Postureo y rituales digitales: el recuerdo del ausente como interfaz

Por María Catalina Cruz González, profesora de la Facultad de Comunicación.

¿Cómo nos despedimos de alguien cuando no podemos salir de casa? ¿Cómo damos el último adiós si nuestros rituales tradicionales y análogos, al inicio de la pandemia, no eran posibles? ¿De qué formas debemos recordar al ausente en un ecosistema digital? Estas y muchas preguntas más se dispararon con la pronta partida de nuestro amigo y colega, Sergio Roncallo-Dow. Y son muchas más las preguntas que cada uno de ustedes se hizo cuando alguien que querían dejó este mundo en tiempos de COVID-19 o, de seguro, han escuchado historias que les ha permitido cuestionarse qué harían ustedes ante tales situaciones.

Junto a Carlos Arango, profesor e investigador de la Universidad Católica de Oriente (Antioquia), quisimos darle significación a nuestro sentir, comprendiendo que el recuerdo del ausente es tan solo el inicio para entender que ellos son interfaces interconectando personas, ideas y proyectos que solo uno ve cuando esa persona ya no está.

Postureo y rituales digitales. Itinerarios para asir la datificación de un recuerdo es un artículo de reflexión que nos permitió no solo recordar y escribir sobre nuestro amigo y colega, sino comprender y reflexionar conceptos que él mismo investigaba y que está en nosotros continuar con su legado. La interfaz, el postureo y los rituales digitales son los tres ejes de una triada que pudimos construir con Carlos, para darle sentido a la inesperada muerte de alguien que queríamos y que seguimos queriendo.

La interfaz, entonces, nos permite asimilar que el ausente es un dispositivo que dispara constantes interrelaciones y el cual ha construido una comunidad sin nosotros saberlo. Luego, los recuerdos de los presentes se activan como interfaces permitiendo construir la memoria del ausente, pero ¿cómo? A través de los nuevos rituales digitales. Debemos recordar que la base de la pandemia es el distanciamiento social, pero el ser humano se ha configurado a través de las interacciones sociales, cuando estás se quebrantan, entonces, ¿qué queda? Es allí, donde el ecosistema digital ha permitido construir nuevas interacciones, pero, así mismo, ha instaurado un constante postureo: “ser” es ser visto y “recordar” es publicar.

“El ecosistema digital ha permitido construir nuevas interacciones, pero, así mismo, ha instaurado un constante postureo: “ser” es ser visto y “recordar” es publicar”.

Cuando alguien muere, el recuerdo de esa persona permite construir nuevos rituales digitales, amplificando la cantidad de datos que se publican en torno a su partida (posts, imágenes, tweets, blogs, stories, etc.), dejando obsoletos los rituales análogos como el velorio y el rito fúnebre, recuperando el sentido individual del duelo y revertiendo el sentido del ausente desde el self (mi propia mirada sobre él) que desde la otredad del fenecido.

Todas aquellas personas que ya no están son un constante recuerdo de que este mundo es móvil; que los cafés y las conversaciones que teníamos con las personas ausentes fueron instaurando y tejiendo relaciones que tienen significado cuando hablamos o leemos los recuerdos de las personas que conocían al difunto, y nos damos cuenta de lo poco que nosotros mismos lo conocíamos, pero se nos abre la posibilidad de conocerlos desde el otro, desde la ratificación, desde las múltiples sondas que se envían cuando el ausente está presente en medio de nuestras palabras.

Esta fue y seguirá siendo una oportunidad para esclarecer que lo personal no va en dirección opuesta a lo profesional, que aquellos momentos que marcan nuestra vida también son base para comprender la academia, reafirmando que un espacio como la universidad es una constante invitación para reflexionar, cuestionar y entender la vida.