El amor: de las películas a la realidad

Películas, libros, historias y, en general, muchos contenidos narrativos nos han mostrado un amor ideal al que aspiramos desde que somos muy jóvenes. Pero, ¿existe realmente este tipo de amor, el amor “de película”? Cristian Conen, profesor del Instituto de La Familia y doctor en Matrimonio y Familia, comparte tres puntos que ayudan a contrastar la forma en la que es mostrado el amor en las películas y las dinámicas de la realidad que sí llevan a construir ese “felices para siempre”:
El amor va más allá de lo que sentimos
Este primer punto se enfoca en el reduccionismo del amor. De acuerdo con Conen, en las historias románticas de Hollywood, el amor se basa solamente en el sentimiento y el afecto. “Lo que por lo general se desvía de la realidad, que es que el amor es gobernar”, afirma. Es decir: el amor va más de allá de lo que sentimos y experimentamos; se trata más bien de las decisiones y acciones que como seres humanos tomamos. Además, se requiere entender que en esta ecuación entran en juego otras variables que son la inteligencia y la voluntad. En sus palabras, esto se explica básicamente en que el amor es “lo que nos pasa y lo que hacemos que nos pase”. Para Conen, todo ello es una buena noticia, porque significa que, en la vida real, el amor no es como suelen plantearlo algunas películas, películas, sino que, por el contrario, este simplemente llega y, por ende, se va. Es como sucede con la felicidad: está en nuestras propias manos el alcanzarlo. Para el profesor, el reto está en educar para lograrlo, ya que saber cómo se ama, cómo se ama bien, cómo se cuida y cómo se sana es posible de aprender. Sin embargo, surge el interrogante de cómo se realiza. El profesor Conen explica: “El primer punto es respetar a la persona con la que se está. Para ello, es necesario conocerla. De esta forma, puede saberse de qué manera esa persona se siente querida y cuál es el canal afectivo para lograrlo”. Así, aun en medio de los desacuerdos, será posible una unión.
El flechazo vs. el enamoramiento
Uno de los principales problemas que encuentra Conen en algunas películas es que nos plantean la idea de que el flechazo es igual al amor. Según él, el amor, como todos los procesos vitales, tiene un proceso de maduración. “Así como los seres humanos no nacen adultos, los amores tampoco. Nacen con vida embrionaria y, en el caso del amor, el flechazo es este embrión. ¿Es amor? Sí. ¿Es vida humana? También. Pero no es toda la vida humana posible, como tampoco es todo el amor posible: es solo el comienzo”, explica el profesor.
Para entender mejor estas circunstancias, el profesor acude también a ilustrar cuál es la diferencia entre el enamoramiento y el flechazo. El flechazo es una emoción, mientras que el enamoramiento es un sentimiento. “Las emociones son muy fuertes y lindas, pero no son duraderas”, afirma. Esta fugacidad se explica en dos signos psicológicos: el primero, que trastorna la atención, porque a quien tiene un flechazo le cuesta concentrarse en lo que hace habitualmente. Si fuese un estado permanente, no nos permitiría ni trabajar ni estudiar; el segundo signo es que nos hace volar la imaginación, es decir, proyectamos en esa persona el ideal de mujer o el ideal de hombre que tenemos y que hemos ido construyendo con nuestra experiencia, pero que al final solo está en nuestra mente. En contraste, lo que sí puede durar para siempre es el enamoramiento. Este es un sentimiento con otros signos psicológicos: deseo de estar con la persona, solo con ella, para siempre con ella, darle lo mejor de mí a ella y deseo de recrear todo con ella.
La intención real y sincera de amar
De igual forma, Conen explica que, en la realidad, a diferencia de los filmes, estas acciones que tanto se han mencionado son el paso para tener la intención real y sincera de amar, lo que a su vez se compone de las siguientes intenciones:
Intención benevolente, que consiste en dar lo mejor de mí a esa persona.
Intención responsable, la cual se relaciona con el trabajo en sí mismo. Es decir: si quiero dar lo mejor de mí, debo hacer algunos cambios y mejoras.
Intención unitiva, que se trata no solo de pensar en el “yo” o en el “tú”, sino en un “nosotros”. No es lo que a mí o a ti te convenga, es lo que nos conviene como pareja. Para finalizar, el profesor Conen concluye que, a partir de estas tres intenciones, justamente es posible dictaminar si una relación no es tóxica, es decir, cuando ayudo a la otra persona a ser su mejor versión desde dicha intención. Esta es la principal conclusión y la buena noticia: es posible tener un amor para toda la vida y vivir una película propia, en la que siempre prevalezca una intención real de amar.

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