Viviendo “al límite”

Imagina tener una vida en la cual, ante cualquier hecho cotidiano, llegues al extremo de la euforia o la depresión

 

En la vida sentimos momentos de gran euforia, por ejemplo, cuando nos graduamos, cuando la selección nacional de fútbol hace un gol o cuando compramos nuestro primer vehículo. La Real Academia Española define la euforia como “el entusiasmo o la alegría intensos, con tendencia al optimismo”. También se viven momentos opuestos: profundas tristezas o episodios depresivos motivados por diferentes factores, como dificultades en las relaciones de pareja, el desamor o la muerte de un ser querido.

Sin embargo, ¿podrías imaginar una vida “al límite”, en la cual, sin un desencadenante claro o ante cualquier hecho cotidiano, llegues al extremo de la euforia o la depresión y pases de un estado de felicidad y motivación a uno de tristeza y desesperanza?

En Colombia, más de 2 millones de personas viven de este modo, porque sufren de trastorno afectivo bipolar. Lo más inquietante, según el informe presentado por la Universidad de La Sabana y la Asociación Colombiana de Bipolares, en el simposio “El estigma de la salud mental y los medios de comunicación” (2014), es que no están siendo tratadas clínicamente.

La doctora Yahira Rossini Guzmán, especialista en Psiquiatría y directora de Profesores e Investigación de la Facultad de Medicina de La Sabana, describe esta condición como “un trastorno del afecto que se presenta de forma cíclica, intercalando episodios de normalidad con unos depresivos, maniacos (eufóricos), mixtos o hipomaníacos a lo largo de la vida”.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que durante los episodios de manía (estado anormalmente eufórico) “el paciente presenta un ánimo exaltado o irritable, hiperactividad, verborrea, autoestima elevada y una disminución de la necesidad de dormir”.

Guzmán considera que los factores de riesgo son principalmente biológicos, dado que esta es una condición con alta posibilidad de componente hereditario (no le da a cualquier persona sin carga genética). Añade que también “se requieren desencadenantes medioambientales o estresores externos”.

Hasta ahora, el trastorno afectivo bipolar no tiene cura, sin embargo, como manifiesta la especialista, la enfermedad es tratable y se pueden prevenir las crisis. “Los pacientes pueden llevar una vida normal si se encuentran en control y tratamiento, por esto, es importante tener consciencia de que hay un problema de salud, como cualquier otro, y que se necesita un diagnóstico acertado, tratamiento y seguimiento”, dice Guzmán.

El 30 de marzo se conmemoró el Día del Trastorno Afectivo Bipolar, enfermedad que, según la OMS, afecta a más de 60 millones de personas en el mundo. A los familiares de estos pacientes, Guzmán les dice: “¡No los juzguen! La familia es el apoyo incondicional y puede ayudar a detectar las crisis de forma temprana, teniendo en cuenta síntomas como la reducción de la necesidad de sueño, el involucramiento en múltiples actividades, cuando es episodio maniforme, o la pérdida de gusto por hacer las cosas, ánimo bajo, ideación de minusvalía, desesperanza o muerte, cuando es depresivo”.

La doctora extiende una invitación general a tener un estilo de vida saludable (ejercicio físico constante, buena alimentación, etc.), dar la justa medida a las contrariedades del día a día y consultar a un especialista si se detecta algún síntoma emocional que comprometa el buen funcionamiento de la persona.