Sobre utopías e ideologías. Un cambio necesario en el enfoque de la administración

En la historia de la humanidad y la administración —usaré este término por simplicidad y como sinónimo genérico de gerencia y gestión— el ser humano es el actor principal; sin embargo, esto puede ser una falacia. Ya lo planteó Wagensberg: “El hombre es un suceso del mundo que cree tener la facultad de tirar de los hilos de su propio drama, algo que depende del conocimiento que haya conseguido de sí mismo y del universo”; líneas más adelante afirma que “Es por esto que el hombre inventa ideologías y confecciona utopías” (2007, p. 141).

En ese sentido, caben algunas preguntas: ¿no es acaso la administración una ideología?, ¿no es una utopía aquello que se ha planteado como objeto de su quehacer? Me atrevo a dar respuesta afirmativa a estas dos indagaciones. Y, en esa línea de pensamiento, debo puntualizar, como Capra (1992), que el modelo de desarrollo es una ideología en crisis, al develar la realidad en la cual ha dejado el enfoque de la economía a las actuales y futuras generaciones. En esta perspectiva, se afirma que hoy “la economía está en crisis, pues no ha podido resolver los problemas fundamentales de su quehacer, como la pobreza, el desempleo, la inflación, la distribución de la riqueza y la crisis de recursos”.

Dado que la administración se desprende de la economía y, esta, a su vez, está centrada esencialmente en la búsqueda de la riqueza material, la administración de organizaciones se orienta a los mismos fines: la búsqueda de tal riqueza, la productividad, la competitividad y la eficiencia, y no a la adecuada satisfacción de las necesidades humanas en una visión holística, ecológica e integral del cuidado de la vida.

Tal vez, la más profunda fragmentación de la administración en los tiempos recientes está dada por la casi absoluta separación de esta con la ética y los valores (Duarte, 2012).

Un enfoque holístico e integral de la administración implicará no solo una mirada sobre ella, en el marco de un modelo económico humano, ecológico e integral, sino que también es imperativo orientarla hacia un enfoque integral de la vida, a apropiar una mirada que logre equilibrar la búsqueda de la eficiencia organizacional, con la sostenibilidad del entorno ecológico, más allá de la protección del ambiente, y a privilegiar los rendimientos sociales por encima de los intereses particulares de los inversionistas. Son grandes retos, sin duda, pues implican pensar de nuevo en el modelo de desarrollo y en el de la empresarialidad en la línea, de privilegiar el futuro del planeta y de la humanidad. En cuanto a la formación de los directivos organizacionales, es

imperativo un cambio de paradigma, porque no se logran resultados diferentes formándolos de la misma manera. Uno de los principios esenciales que posibilitará el tránsito al nuevo paradigma es la formación de la conciencia ética: “se hace necesario asumir un nuevo modo de vida, un nuevo paradigma centrado en el hecho de comprender lo que implica la vida humana en el sistema de la vida planetaria” (Duarte et al., 2012, p. 9).

"Si bien es cierto que hemos “gobernado” organizaciones con nuestras decisiones, los resultados para el equilibrio biológico del planeta, la sostenibilidad de la vida en él y la calidad de vida de las personas dejan mucho que desear".

En el fondo de estos planteamientos, está implícito el reto de los hombres y las mujeres del mundo de los negocios, comprender que, si bien es cierto que hemos “gobernado” organizaciones con nuestras decisiones, los resultados para el equilibrio biológico del planeta, la sostenibilidad de la vida en él y la calidad de vida de las personas dejan mucho que desear. La administración es esencial, los directivos organizacionales son imprescindibles. Sin embargo, lo hemos hecho mal; sí, bastante mal, diría yo. ¿Por qué? Sencillo: la esencia de la gestión es garantizar la perdurabilidad de las organizaciones y, sí, con muchas se ha logrado ese propósito. Sin embargo, la organización planeta tierra está a punto de desaparecer, y todo por la forma en que se han usado los recursos, se han hecho los procesos y manejado los residuos.

Y mucho habrá que decir de cómo se trata a las personas en muchas organizaciones, pero me temo que eso será objeto de un próximo escrito.

Para terminar, en cada ser humano existe una fuerza interior, una escala de valores que se consolida sobre los más nobles sentimientos: la persona, la familia, el amor, la armonía, la vida tranquila y el deseo de un futuro en equilibrio para todo lo que se quiere. Lograr rescatar la conciencia sobre esas realidades es el punto de partida del cambio de paradigma.

Mi apuesta como maestro se orienta a construir las nuevas realidades de la formación en administración y la gestión de organizaciones, a partir de lo esencial: el ser humano y su deseo de cambio, de vivir, de aprender a vivir.