Una invitación a ser más humanos

Jesús David Girado Sierra, profesor de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas, recibió su título de Doctor en Filosofía con la máxima calificación, Summa Cum Laude, por su investigación Estetópolis: las ciudades como escenarios de exclusión ante el desafío de la solidaridad, con la cual propuso una novedosa forma de entender las problemáticas que agobian a los seres humanos como constructores de ciudad desde las perspectivas de la antropología filosófica, la ética social y la filosofía política.

El 5 de febrero, en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, Girado Sierra presentó la socialización de su trabajo frente a los jurados Víctor Fiorino, posdoctor de la Universidad de Lovaina (Bélgica); Miguel Romero Morett, PhD de la Universidad de Guadalajara (México); y Omar Julián Álvarez, PhD de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (Colombia).

El profesor Girado Sierra viene trabajando en una nueva forma de entender la filosofía, aplicándola a las empresas, lo que lo ha llevado a hacer intervenciones en diversas organizaciones públicas y privadas, en las cuales ha formado, desde la antropología y la ética, a los altos directivos y demás miembros en asuntos como la construcción de escenarios éticos, la gestión del fraude, el clima ético y la elaboración de declaraciones de comportamientos éticos.

Campus habló con el profesor, quien amplió la información acerca del nuevo concepto y de su aporte académico a la sociedad.

"No hay ninguna meta social o política más importante que reducir y evitar la crueldad”. 

“No hay ninguna meta social o política más importante que reducir y evitar la crueldad”. 

¿Cómo surgió el concepto “estetópolis”?

Con el concepto “estetópolis” intento sintetizar tres elementos para comprender mejor lo que sucede en la ciudad: primero, la disposición estética con la que habitamos la ciudad, percibiéndola, sintiéndola y construyéndola a partir de ideales de pureza, belleza y orden, lo cual lleva muchas veces a excluir a quienes consideramos sucios y peligrosos; segundo, la manera en que le otorgamos un significado a los topos (lugares), en tal sentido, los espacios poseen una enorme carga afectiva, por esta razón, vemos cómo en nuestras ciudades hay territorios asépticos o seguros para el disfrute, y otros que parecen auténticos vertederos humanos (zonas de marginados); tercero, el concepto de polis, referido a la ciudad como forma de organización social, estructura de administración de la vida y lugar de la existencia común. En definitiva, el neologismo “estetópolis” es una clave para leer los fenómenos de exclusión que experimentamos en el día a día o que vemos cómodamente a través de la telepantalla.

¿Por qué trabajó este tema en su tesis doctoral?

Porque el problema que afronta la humanidad en nuestro tiempo ya no es tanto la explotación, sino la exclusión (o expulsión) de algunas personas; de hecho, una persona para ser explotada, previamente ha tenido que ser excluida (del acceso real a sus derechos). En torno a esto giran algunos miedos que experimentan los ciudadanos: el miedo a la vejez, el miedo laboral, el miedo a la tecnología, el miedo a la soledad y, sobre todo, el miedo a los pobres y a la pobreza, lo que nos lleva a construir cada vez más muros (reales y simbólicos). La razón por la que decidí trabajar este tema es porque creo que no se puede seguir pensando la discriminación como una acción individual inofensiva, sino como el resultado de dinámicas de socioestigmatización que hacen surgir, entre los humillados y excluidos, una auténtica conciencia de inadecuación.

Creo que esto explica muchos problemas sociales como la falta de acceso al poder, a los recursos, y la manera en que fabricamos etiquetas para segregar a quienes consideramos como “los otros”, llevándolos a que crean que son sobrantes, anormales o extraños.

¿Qué le aporta a la sociedad esta investigación?

Espero que esta investigación sea un llamado a redescribir nuestras prácticas sociales y discursivas cotidianas, con el fin de que podamos reducir la crueldad con que tratamos a algunas personas. Venimos a un mundo prefabricado y nos adecuamos cómodamente a condiciones de injusticia (racial o socioeconómica). Esta investigación es un llamado a volver a disfrutar de la amistad y la solidaridad (no la lástima); es decir, es una forma de decirles a nuestros intelectuales ensimismados, a los gobernantes, a los empresarios y a los ciudadanos en general: fíjense, hay personas están siendo estigmatizadas, humilladas y excluidas ante nuestros ojos; promovamos la responsabilidad hacia los otros, eduquemos nuestra capacidad de compasión (de ponernos en el lugar de los otros) y fortalezcamos nuestro sentido de comunidad (de vinculación), haciéndole frente a los proyectos que refuerzan la inmunidad (el rechazo a lo diferente).

¿Por qué su investigación trata la solidaridad?

Porque creo que no hay ninguna meta social o política más importante que reducir y evitar la crueldad; estoy convencido de que este debe ser el compromiso público de los intelectuales. Me explico: tenemos muchos intelectua- les cultivando su jardín privado, dándole la espalda a los problemas de la ciudad, que es la que nos da las condiciones para el disfrute de los discursos hiperespecializados. Ahora bien, esa cómoda postura de culpar a los burócratas corruptos de todo y cruzarse de brazos me parece una bur- da imitación de Pilato. En tal sentido, hago un llamado a entender la solidaridad como una ampliación de nuestro círculo social y, por ende, como condición de la justicia, es decir, hacemos leyes incluyentes porque primero nos esforzamos en ponernos en la situación de los otros. En definitiva, cuando nos formamos para ser más humanos o más solidarios, tomamos conciencia de que la solución a la exclusión está en nuestras manos y no es solo responsabilidad de quienes nos gobiernan.