Hace unas semanas se llevó a cabo la Copa Mundial Femenina de la FIFA Australia y Nueva Zelanda 2023, en donde la Selección Colombia Femenina participó y desempeñó un papel destacado. Sin embargo, a pesar del protagonismo durante los primeros partidos, el equipo, dirigido por Nelson Abadía, fue eliminado por la Selección Inglaterra Femenina en los cuartos de final. Además del dolor nacional, recordemos la profunda sensación de orgullo que estas mujeres transmitieron a nuestra nación.

Algunas personas con las que he hablado en los últimos días, a pesar de conmoverse con esta participación favorable de Colombia y sus resultados, llaman “fracaso” a esta eliminación. ¿Por qué? Una eliminación en cuartos de final de una copa del mundo, ¿en realidad es un fracaso?, ¿perder frente a una selección campeona de Europa, y finalista del mundo, es fracasar? Por este motivo, debemos empezar como sociedad a reestructurar el concepto de fracaso.

La psicología deportiva, a lo largo de su historia, ha utilizado diferentes técnicas y estrategias para sobreponerse a las derrotas, tolerar la frustración, gestionar las emociones y mejorar el desempeño. La profesora Angela Duckworth, de la Universidad de Pensilvania, ha venido desarrollando un concepto que conocemos como “grit”, término que en español presenta múltiples traducciones, pero que es fácilmente relacionado con la “perseverancia”.

Algo que nos ha enseñado la Selección Colombia Femenina es el valor de la perseverancia, pues, a pesar de todas las adversidades y los obstáculos que debieron sortear, se desempeñaron de una manera extraordinaria y obtuvieron resultados que hasta el momento no se habían conseguido. En definitiva, es el punto de partida para el futuro del deporte femenino en Colombia. A pesar de que no se obtuvo ningún título, y de que nos hubiera gustado ver a las jugadoras en instancias finales de esta competición, su participación no es un fracaso. Como lo dijo Michael Jordan hace muchos años: “debemos estar conscientes de que en el deporte se pierde más de lo que se gana”.

Nadie juega para perder. Nadie participa en un deporte para sentirse derrotado y sobrepasado. No obstante, así como las jugadoras, debemos tomar distancia de la situación que acaba de pasar y no tomarla de modo personal. Esta derrota ni nos define ni opaca en el proceso (tal vez la palabra más destacada en el deporte, pero la menos utilizada).

Debemos permitirnos sentir todas las emociones en esos momentos: rabia, frustración, tal vez de dolor. Estas durarán unas horas, incluso un par de días. Las emociones existen para ayudarnos a entender qué tan relevantes son el deporte y la competición en nuestra vida. Preguntémonos: ¿qué siento?, ¿es en realidad tristeza o rabia?

Cuando sabemos con precisión qué sentimos, y lo vivimos, nuestros pensamientos empiezan a organizarse. En esta organización, siempre será útil una comunicación sana; debemos empezar por nosotros mismos. Un autodiálogo favorable es clave para superar esos momentos difíciles y reestructurar estas creencias que parecen ser absolutas: “Perdimos, pero no fracasamos. Fracasar es ni siquiera intentarlo. Si hoy no ganaste, es solo parte del proceso”. Y así, poco a poco, empezaremos a aceptar que, a pesar del dolor y de que la derrota es real y no se va a ir, y no la podemos minimizar, perder un partido no es el fin del mundo, y existen momentos más determinantes en los que con seguridad nos está yendo mejor.

Esta es una invitación para que empaticemos con los y las deportistas. Perder no es fracasar. El deporte siempre da revanchas, a veces en situaciones inimaginables.

En el deporte y en la vida podemos tramitar las derrotas como un semáforo. Las primeras horas o días estamos en rojo: quietos, tristes, enojados, procesando los eventos y viviéndolos. Después, pasamos al naranja: empezamos a reconocer los aciertos, a aceptar los errores, entendiendo lo que me generan; analizamos también las consecuencias de nuestras acciones. Por último, llega el momento de pasar al verde, y es una invitación a la acción: ¿qué podemos hacer para que esto no vuelva a ocurrir? ¿Qué aprendí? ¿Cómo puedo mejorar? ¿A qué me voy a comprometer a partir de hoy?

La respuesta a esto es casi siempre la misma, con algunas variaciones dependiendo del caso: seguir trabajando para conseguir mi objetivo. Seguir practicando.

Esta es una invitación para que empaticemos con los y las deportistas. Perder no es fracasar. El deporte siempre da revanchas, a veces en situaciones inimaginables.

Nada sucede por casualidad; no es cuestión de tener suerte. En el deporte, cuando la preparación se encuentra con la oportunidad, surge la suerte. Respetemos los tiempos, permitámonos fallar y perder, porque un proceso bien llevado da los resultados previstos.

Sigamos apoyando el deporte femenino y, con seguridad, al unirnos como sociedad para perseguir el mismo objetivo, este se conseguirá desde el respaldo y la empatía.