de los equipos de trabajo que lideran el rumbo de los acontecimientos, Y podrá desempeñarse en todos los campos, siempre que se haya formado con rigor y con pasión. 

Los Humanistas del siglo XXI podrían y están llamados a nutrir, en cada ámbito, la dimensión esencialmente humana de la vida.  

Las humanidades no solo nos abren a nuestro pasado... para mostrarnos quien es el ser humano.  Ellas también nos sitúan en nuestro presente y nos permiten imaginar y proyectar futuros a la medida de lo propiamente humano.