¿Existe realmente el “amor platónico”?

Según Platón, el amor consiste en que la persona que ama no va a amar la belleza simple; se va a concentrar en buscar lo bello de quien ama. El “amor platónico”, por el contrario, se queda en lo físicamente bello, idealiza y cree que el amor es inalcanzable.

¿Alguna vez sentiste tener un amor imposible, no correspondido y, sobre todo, inalcanzable? ¿Qué pensarías si te dijeran que el amor, según Platón, sí puede alcanzarse?

María Camila Gallego, profesora de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas, explica qué es realmente el amor “platónico” y cómo se ha tergiversado este concepto, que nada tiene que ver con el uso que le damos.

En primer lugar, eso que la sociedad entiende como “amor platónico” no refleja el pensamiento de Platón. Para comprenderlo mejor, ayuda el diálogo El banquete, que dice que, durante una reunión de amigos, Sócrates contó lo que Diotima, una sacerdotisa, le explicó sobre el amor.

En la Antigua Grecia existían tres tipos de amor: el ágape, que es incondicional, representa el compromiso absoluto y la fidelidad, y, según el cristianismo, solo proviene de Dios hacia los hombres; el filial, ese que nos damos entre familiares, amigos y compañeros; y el eros, que se da entre parejas, pero que, para Platón, va mucho más allá del romanticismo

Platón expone el amor como una locura divina; para él, es una comunión con la divinidad. En otras palabras, amar es buscar la trascendencia humana para conectar con aquello que es eterno. El amor es el impulso esencial de la filosofía, que no es algo teórico ni frío, sino que tiene que ver con ese deseo de buscar el conocimiento, la felicidad y contemplar la verdad que hay en el otro.

El amor consiste en desear algo que no se posee (como el amor platónico que conocemos), pero tiene que ser algo extremadamente bello y bueno. Para él, uno no puede amar lo que es falso ni lo que desconoce. Y ese es el trabajo del amante, es decir, de aquel que ama: buscar qué es eso bello y bueno, porque solo podemos amar cuando lo encontramos.

Pero, ¿qué es lo bello y lo bueno? El filósofo propone una escalera del amor. En el camino de amar, primero se identifica la belleza física, eso que parece estéticamente agradable. De repente, cada uno se da cuenta de que hay muchos cuerpos bellos y no es suficiente; entonces, se sube el escalón y se encuentra la belleza del alma, que hace pensar en qué virtudes hay en esa persona y en qué de “bueno” tiene. Sin embargo, hay muchas almas bellas; entonces, se avanza al otro escalón. Ahí también existe belleza en las cosas, la naturaleza, el arte, el conocimiento, y eso sucede justo un escalón antes de encontrar la belleza por sí misma, y esa hace pensar que, independientemente de cómo esté la otra persona, de lo que siente o de lo físico, se ve bello conocerla y saber cada vez más de ella, porque se hace bella por sí misma.

Esa es la finalidad de todo amante y de todo filósofo. Y en esto consiste realmente el amor, según Platón, en que la persona que ama no va a amar la belleza simple; se va a concentrar en buscar lo bello de quien ama. El amor platónico, por el contrario, se queda en ese escalón de lo físicamente bello, idealiza y cree que es inalcanzable encontrar el amor, porque nunca se atreve a conocerlo de verdad.

La idealidad de la vida no es tener un amor imposible, sino buscar y amar las ideas eternas, inteligibles y perfectas que trascienden nuestra humanidad. En el amor platónico de la sociedad lo que tenemos son imperfecciones, las sombras de aquello que sí es perfecto.

“Yo creo que si Platón viera el uso que le damos al amor platónico estaría molesto”, afirma Gallego. “Y es que las personas que tienen un amor platónico, como está concebido hoy, se quedan en el primer escalón, y no cumplen el verdadero propósito del amor, que luego lleva a la felicidad. Es un uso puramente superficial y eso es vivir en las sombras”, agrega.

Importa entender que el amor no se trata solo de encontrar algo, sino de querer recorrer el camino que lleva a la verdad. El que se queda en este mundo de las apariencias, el que cree que amar es simplemente una atracción, está en un mundo en el que no puede conocer la verdad humana ni amar y, por lo tanto, no podrá ser feliz. Tal vez va a necesitar eso que Sócrates llama un impulso divino del amor, que lo lleve a buscar el conocimiento y la verdad, y ese impulso puede convertirse en nuestra misión de vida: enseñar a otros qué es realmente el amor.