¿Cómo ayuda el médico familiar a la prevención de la depresión en el adulto mayor?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión es considerada el trastorno mental más frecuente en la salud mental, afectando a cerca de 300 millones de personas en el mundo. Adicionalmente, el aislamiento social, la incertidumbre, el temor al contagio y otros factores asociados a la pandemia han ocasionado un aumento en los trastornos de depresión, ansiedad y estrés en la población mundial, como lo demuestran múltiples estudios.

En los adultos mayores, la depresión es la enfermedad psiquiátrica más frecuente, la cual termina afectando la calidad de vida de las personas y, en algunos casos, aumenta la morbilidad y la mortalidad. Ante este panorama, la investigación Rol del médico familiar en la prevención primaria y secundaria de la depresión en el adulto mayor, del Departamento de Medicina Familiar de la Facultad de Medicina, destaca el papel fundamental del médico familiar para la prevención de la depresión en este grupo poblacional. De acuerdo con el doctor Erwin Hernández, profesor de la Facultad y uno de los coautores de la investigación, el médico familiar no solo es el primer contacto médico con los pacientes geriátricos, sino que sirve como un articulador con los demás especialistas, con el fin de brindar una atención integral a todos los pacientes de todas las enfermedades. Además, actúa en los tres niveles de la prevención: primaria, secundaria y terciaria.

“La prevención primaria consiste en evitar que la enfermedad aparezca. En este caso, los médicos familiares intervenimos con medidas educativas, que involucran al paciente y a su familia, e identificamos los factores de riesgo para evitar que la enfermedad prospere. En la prevención secundaria realizamos un diagnóstico oportuno, con el fin de identificar de forma temprana las enfermedades para tratarlas y prevenir secuelas. Y, en cuanto a la prevención terciaria, el médico familiar rehabilita o devuelve al paciente al entorno laboral, familiar y comunitario”, señaló Hernández.

Según la investigación, los factores de riesgo que tienen mayor relevancia para desarrollar depresión en la edad adulta son: la viudez, la discapacidad, el deterioro cognitivo, las enfermedades crónicas y vivir solo. Además, las mujeres tienen mayor incidencia que los hombres. Sin embargo, para realizar un adecuado abordaje, es fundamental el diagnóstico.

De acuerdo con la doctora Lina Avella, coautora de la investigación y profesora de la Facultad de Medicina, “Se debe realizar una entrevista completa, un examen mental preciso y un examen físico adecuado. Así mismo, en el adulto mayor es importante descartar otras enfermedades, como el deterioro cognitivo, los trastornos de los órganos de los sentidos y descartar otras enfermedades sistémicas, que también puede generar síntomas, como la desnutrición, el hipotiroidismo o los efectos adversos a medicamentos”, comentó.

Frente a este último punto, la doctora también subraya la importancia de la precaución con la prescripción de medicamentos:

“Antes de iniciar un medicamento en este grupo poblacional, es muy importante evaluar el estado de salud del paciente, las patologías de base y los demás medicamentos que esté tomando. También, se debe valorar el riesgo y el beneficio del uso de estos para establecer, de manera individual, cuál es el medicamento adecuado para cada persona”.

Por último, la investigación señala que el médico de familia debe conocer y gestionar los factores de riesgo modificables, asociados con la depresión. Entre estos, se encuentran: el índice de masa corporal anormal, la inactividad física, el tabaquismo y el consumo de alcohol. “Otra de las estrategias en el tratamiento es el cambio en el estilo de vida. Por ejemplo, el ejercicio físico suprime sentimientos negativos, controla las emociones y es una práctica que ayuda reducir el estrés […]. Adicionalmente, la intervención psicosocial también es recomendada, pese a que es una práctica poco utilizada”, afirmó el estudio.