Teología moral: ¿un peso o una ayuda?

¿Por qué a veces sentimos como una carga hacer el bien? ¿Por qué “hacer lo correcto” en ocasiones nos hace sentir cohibidos en nuestra forma de ser? ¿Somos realmente libres? Estas fueron algunas de las preguntas que resolvió el Sacerdote Julio Diéguez, doctor en Teología y profesor de Teología Moral de la Universidad de la Santa Cruz (Roma), quien fue invitado a nuestra Universidad por el Departamento de Teología de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas.

Equipo de Campus: ¿Qué es la Teología Moral y por qué es importante para nuestras vidas?

Julio Diéguez: La Teología Moral intenta estudiar los actos humanos para tratar de ver cuándo son buenos o cuándo no. Pero, a lo largo de los años, la moral, ya sea en la filosofía o en la teología, es vista como un peso, como unas reglas que hay que cumplir, que limitan nuestra libertad y que nos prohíben hacer esto o aquello, aunque no entendemos realmente porqué.

Este es un modo de enfocar la moral que surgió hace muchos siglos y que ha conseguido influir mucho en la sociedad. Sin embargo, si uno se conecta a lo sucedido en el siglo XIV, que es cuando este sistema nació, descubrimos que se trata de algo mucho más profundo, porque en ese momento, especialmente Santo Tomás, intentaba descubrir cuál es el modo de actuar que lleva a que las personas vivan una vida plena y feliz. En otras palabras, la Teología Moral es el estudio de aquello que da plenitud a la vida, pero siempre a la luz de la razón.

 

E.C.: ¿Cómo atraer a las personas a la formación de su moral, cuando estamos tan llenos de prejuicios y pareciera que esto es un asunto únicamente religioso?

J.D.: Es un reto porque la idea negativa de la moral está muy intrínseca en la sociedad, superar eso no es fácil. La mayoría de las personas aceptan la moral porque les toca, por un motivo religioso, pero no entienden el verdadero sentido de la moral. Estas son las primeras personas que “hay que convertir”, porque tienen que darse cuenta de que no es bueno vivir así: a la espera de un premio que me darán en otra vida, sino que es bueno vivir y sentirnos recompensados ahora.

Hay que entender que la moral está basada en las virtudes y estas no son reglas que cumplir, que es como la gente lo concibe generalmente. La virtud realmente es el gozo en el bien. Es cuando la persona a través de sí mismo ha ido transformando su carácter, su forma de ser, de manera que llega un momento en el que disfruta hacer el bien. Entonces, todo lo que mira y hace, está enfocado en formar sus virtudes.

Esto no se trata de religión, porque hay virtudes que impactan nuestra cotidianidad, como ser diligente, evitar la pereza, ser atento, un buen trabajador, o ser puntual. Estas cosas, aunque no están escritas en un código, intentamos regularlas.

 

E.C.: ¿Hay entonces un código de reglas morales?

J.D.: No, precisamente la moral no es un asunto teórico, es un tema práctico. Solamente lo entiendes si decides tomar acciones para vivirla. Un ejemplo de esto es el caso de los abusos. A mí me llama la atención cómo los medios de comunicación enfocan esto como un problema de justicia, aunque el problema empieza en el desequilibrio emocional de la persona. Esto quiere decir que los delitos no son un problema básicamente de justicia sino de moral, ya que la autoridad civil no actúa hasta que la persona genera un daño hacia otra persona, es decir, la justicia no resuelve que las personas cambien, sino que eviten hacer ciertas acciones.

 

E.C.: Teniendo en cuenta esto, ¿cómo entender y formar nuestra moral nos hace libres?, ¿libres de qué?

J.D.: Somos libres de nuestros propios errores. Si yo entiendo mi formación como represión, es decir, como que tengo que evitar ciertos comportamientos porque me dicen que no están bien, yo soy poco libre. Pero si entiendo la moral y la procuro como algo que disfruto, que me cambia, al final termino siendo libre en mis decisiones de cómo actuar. En otras palabras, soy plenamente libre porque hago lo que yo quiero y lo que realmente quiero es el bien. Una persona que dice una mentira, generalmente no le gusta decir mentiras. Lo hace, por ejemplo, porque no soporta la idea de quedar mal. Si no somos equilibrados emocionalmente ante esta situación, ese interés que nos produce el quedar bien no nos deja ser libres. En cambio, cuando somos equilibrados, no nos importa nada más que hacer el bien y entonces somos libres de hacer lo que queremos. Y hay plenitud, si cuando lo que queremos, es el bien.