Cultura financiera: educación, ahorro e inversión

Columna de opinión por: Por Javier Alonso Prada Rangel, profesor del Departamento de Finanzas de

la Escuela Internacional

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El dinero es un recurso escaso que, lógicamente, se debe saber administrar, tanto en el ámbito corporativo como en el personal y en el familiar. Es clara y obvia esta premisa, pero, en el plano personal-familiar, ¿siempre actuamos en consecuencia?

Cuando se aborda este tema, se suele hacer énfasis en la necesidad de elaborar un presupuesto como instrumento de planeación y control de los gastos para que los egresos no superen los ingresos y, al mismo tiempo, se logren unas metas determinadas. Una familia siempre buscará el bienestar en función de la alimentación, la vivienda, el vestido, la salud, la educación, la pensión, el transporte y el descanso. Pero, aquí ya podría surgir el siguiente dilema, ¿los ingresos alcanzan para cubrir todas estas necesidades básicas? Dependiendo de la respuesta, se deben tomar las correspondientes medidas sin afectar el bienestar familiar, procurando siempre generar un excedente, con el fin de constituir un fondo de imprevistos (por ejemplo, ante el desempleo) o para crear o incrementar nuestra riqueza (patrimonio).

Para esto último debemos considerar las posibilidades de inversión. ¿Inversión? Sí, ¡claro! Adquirir recursos, denominados activos, con cierto valor monetario para generar un beneficio económico o de otro tipo. Ejemplos: adquirir un vehículo; si es para uso particular, solo producirá gastos; pero, si sirve para ofrecer servicios de transporte de pasajeros o de carga, sería un activo productivo, siempre y cuando sea bien administrado. De manera equivalente podríamos considerar la adquisición de un inmueble (vivienda, finca, lote, etc.). Estos ejemplos se consideran activos reales o físicos; sin embargo, también existen los activos financieros, como el clásico ejemplo de un certificado de depósito a término (CDT). Hoy, a través de los fondos de inversión colectiva, las personas pueden realizar inversiones en diferentes tipos de activos: inmuebles, acciones, divisas, renta fija, pagarés, libranzas, facturas, etc.

Todo esto suena muy bien, pero es solo una cara de la moneda. La otra cara inherente es el riesgo, que es la posibilidad (alta, media o baja) de que no se alcancen los resultados esperados en cuanto a rentabilidad, generación de ingresos (caja), entre otros. ¿Es fácil? No. Entonces, ¿qué hacer? Se pueden hacer varias cosas:

  • Presupuestar los gastos y ahorrar. Debemos evitar caer en el consumismo asfixiante que nos rodea a diario y en angustiantes e innecesarias deudas (pasivos).
  • Educarse en finanzas personales y consultar a expertos de confianza.
  • Fijarse y cumplir metas de inversión con base en el nivel de los ahorros.
  • Incorporar buenos hábitos financieros al comportamiento cotidiano que faciliten el ahorro y la inversión.
  • Forjar, por nosotros mismos, una cultura financiera de ahorro e inversión, pensando no solo en el bienestar individual, sino también teniendo en cuenta que de esta manera se construye un bienestar económico y social.