Aprender a corregir a los hijos  sin castigar físicamente 

Colombia presenta una alta prevalencia en recurrir al castigo físico, en comparación con otros países de la región. El estudio "Prevalencia, Severidad y Cronicidad del Castigo Físico en Padres Colombianos", realizado por la Facultad de Psicología de la Universidad de La Sabana, mostró que la prevalencia es del 76 % en el país. De acuerdo con Unicef, Argentina presenta una prevalencia del 72 %, Brasil del 36 % y Ecuador del 44 %.

“Esta alta prevalencia de nuestro país posiblemente puede ser explicada por el conflicto armado o por la existencia de una cultura violenta que normaliza interacciones negativas, como el castigo físico. Al respecto, los estudios realizados en países con larga historia de conflicto armado han demostrado que los patrones de violencia permean la cultura a través de acciones como la violencia sexual, la violencia en la pareja, y el abuso físico y emocional hacia los niños”, explica Martha Rocío González, investigadora y decana de la Facultad de Psicología.

Adicionalmente, los investigadores interculturales han encontrado frecuentemente que una forma de agresión está asociada con otra. Por ejemplo, la presencia de un contexto de guerra se correlaciona con más homicidios, agresiones, deportes de combate y castigo físico. “Entonces, la evidencia disponible de estudios previos sugiere que el castigo corporal de los niños es parte de un patrón cultural de violencia. En otras palabras, la guerra puede legitimar la violencia, por lo cual los padres pueden sentirse justificados al castigar a sus hijos”, agrega la investigadora González.

La evidencia disponible de estudios previos sugiere que el castigo corporal de los niños es parte de un patron cultural de violencia

Por ejemplo, las emociones que experimentan los padres durante las interacciones con sus hijos influyen en cómo perciben y reaccionan ante las conductas inadecuadas de sus hijos. Si su reacción emocional es demasiado fuerte, los padres son menos capaces de regular sus emociones y, a su vez, su comportamiento. De esta manera, cuando los padres están molestos o emocionados, tienden a hacer atribuciones negativas sobre las conductas de sus hijos y a seleccionar la afirmación de poder, con el castigo corporal como respuesta.

Debido a los efectos y a las asociaciones del castigo físico con el deterioro de diferentes dimensiones psicológicas y del bienestar, este tema se ha convertido en un problema mundial de derechos humanos, según la Iniciativa Global para Acabar con todo Castigo Corporal hacia Niños y Niñas, desde el año 2009.

Los países que han ratificado la Convención sobre los Derechos del Niño están obligados a examinar sus políticas, leyes y normas culturales, para garantizar la protección de los niños de toda forma de violencia, incluidos los castigos corporales. La Convención declara que se debe proteger a los niños de cualquier tipo de castigo físico, incluyendo aquellos que son leves, como una palmada o un pellizco. Del mismo modo,diferentes países han incorporado intervenciones educativas relacionadas con el castigo corporal en sus programas nacionales de crianza, declara la Iniciativa Global, además de la promoción de leyes que regulen su prohibición.

Por ello, es clave trabajar en procesos de formación con padres de familia porque “Cuando el padre o la madre utiliza el castigo físico es porque no tiene o no conoce otras estrategias de educación para sus hijos. Probablemente, ellos también fueron castigados físicamente cuando eran niños y, por eso, en el fondo creen que esta es la forma en la que se corrige. Al final, ellos lo superaron y creen que así aprendieron”, afirma la investigadora sobre castigo físico, Ángela Trujillo, quien también es profesora de la Facultad de Psicología.

Según las investigadoras, es necesario que los programas para la reducción del castigo físico y el incremento de prácticas parentales positivas busquen:

No apoyar la normalización de la violencia común en la sociedad colombiana.

Buscar que los padres comprendan que el castigo físico es una manifestación de una cultura de violencia que debe cambiar, con el fin de crear una cultura de paz en el país.

Disminuir el estrés parental e incrementar la regulación emocional de los padres.

Intervenir en las percepciones y en las creencias negativas de los padres sobre el comportamiento de los hijos.

Reducir el enojo de los padres frente a los comportamientos “normales” o apropiados de los niños en su desarrollo, como las pataletas, y fomentar su conocimiento acerca de los hitos más importantes en el desarrollo.

Favorecer las prácticas que busquen la reflexión de los hijos sobre su conducta, así como un eficiente monitoreo o acompañamiento de los padres respecto al comportamiento, a la aceptación y al apoyo hacia sus hijos.

De acuerdo con este panorama, los padres y madres que usan castigos físicos en la educación de sus hijos no son malos, su intención es corregir su comportamiento y, en esencia, consideran que el castigo físico es una buena manera, aunque no lo reconozcan como una conducta cultural que puede responder a la normalización de la violencia en su vida cotidiana.