Mauricio Sarmiento Pedraza. Reconocimiento por servicios prestados

Solo encuentro palabras de agradecimiento para esta gran Institución y ruego a Dios para que siga con su exitoso desarrollo como claustro educativo.

“ Cuando llegué a la Universidad, en el año 1991, como empleado de la empresa de vigilancia que estaba contratada en ese momento, se empezaba a construir la sede del campus: estaba habilitado el edificio D como aulas de clase, la actual Casa de Gobierno se encontraba en remodelación y también se empezaban obras en el edificio A. Luego, me enviaron a trabajar en la sede Quinta Camacho; pero, estando allí, se terminó el contrato entre las dos empresas y, por ende, también mi servicio para la Universidad. Mi deseo siempre fue volver a trabajar en el campus, por lo cual, finalizando el año 1999, muy confiado y agarrando fuerte la mano de Dios, me presenté nuevamente a la Universidad.

Trabajé temporalmente los meses de diciembre, enero y febrero. Hasta que, el primero de marzo, me llamaron para firmar el contrato laboral de planta con La Sabana. Mi agradecimiento más grande es a Dios, por guiar mis pasos y colocarme donde estoy. A la Universidad, por acogerme en sus labores diarias y enseñarme a distinguir, perfeccionar y apreciar mis valores y virtudes. A las personas que la conforman, por la oportunidad que me conceden para sentirme útil a la sociedad con mi servicio. A mi familia, por el apoyo que siempre me han manifestado y por entender mi ausencia por el trabajo. En sí, mi gratitud a todas las personas que hacen agradable la permanencia y continuidad en la Universidad. Son 20 años de enseñanzas diarias para afrontar la vida, 20 años de vivencias inolvidables y gratificantes, 20 años de lindos acontecimientos que han dejado huella.

Estoy agradecido por los cursos dictados durante cada año, por las convivencias a las que fui invitado, por la infinidad de charlas que me han enriquecido como persona, por las ayudas que disfrutaron mis hijos durante su época educativa y también en su vida personal. Solo encuentro palabras de agradecimiento para esta gran Institución y ruego a Dios para que siga con su exitoso desarrollo como claustro educativo. Les confieso que hoy, al escribir esta nota, mi pensamiento se remonta a aquel inicio y, viajando a través de estos años, confirmo, sin temor a equivocarme, que ¡Ser Sabana vale la pena!