Hacia el transporte sostenible

La solución radica en planes de ordenamiento territorial que deben apuntar hacia un desarrollo orientado al transporte, en el cual se fomente el uso mixto del suelo y la densificación inteligente de la ciudad

La desaceleración de algunos sectores de la economía y la consecuente disminución de la demanda de transporte como medida de control ante la pandemia del COVID-19 han significado la disminución de la contaminación atmosférica en el mundo. Algunos estudios han encontrado una reducción de los niveles de dióxido de carbono del 17 % respecto al mismo período del año pasado. Latinoamérica, en general, ha seguido esta misma tendencia. Por ejemplo, Bogotá, según los cálculos del Gobierno distrital, ha evitado la emisión diaria de cerca de 12.000 toneladas de dióxido de carbono, gracias a las medidas sanitarias que restringen la movilidad y la actividad de algunos sectores productivos. En estas semanas de confinamiento, se ha logrado una mejoría de la calidad del aire en un 81 %, hecho que permitió superar la alerta ambiental de la ciudad de inicios del año.

No obstante, esta reducción temporal de emisiones de dióxido de carbono no es muy significativa para el clima a escala global, pues este contaminante permanece en la atmósfera durante un largo período. Así, para tener un verdadero impacto, se requiere de una reducción sostenida durante mucho tiempo. Para ello, será necesario tomar otro tipo de medidas, porque la reducción actual no responde a un cambio estructural de nuestra forma de producir y de consumir. Cabe esperar que, tan pronto pase la emergencia sanitaria, retornen los altos niveles de contaminación.

Los sistemas urbanos de transporte tienen un impacto negativo en la contaminación atmosférica y acústica. Por eso, este sector es clave para la reducción real de las emisiones, sobre todo en América Latina, donde es frecuente encontrar vehículos circulando sin control de emisión de gases.

En este sentido, dentro de las políticas que deben implementarse, están las que promueven los sistemas de transporte sostenibles. Estos contribuyen a mejorar el entorno urbano minimizando el uso de la tierra, sin comprometer la movilidad de las personas y de la carga.

El reto es complejo, pero a partir de políticas de planeación urbana con enfoque ambiental puede lograrse. Si nuestro modelo de ciudad continúa con la tendencia expansiva y de uso diferenciado del suelo, cada vez será más difícil movernos, pues se obliga a los ciudadanos a buscar soluciones de movilidad poco sostenibles, como el vehículo particular, que usado masivamente provoca problemas de contaminación y de congestión.

La solución radica en planes de ordenamiento territorial que deben apuntar hacia un desarrollo orientado al transporte, en el cual se fomente el uso mixto del suelo y la densificación inteligente de la ciudad. Así, la población podrá satisfacer sus necesidades básicas en un entorno cercano, con desplazamientos a pie o en bicicleta. Esto parece poco, pero tendría un gran impacto en el medio ambiente.