Los retos de la salud mental en las nuevas normalidades

Por el Departamento de Salud Mental, Facultad de Medicina - Universidad de La Sabana.

Mucho se ha hablado sobre los efectos en la salud mental que está produciendo la situación actual de pandemia y cuarentena. No es para menos esta preocupación, sobre todo cuando se incrementan los síntomas mentales y las conductas relacionadas, como el consumo de sustancias psicoactivas, la violencia intrafamiliar y la autoagresividad. Pero, ¿qué esperar en el futuro cercano y lejano en este aspecto determinante del bienestar humano?

La experiencia en otras situaciones de crisis mundial (conflictos armados, terremotos, secuestros, pandemias previas, etc.), así como las enfermedades mentales que aquejan aproximadamente al 25 % de la población mundial, permite pronosticar que la salud mental tiene un alto riesgo de empeorar. Para una gran parte de la sociedad, el fenómeno epidemiológico que estamos viviendo ha tenido un impacto desfavorable en la economía y modificaciones profundas en el estilo de vida. Para otros sectores, también ha implicado la muerte de familiares y amigos cercanos, quienes, aun sin padecer infección por COVID-19, no recibieron el ritual funerario de la forma usual. Todos estos estresores, y otros tantos, facilitan la aparición de condiciones e incluso de enfermedades mentales; tal situación es más probable en quienes tienen un antecedente en su salud mental.

Aunque superar la cuarentena les devolvería la tranquilidad, la estabilidad y la alegría a muchas personas, para otras traería síntomas intensos de ansiedad y dificultades en la adaptación. Dentro de esto, cabe el llamado síndrome de la cabaña, o el temor a salir a la calle y llevar a cabo actividades cotidianas.

Por supuesto, a pesar de vivir experiencias tan duras, es posible un trabajo de resignificación, en el cual se favorezca la aparición de la resiliencia. Sin embargo, es prudente proyectarnos a la consecución de una “resiliencia realista”; es decir, debemos entender que será un proceso personal y social paulatino, con altibajos -quizás sin mucho heroísmo- más allá de ser perseverantes, solidarios y compasivamente flexibles con nosotros mismos. Esto último incluye los siguientes aspectos:
 

  • La capacidad y la disposición de buscar y aceptar ayuda profesional, en caso de detectar que nosotros o uno de los nuestros requiere apoyo en este sentido.

  • Estar atentos: miremos al que está al lado y también al que se proyecta en el espejo: la mejor opción es cuidarnos. Esto facilitará el tránsito a las nuevas normalidades.

  • Comprender que los pequeños actos diarios afectan la salud mental a favor o en contra. Aquí entra la necesidad de mantener rutinas, realizar ejercicio y comer adecuadamente. Por trillado que parezca, estas conductas son claves para el bienestar.