Graduada de Derecho, reconocida en los “Women in Business Law Americas Awards”

Por Carolina Posada.

¡Cuestión de suerte! Creo que la vida me fue llevando a un campo que siempre descarté, pero que era el correcto para mí. Hoy estoy convencida de que el verdadero derecho se aprende y se ejerce en el litigio y de que al que le van a dar, le guardan.

En la Facultad tuve la oportunidad de tener como profesora a Marcela Mayorga, una gran profesional que lamentablemente ya falleció y quien, en 1997, mientras cursaba mi último semestre, me invitó a trabajar con ella en su oficina. Para ese entonces, la práctica profesional se realizaba en noveno y en décimo tenías que volver a la Universidad, sin un peso en el bolsillo, después de haber disfrutado lo que era tener un salario.  

Si bien Marcela litigaba y yo había jurado que jamás me dedicaría a eso, el gran aprecio y admiración que sentía por ella, sumados a la posibilidad de recibir un dinero, me hizo aceptar su ofrecimiento. 

Desde ese entonces, me han ocurrido una serie de afortunados acontecimientos, que uno tras otro me han llevado a estar donde estoy. La suerte es un factor muy importante en la carrera de cualquier persona y, si bien tú tienes que poner de tu parte, a mí, gracias a Dios, no me ha faltado.  

Llevando tan solo tres meses de trabajar con Marcela, me llamaron del Banco Extebandes -hoy Standard Chartered-, donde había hecho mi práctica y me ofrecieron trabajar en la Gerencia Jurídica. Un sueño hecho realidad: buen salario, varias primas extralegales al año, dejar de litigar y hacer trabajo de derecho corporativo y financiero. ¡Qué más podía pedir!  

Trabajando en Extebandes, mis dos jefes inmediatos, ambos abogados de La Sabana, talentosísimos y mejores personas aún, decidieron renunciar. Mientras les conseguían reemplazo, me pidieron coordinar los abogados externos. Trabajé en el Banco 100 días -los conté y se me hicieron eternos- y descubrí que el sector bancario no era lo mío. En la coordinación asignada conocí al abogado externo que sería mi jefe durante los siguientes 10 años. Un día, en una llamada para pedirle un informe de procesos, me dijo que si algún día decidía cambiar de trabajo le avisara para litigar con él. Inmediatamente, le dije: “Ya mismo, le aviso ya. ¿Cuándo empezamos?”Y, después de unos días de ires y venires, y de muchas dudas de su parte, totalmente justificadas, por supuesto -apenas había intentado litigar durante tres meses con Marcela y la verdad no sabía nada del tema-, apostó por mí y me contrató. Tuve la mejor escuela que hubiera podido tener y, siempre, le estaré infinitamente agradecida. Me enseñó a ir a los juzgados, a revisar un estado o una fijación en lista (en esa época había que hacerlo físicamente), a hacer y contestar una demanda, a sustentar una apelación, en fin, a litigar. Gracias a él conocí una visión muy práctica del derecho, con la que aún hoy me sigo aproximando a todos los casos.

Sin embargo, en la oficina solo trabajábamos tres abogados, lo que implica que la cantidad de trabajo que puedes hacer es más reducida y, los casos que te llegan, no son tan complejos como los que puede recibir una firma grande, así que sentí que tal vez valdría la pena intentar vincularme a una de ellas.  

Como mi hermana trabajaba en Posse Herrera Ruiz, muy temerosa, le di mi hoja de vida. Diez años antes, en uno de esos 100 días que pasé en el Banco, y antes de que ella entrara a trabajar allí, ya lo había intentado y había tenido una entrevista. No pasé el proceso de selección y un segundo no me entusiasmaba mucho. Después de algunas entrevistas y no pocas dudas, me contrataron. De eso ya van 13 años. Cuatro años después, en 2011, me hicieron socia.

En todos estos años, he aprendido que no hay caso ni sencillo ni menos aun ganado, que ningún abogado es ni menos bueno, ni menos inteligente, ni menos capaz que tú. Que jamás debes subestimar al otro y que tienes que esforzarte cada día. Que, si crees que tu contraparte está perdida, es porque eres tú el que no ha entendido el caso. Que el ego es tu peor enemigo, y que, lamentablemente, es un mal del que sufrimos casi todos los abogados y contra el cual trato de luchar permanentemente. Que en este mundo hay espacio para todos y que el reconocer el trabajo del otro es el primer paso para avanzar en esta carrera.

He tenido la inmensa fortuna de haber estado en el sitio correcto, en el momento preciso; de haber conocido gente generosísima, que ha confiado en mí y que me ha enseñado una infinidad de cosas. El mérito ha sido de ellos, no mío. Yo solo he tratado de corresponder a su confianza, de aprender a ellos y de hacer lo mismo con quienes vienen detrás.