Los niños nos forman en la ciudadanía

Columnista invitado. Juan David Enciso Congote, coordinador del Centro de Estudios en Educación para la Paz y la Convivencia Democrática

¿Qué podemos hacer para contribuir a la formación de nuestros hijos en los valores propios de la participación democrática? A continuación, propongo algunos criterios aportados por especialistas en la materia: Johanna Chocontá, profesora de la Licenciatura en Educación Infantil de la Universidad, nos dice que es más importante establecer formas directas de participación en lugar de enseñar conceptos: privilegiar lo social sobre lo cognitivo. Se trata de involucrarlos en procesos de construcción social. Para esto, conviene distinguir entre los espacios familiares y los aprendizajes propios de otros ambientes como el jardín, el colegio, los amigos, etc.

Este ejercicio incluye diferentes momentos: por una parte, saber escuchar a los niños, más allá de instruirlos en los valores que consideramos adecuados; aprender de ellos. Adicionalmente, propiciar la asunción de res- ponsabilidades concretas en aspectos propios del trabajo en equipo, el cual tiene facetas diferentes si se trata del equipo entre padres e hijos, entre hermanos, la relación profesor-estudiante, etc.

Por otro lado, el pedagogo Otto Willmann mostró que la convivencia es un espacio formativo en varios sentidos, entre los cuales podemos destacar la herencia que se transmite entre generaciones; por lo tanto, es fundamental el ejemplo proveniente de padres, hermanos, primos, etc. Otro ámbito de formación importante es el de la disciplina, que se aprende, sobre todo, en la vivencia cotidiana; en la manera como las diferentes personas con las que se relacionan los niños viven las formas de disciplina establecidas en comunidad y enseñan a vivirlas.

La hermana Abigail, directora del jardín donde estudian mis hijos, nos cuenta cómo desarrollan la elección y formación del estudiante personero de la institución: los candidatos son los estudiantes del último grado, en este caso, Transición. A ellos se les instruye sobre la importancia de ser personas ejemplares para que sus compañeros de otros cursos los vean como tales. Luego, como parte de la postulación, deben elaborar campañas de presentación de sus perfiles y propuestas, para lo cual se apoyan en la elaboración de videos en los que evidentemente participa toda la familia. Puedo dar fe de que no hubo repartición de lechona o tamales.

Esto lleva a los niños del jardín a reconocer a los candidatos y optar por uno de ellos. Me llamó la atención que Juan Francisco, mi hijo mayor, de cuatro años, tuvo siempre claro quién era su candidato y lo recuerda hoy en día, a pesar de que no era su compañero de salón ni fue elegido personero. Este punto también es importante para los niños que no fueron elegidos, porque aprenden a reconocer al ganador y apoyarlo en sus tareas.

El personero, entonces, empieza a ser una figura visible entre todos los niños del jardín. Asume la responsabilidad de ayudar a conciliar cuando hay diferencias entre compañeros y de promover las actividades en las que se impulsan los valores institucionales.

Hay una situación mucho más cotidiana que no implica un ejercicio de votación electoral, pero involucra a los niños de una manera diferente: los mayores van asumiendo compromisos para “apadrinar” a los más pequeños en tareas sencillas como darles la bienvenida cuando llegan al jardín, asistirlos en el descanso, ayudarlos a llevar la maleta, etc. Me parece que este es un mecanismo para formar en la solidaridad, pero también en la ciudadanía, porque se trata de comportamientos que se presentan sistemáticamente en los espacios públicos del jardín. Es allí donde se aprecia el valor de lo que se transmite entre generaciones y se aprende a servir y ser servido, mediante el ejercicio de normas que se establecen con la convivencia más que con los manuales.

Un día Juan Francisco vio que yo realizaba una actividad concreta en la casa y espontáneamente me dijo: “¿Cómo te puedo ayudar, papá?” En ese momento, los dos fuimos parte de una tarea que se volvió simbólica y que de otro modo quizá habría pasado desapercibida dentro de las rutinas generales de la casa. Sobra decir que nos sentimos los papás más orgullosos. Aprendimos la lección.