La vida como un suceso de eventos: el aporte académico de Viviana Sastre Gómez
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La psicóloga graduada de la Universidad de La Sabana e investigadora en la Universidad de Melbourne culminó su doctorado con una investigación en torno a cómo la mente segmenta los eventos, un proceso clave para fortalecer la memoria, el lenguaje y el pensamiento.
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Enseñar. Esa es la vocación que ha definido a Viviana Sastre desde joven: una apasionada por la investigación, el rigor científico y el arte de comprender la mente. Desde que estudió Psicología sabía que su vida estaría ligada a la academia. Se destacó como monitora en varias asignaturas de la facultad de psicología y obtuvo una beca por ser estudiante meritoria de su programa.
“Siempre he pensado que apostarle a la ciencia y a la academia vale la pena, sobre todo cuando vivimos en una época en la que hay demasiada información tergiversada”, asegura Viviana. Una vez finalizó su pregrado, decidió viajar a Argentina para cursar una maestría en psicología cognitiva y especialización en terapia cognitiva. Ese país le permitió profundizar en su interés por la docencia y la investigación. Mientras estudiaba, dictaba clases en un programa preuniversitario y apoyaba proyectos de investigación con población joven, enfocados en el desarrollo de habilidades como la concentración y la toma de decisiones. Al mismo tiempo, su tesis de maestría se centró en explorar cómo los niños desarrollan la teoría de la mente y el lenguaje, es decir, la capacidad de comprender lo que otros piensan y sienten, así como de expresar y reflexionar sobre sus propias ideas.
Cuando regresó a Colombia, sabía que estaba lista para iniciar una carrera como docente e investigadora en instituciones de educación superior. Fue así como empezó a servir a varias universidades, hasta ocupar incluso la posición de directora del programa de Psicología en el Politécnico Grancolombiano. “Para mí fue una gran experiencia. Aprendí de profesores que transmitían amor a la ciencia, al estudio minucioso. Eran ejemplo de cómo la sabiduría y la habilidad para decantar el conocimiento sólo la da el tiempo”, recuerda con emoción.
Más adelante, con el deseo de hacer un doctorado, Viviana viajó a Australia junto a su pareja y se instaló primero en Sídney. Durante dos años se dedicó a perfeccionar el inglés mientras trabajaba en distintos oficios para sostenerse, siempre con la meta de volver a la academia. Después, en Melbourne, empezó a orientar estudiantes en una agencia educativa y, paralelamente, a enviar aplicaciones para doctorados en diferentes universidades dentro y fuera del país. No fue sencillo: a pesar de tener dos maestrías, varios profesores le sugerían actualizar su formación para alinearse con las expectativas locales, ya que muchas veces no se conocía bien el tipo de investigación que se realiza en América Latina. Las respuestas iniciales no fueron alentadoras, pero esa experiencia reafirmó su propósito de seguir creciendo en la ciencia.
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Lejos de rendirse, buscó otras vías. Se vinculó como voluntaria en grupos de investigación sobre alzhéimer y memoria, donde trabajó de la mano con académicos locales, fortaleció su dominio del inglés en el ámbito científico y demostró sus capacidades.
Ese camino, que combinó constancia y flexibilidad, fue el que finalmente la llevó a alcanzar su meta. Tras haber enviado 200 postulaciones a universidades en diferentes continentes, y sumar varios meses de voluntariado, logró conectar con un supervisor que valoró su experiencia y la invitó a sumarse a un doctorado en la Universidad de Melbourne, donde además fue ganadora de una beca otorgada por la institución. Sabía que competir con aspirantes de distintas nacionalidades, como estudiantes chinos reconocidos por su rigurosidad académica, era un reto enorme, pero lo importante de esta historia es que demuestra que se puede lograr con esfuerzo, perseverancia y confianza en el propio camino. “Si después de tantos ‘no’, mantienes la apertura, siempre habrá alguien que pueda ver lo que tú haces y todo lo que has conseguido”, reflexiona.
Segmentar para recordar: claves de los procesos cognitivos
Con el mismo interés de siempre por comprender cómo funciona la mente, Viviana orientó su investigación hacia los eventos cognitivos, específicamente las segmentación de los eventos. Para entender mejor este concepto, piensa en una situación cotidiana: ¿te ha pasado que estás en tu cuarto, vas hasta la cocina y al llegar olvidas qué ibas a hacer? Generalmente ocurre porque tu mente aún está enganchada con la actividad anterior, como si no hubiese “cerrado” del todo el episodio. A este tipo de experiencias se les llama eventos cognitivos: momentos en los que nuestra mente organiza lo que hacemos, pensamos o sentimos en unidades con inicio y fin. Precisamente ese fue el objeto de estudio de Viviana durante su doctorado: cómo las personas logran dar por terminado un evento y pasar al siguiente de manera ordenada.
“Dentro de la literatura clásica de la cognición, se ha establecido que hay cuatro procesos cognitivos: la percepción-atención, la memoria, el lenguaje y el pensamiento. Lo que nosotros hemos estado investigando es que dentro de la percepción y la memoria está otro proceso, llamado eventos cognitivos, que es cómo nuestra mente divide y organiza lo que vivimos, permitiendo no solo que sintamos la experiencia de manera ordenada, sino también que podamos guardarla y recuperarla más fácilmente en la memoria”, explica la investigadora.
La importancia de este tema de investigación, señala, está en que “nuestra vida cotidiana se compone de una secuencia de eventos: desde acciones simples, como preparar un café, hasta tareas complejas, como planear un proyecto. La forma en que estos eventos se ‘abren’ y se ‘cierran’ influye directamente en cómo recordamos, hablamos y pensamos sobre lo que vivimos. Existen distintos modelos que intentan explicar cómo sucede esta segmentación y lo que nosotros buscamos es observar cuáles de esas explicaciones resultan más plausibles para entender este proceso en la vida real”, puntualiza.
Esta teoría, que fue propuesta por el profesor Zacks y su equipo en Estados Unidos, había sido estudiada únicamente en laboratorios. El aporte de la investigación de Viviana fue llevarla más allá de esas condiciones controladas, aplicando metodologías innovadoras en contextos cotidianos. Para ello, utilizó una aplicación en los celulares de los participantes, con la que registraban sus actividades a lo largo del día (ecological momentary assessment), añadían fotografías y, en los dispositivos Android, se recogían datos de movimiento y orientación mediante acelerómetros. De la mano de su supervisor, el profesor Simon Dennis, Viviana trabajó en el análisis de esta información en el Complex Human Data Lab de la Universidad de Melbourne, un centro que desarrolla modelos matemáticos y estadísticos para comprender cómo funciona la cognición humana.
La tesis de Viviana tuvo como objetivo poner a prueba distintos modelos que intentan explicar cómo la mente segmenta los eventos. “Uno de ellos fue el modelo del tiempo, que sostiene que solemos anticipar el final de una actividad según la duración promedio que creemos que debería tener”, explica la investigadora. Para ponerlo a prueba, los participantes registraron diariamente la duración de sus actividades y esos datos se analizaron con modelos estadísticos que permiten estimar distribuciones de tiempo. Los resultados mostraron que, en la vida cotidiana, la duración no es un indicador confiable: la mayoría de los eventos no siguen un tiempo típico ni predecible, sino que se ajustan mejor a distribuciones variables como la exponencial o la gamma. En otras palabras, aunque tengamos una intuición sobre cuánto debería durar una actividad, en la práctica ese “reloj interno” no basta para señalar el final de un evento.
Otro hallazgo clave, según Viviana, fue que los eventos no siempre ocurren de manera secuencial, sino también en paralelo, como cocinar mientras se escucha música. Al analizar seis características de los eventos, como el lugar, las personas, las actividades, el estado de ánimo, el estado corporal y las metas, se vio que algunas resultaban estables mientras que otras eran muy variables. “Esto muestra que no existe un marcador único para segmentar la experiencia, sino que la mente combina distintas señales”, asegura. Al mismo tiempo, abre una mirada novedosa, ya que hasta ahora se asumía que la segmentación implicaba siempre una contigüidad.
Aterrizado a contextos concretos, las implicaciones de esta investigación también alcanzan otros campos. “En educación, por ejemplo, la teoría de segmentación de eventos sugiere que introducir pausas entre las lecciones favorece el aprendizaje, mientras que clases excesivamente largas lo dificultan”, explica Viviana. En la crianza, “ciertos marcadores externos, como la luz del sol o la oscuridad, ayudan a los niños a identificar inicios y finales, creando hábitos más claros”, amplia.
De manera similar, al llevar este enfoque al estudio del alzhéimer, Viviana señala que muchas veces las personas que viven con esta condición olvidan qué actividad estaban por iniciar porque no han logrado cerrar el evento anterior. Comprender esta dinámica abre la puerta a estrategias prácticas, como establecer rutinas claras que faciliten la orientación y el funcionamiento cognitivo en la vida diaria. En conjunto, estos hallazgos muestran que la estabilidad de ciertos rasgos aporta estructura, mientras que la variabilidad de otros introduce flexibilidad, permitiendo que la vida cotidiana pueda recordarse y organizarse de manera más realista.
En este punto, en el que Viviana está ad portas de recibir su título como doctora, valora poder seguir aportando a procesos de investigación en Australia, particularmente porque puede percibir el impacto que tienen los estudios sobre la creación de políticas públicas. Actualmente, por ejemplo, ve cómo la investigación que hace desde la Facultad de Trabajo Social de la Facultad de Medicina está incidiendo en la población víctima de violencia doméstica y niños víctimas de explotación sexual.
Ahora que vive su sueño, Viviana no olvida dónde comenzó su camino: “En La Sabana tuve profesores comprometidos, interesados en brindar una buena educación, entregados a sus clases y a sus estudiantes”, recuerda. Entre ellos destaca a Neila Estela Díaz Bahamón, jefe del Departamento de Psicología para el Desarrollo y la Educación. Para mí, la profesora Neila es una digna representante de la academia, no solo por su trayectoria como investigadora, sino también por su compromiso en motivar a sus estudiantes a recorrer este camino. Fui su monitora y hoy tengo mucho que agradecerle, porque me ha acompañado en mis procesos de postulación a programas de posgrado a lo largo de mi carrera”, concluye.
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