“Fue imperativo crear conciencia, diferentes tipos de acercamiento, cambios en las metodologías y formas de trabajo desde la virtualidad, haciendo uso de los insumos y herramientas brindados por la Maestría en Desarrollo infantil”.
“Ejercer la docencia en el sector rural siempre representó un gran reto para mí y para mi práctica de enseñanza. Sin embargo, el mayor desafío llegó con el COVID-19, pues, en el peor de los escenarios, los docentes nos enfrentamos a estas situaciones sin apoyo de ninguna clase, y no todas las familias cuentan con equipos y con capacidad de conectividad”, comenta Dolly Romero Osorio, profesora hace 24 años y actualmente docente en la I. E. San Roque, ubicada al sur del Departamento del Huila.
El deseo de los padres y de los niños por permanecer activos en el año lectivo ha permitido realizar acuerdos y estrategias coordinadas, que van desde llamadas telefónicas, juegos de guías y mensajes través de WhatsApp. “No ha sido fácil de forma remota, pero eso también ha hecho que se fortalezcan lazos de amistad y comprensión en la distancia, y la Maestría en Dirección y Gestión de Instituciones Educativas ha sido una gran aliada en el camino, pues me ha facilitado múltiples herramientas y estrategias para mejorar cada día en el desarrollo de mis prácticas de enseñanza”, señala Dolly.
A más de 100 kilómetros, en el municipio de Santa Rosa Cauca, la situación de la profesora Elcira Peña Neuta no es muy diferente. Muchos padres y niños tienen que subir a las partes más altas de las montañas para lograr ubicar algo de señal. En otros casos, las actividades y los trabajos de los estudiantes llegan en los camiones que cargan papa del Departamento de Nariño y que pasan frente a su colegio. Otros tienen que bajar a caballo a recibir las guías.
Al otro extremo del país, en el Departamento de La Guajira, Omar Pérez Parada, coordinador de disciplina del Centro Jorge Mario Aguas Menco de Juyasirain, en Uribia, señala que tampoco ha sido fácil adaptarse a la labor del docente en alternancia. “Siempre forjamos hombres y mujeres del mañana, con una preparación y una conciencia abierta a los cambios que exigen retos para salir adelante. Esperamos que en este caso no sea diferente”, afirma.
Por su parte, Wendy Mejía, docente en el municipio de Hatonuevo, es consciente de que con la pandemia se afectaron las rutinas, las formas de comunicación, las estrategias y las dinámicas escolares. “Fue imperativo crear conciencia, diferentes tipos de acercamiento, cambios en las metodologías y formas de trabajo desde la virtualidad, haciendo uso de los insumos y herramientas brindados por la Maestría en Desarrollo infantil”, comenta.
Pero si la labor docente implica retos, la formación de profesores y directivos en las regiones del Huila y La Guajira no deja de ser un desafío mayor. “Creo que una de las cosas más gratificantes que nos ha dejado esta pandemia ha sido aprender con ellos. Dirigir instituciones educativas, cuando sus colaboradores y estudiantes están desde sus casas, sin conexión y con bastantes necesidades, es también una tarea que nos convoca”, afirma Alexandra Pedraza, coordinadora de Posgrados de la Facultad de Educación en La Guajira.
Comprender sus contextos, estar muy dispuesto a escuchar, entender las necesidades de cada cultura y acompañarlos para que se sientan más seguros en el manejo de las plataformas y en el retorno a los procesos de formación es una tarea diaria. “Generamos muchos aprendizajes en términos de gestión, de búsqueda de mayores oportunidades, para que nuestros estudiantes, independientemente de su ubicación geográfica o de los problemas de acceso y conectividad, tuvieran las mismas oportunidades para tener sus clases y respondieran a las exigencias de cada programa”, expresa Alexandra Isaza, coordinadora de Posgrados de la Facultad de Educación en Huila.
Actualmente, la Facultad de Educación tiene 114 estudiantes de posgrado en el Departamento de La Guajira y 104 en el Departamento del Huila.
Aportes de la pedagogía para el “profe” rural en tiempos de pandemia.
Harrinson Eduardo Castañeda M.
Estudiante de segundo semestre de la Maestría en Pedagogía.
“Desde que la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia por COVID-19, el mundo cambió. Colombia no fue la excepción. En ese momento, los procesos formativos tuvieron que reinventarse para poder llegar a todos los rincones del país. En mi caso, como profesor rural, junto a mis compañeros de la Institución Educativa El Roble, ubicada en el municipio de Palestina en el Huila, consolidamos una estrategia de comunicación a distancia con nuestros estudiantes, compartiendo contenidos desde material físico, llamadas telefónicas y correos por WhatsApp.
No obstante, la comunicación a distancia en ocasiones no permitía una interacción directa y empática entre profesores y estudiantes. Sin embargo, era la única opción para construir escenarios educativos. En este contexto, tuve la fortuna de ingresar a la Maestría en Pedagogía de la Universidad de La Sabana, en el marco de la convocatoria 864 del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. Y digo fortuna, porque gracias a sus aportes, lo que antes veía como un problema se convirtió en una oportunidad.
La Maestría me obligó a reflexionar frente a lo que hasta ese momento venía haciendo como profesor: que más allá de encontrar el medio apropiado para transferir conceptos, lo importante era comprender cómo el estudiante estaba aprendiendo y cómo crear condiciones para la pregunta y la argumentación. Estos procesos se dan única y exclusivamente realizando planificaciones con resultados de aprendizaje definidos, estructurados, coherentes con intervenciones que promuevan la ciudadanía, la creatividad, el pensamiento crítico y muchos otros elementos orientados a la cualificación y evaluación permanente y colectiva de la práctica pedagógica”.
Diego Fernando Escobar Quiguantar
Estudiante de la Maestría en Pedagogía de la Universidad de la Sabana - extensión Huila
“Actualmente, laboro en zona rural del municipio de la Plata, ubicado en el departamento del Huila. Al intentar escribir sobre mi experiencia en tiempos de pandemia, me doy cuenta de los cambios que he tenido, especialmente a nivel pedagógico y didáctico. A través de guías pedagógicas y de comunicación sincrónica y asincrónica (vía llamada telefónica y WhatsApp), fue posible el desarrollo de las actividades propuestas a los estudiantes. Sin embargo, dicha comunicación es muy difícil, debido a la mala conectividad que se presenta en la zona.
Me asombra ver cómo algo para lo que no estamos preparados, y que es difícil de afrontar, puede sacar lo mejor de nosotros, ya que para mí la labor de docente es una historia que se reescribe día a día, en donde los niños y niñas son los principales protagonistas”.
Wendy Mejía Medina
Soy una mujer joven, originaria de la ciudad de Barranquilla, en el departamento del Atlántico. Docente y fonoaudióloga de profesión. Dejé mi ciudad, familia y amigos para embarcarme en un viaje a un lugar que no conocía, pero con la meta clara de impactar con mi labor a la comunidad. Me desempeño desde hace cinco años como docente en la Institución Educativa Nuestra Señora del Carmen, Sede La Esperanza en el municipio de Hatonuevo, La Guajira. Al llegar a esta institución, decidimos trabajar en armonía con otros docentes de la nueva generación para realizar cambios radicales en las metodologías de trabajo, crear vínculos con las familias de nuestros estudiantes y transformas vidas. Fue así como comenzamos a capacitar a las docentes que llevaban muchos años de antigüedad en la escuela, y juntas hemos logrado grandes avances en la comunidad.
Actualmente, mi labor docente la llevo a cabo con un grupo de estudiantes que está a mi cargo desde que inicié en la institución, hace más de cuatro años. Ellos han cambiado mi forma de ver la docencia, he logrado establecer un gran vínculo fraternal con cada uno y con sus familias. Pero durante el año 2020, al iniciar esta pandemia, se afectaron las rutinas, las formas de comunicación, las estrategias y las dinámicas escolares. Fue imperativo crear conciencia, diferentes tipos de acercamiento y comunicación, cambios en las metodologías y formas de trabajo desde la virtualidad.
Al darme la oportunidad de ser parte de la Universidad de La Sabana, se gesta en mí la necesidad de mejorar, fortalecer y transformar mi práctica docente, haciendo uso de insumos y de herramientas brindados por la Maestría en Desarrollo Infantil. Me siento agradecida por cada docente, por la experticia y por el profesionalismo que demuestran en las asesorías y sesiones de clase, son seres humanos y profesionales centrados en la formación de sus estudiantes, dispuestos en todo momento a nosotros. Esta Maestría ha generado la inquietud de velar por el bienestar de la población infantil, generando cambios desde las políticas públicas, haciendo valer sus derechos y oportunidades y, sobre todo, logrando niños felices en nuestras aulas de clases.