Los retos actuales de las instituciones educativas

Columna de Opinión por la doctora Luz Yolanda Sandoval Estupiñán, directora de la línea Institución Educativa, Currículo y Gestión del Doctorado en Educación.

Actualmente, se cuestiona la capacidad de la institución educativa, llámese universidad o colegio, para afrontar los retos de la cuarta revolución industrial. Algunos consideran que se quedará corta y es posible que tengan razón, si se mira el reto únicamente en términos de innovación y formación tecnológica, ya que los recursos para invertir en educación siempre son escasos. Si bien la educación no es la única solución a todos los problemas y desafíos que nos convocan, sí ha estado presente ante los retos de la primera, segunda y tercera revolución industrial, al igual que lo estará en esta cuarta.

Aunque los cambios sociales y tecnológicos son acelerados, en la educación siempre han sido lentos porque implican transformar la cultura. Si la empresa puede asumir la capacitación técnica, es decir el “entrenamiento”, la escuela debe aportar el ethos y centrarse en lo misional: la formación; un compromiso con las transformaciones que implican largo plazo. Indudablemente, la institución educativa debe estar a la vanguardia de los avances científicos y tecnológicos, pero no puede descuidar su responsabilidad central en la humanización y preparación del ser humano para dirigir la complejidad en los cambios sociales. La persona humana, como bien lo señala Donati (2018), es el agente social que puede reflexionar sobre las estructuras sociales y modificarlas con cierta intencionalidad; “Puede regenerar lo social desde adentro, mientras al mismo tiempo lo trasciende” (p. 29).

La transformación personal que suscita la educación en la persona es la base y el cimiento para la transformación social. Preparar a los jóvenes y a los profesionales para un devenir que trasciende nuestra imaginación, no será posible sin tomar en cuenta a quién educamos y para qué educamos; es aquí donde cobra importancia la idea de que no es suficiente pensar la educación desde los saberes y las competencias duras, sino desde el ser y las competencias blandas para sobrevivir en una sociedad global.

No es suficiente pensar la educación desde los saberes y las competencias duras, sino desde el ser y las competencias blandas para sobrevivir en una sociedad global.

Un buen profesional, además de dominar la ciencia y la técnica, debe forjar un modo de ser y unos hábitos que lo dispongan a aplicarlas: estudio, perseverancia, espíritu de servicio, dedicación y saber digerir éxitos y fracasos (que finalmente es el ethos profesional). Formar innovadores, emprendedores, cocreadores colaborativos y generadores de conocimiento en un campo específico, implica retos en lo pedagógico y en el rol del docente, lo cual exige cada vez más eficacia en su competencia técnica, sin perder de vista su formación humanística que le permita aportar al “ethos humano”.

En la revolución educativa, la integralidad es un principio fundamental para la humanización, pues implica formar a la juventud para usar cabeza, corazón y manos. Crecimiento personal y formación profesional son dos pilares de la renovación. Por eso, el verdadero desafío educativo del siglo XXI está en la capacidad de las instituciones y de los educadores, para promover y alcanzar la integralidad educativa y el ethos profesional docente.

Referencias

Donati, P. (2018). Sociología relacional de lo humano. Pamplona: Eunsa. Sandoval, L. Y. (2019). Desafíos educativos en la cuarta revolución industrial: integralidad y ethos docente, en Naval, C., Vergara, J., Rodríguez, A., Bernal, A. (Coordinadores) Reflexiones teóricas sobre la educación. Homenaje al profesor Francisco Altarejos (36-47). Madrid: Dykinson.