La investigación científica y el bienestar animal

Por Víctor Oswaldo Gamboa Ruiz, M. Sc., jefe del Departamento de Psicología Básica y Aplicada y coordinador del Laboratorio de Psicología Básica y Aplicada de la Facultad de Psicología y Ciencias del Comportamiento.

La investigación con animales se ha desarrollado en áreas diversas, como las neurociencias, la farmacología, la fisiología, la genética o la psicología. Comúnmente, se asume que se trata de estudios que benefician a los seres humanos a costa de los animales; sin embargo, uno de los ámbitos más prometedores es la ciencia del bienestar animal, que promueve la investigación de las especies de laboratorio en términos comportamentales, fisiológicos e, incluso, emocionales y cognitivos, para así promover las condiciones que los benefician en términos de su salud física y bienestar psicológico o emocional. Es un área fundamental que beneficia a los animales y las ciencias que se construyen a través de su uso (Poole, 1997).

Históricamente, los seres humanos nos hemos beneficiado de nuestra relación con los animales y hemos sistematizado nuestro conocimiento sobre estas especies, como en el adiestramiento y la crianza de perros, gatos o palomas, o a través de manuales muy antiguos de cacería con halcones. Esta relación es tan antigua y profunda que aparece desde las pinturas rupestres y, contemporáneamente, consideramos a estos animales como parte de nuestras familias. Después del huracán Katrina, las personas llegaron a negarse a ser trasladadas de las zonas de desastre si no iban con sus mascotas, por lo cual los planes de emergencia incorporan estrategias para estas. Cuando vemos a los animales inmediatamente reconocemos su sensibilidad y atribuimos cualidades que, aun cuando nos equivocamos al antropomorfizar, revelan la conexión, la empatía y el cariño que les profesamos.

¿Cómo garantizar el bienestar de los animales en la investigación?, ¿cómo podemos saber si un animal sufre, siente dolor o está triste? Las personas en muchas ocasiones nos equivocamos al respecto, como cuando creemos que las serpientes no tienen emociones, que los delfines son felices por su aparente sonrisa o que los gatos son odiosos. Esto es natural, los animales no nos cuentan cómo se sienten con palabras, de tal forma que interpretamos su comportamiento y características físicas. Sin embargo, estas imprecisiones pueden ser muy arriesgadas en el laboratorio, donde la responsabilidad moral y legal recae en el investigador, los administradores y los técnicos. Un inadecuado manejo tiene consecuencias éticas y científicas (sobre la comparabilidad de los resultados y su validez), e incluso sobre la imagen social de la ciencia.

La respuesta de la comunidad científica se ha desarrollado de varias formas. Si bien el uso de animales se regula legalmente, el conocimiento técnico depende directamente de la investigación empírica. Productos ejemplares de estos desarrollos son la guía para el cuidado y el uso de animales de laboratorio (National Research Council, 2011), que desde hace décadas formuló el reemplazo, la reducción y el refinamiento como los principios mínimos de la investigación ética, la integración de comités de ética y la creación de la ciencia de animales de laboratorio, que tiene por objetivo definir las condiciones ideales para establecer y evaluar el malestar, el dolor, el estrés o el sufrimiento que puede experimentar una especie, las estrategias para evitar estas condiciones y, finalmente, para implementar mejoramientos siempre que sea necesario (p. ej., Lafollette et al., 2018).

Es esta el área que, a través de la observación y la experimentación, comprende aquello que los animales no nos pueden decir, para favorecer su bienestar y aportar mejor a la ciencia; por ejemplo, cuando entendemos los efectos que tienen variables como el enriquecimiento ambiental, los ciclos de luz, la interacción social, el juego, etc. (Corredor et al., 2022).

Un ejemplo de la sinergia entre la investigación científica y el bienestar animal está en la Universidad de La Sabana que, para velar por el respeto, la conservación y el buen uso de la naturaleza de forma coherente, con una visión cristiana del mundo, establece que todos los proyectos de investigación deben ser aprobados éticamente, especialmente aquellos que usan animales.

Además, alineados con este principio institucional, el Laboratorio de Bases Biológicas del Comportamiento implementa estrategias para garantizar el bienestar animal, su cuidado y buen uso en la investigación. Es un espacio para la investigación científica con murinos (ratas y ratones), con capacidades técnicas para estudiar su comportamiento y fisiología, para en última instancia, comprender mejor las bases biológicas del comportamiento animal y humano.

Referencias

  • Corredor, K., Duran, J. M., Herrera-Isaza, L., Forero, S., Quintanilla, J. P., Gomez, A., Martínez, G. S., & Cardenas, F. P. (2022). Behavioral effects of environmental enrichment on male and female wistar rats with early life stress experiences. Frontiers in Physiology, 13, 1846. https://doi.org/10.3389/fphys.2022.837661
  • Lafollette, M. R., O’haire, M. E., Cloutier, S., & Gaskill, B. N. (2018). A happier rat pack: The impacts of tickling pet store rats on human-animal interactions and rat welfare. doi.org/10.1016/j.applanim.2018.02.006
  • National Research Council. (2011). Guide for the Care and Use of Laboratory Animals (Eight edit). The National Academis Press.
  • Poole, T. (1997). Happy animals make good science. In Laboratory Animals (Vol. 31, Issue 2, pp. 116–124). SAGE Publications Ltd. doi.org/10.1258/002367797780600198