Emociones y proceso electoral

Por Juan Guillermo Sandoval Reyes, profesor de la Facultad de Psicología

Dentro de nuestros deberes como ciudadanos, elegir bien es uno de los elementos fundamentales que representan una democracia. Por ello, ante este nuevo proceso que vivimos, proponemos reflexionar sobre la forma en que las emociones pueden incidir en nuestro comportamiento electoral.

Iniciamos preguntándonos: ¿por qué votamos las personas? Más allá de la discusión sobre la afiliación política y la crisis de los partidos, entendemos que ejercemos nuestro derecho al voto cuando encontramos un candidato con el cual nos identificamos. Esa identificación se puede analizar como una vinculación psicológica que genera, a su vez, un componente afectivo que opera como un heurístico por el cual el individuo se adhiere a determinadas posiciones políticas (Lloret, Lledó, Nieto y Aldeguer, 2009).

Desde una perspectiva psicosocial, la conducta electoral se puede explicar a partir del sesgo cognitivo que se produce como resultado de los lazos afectivos que surgen con las ideas y la imagen que proyecta el candida- to de nuestra preferencia; esto sugiere que la elección responderá más a un proceso subjetivo, emocional, que a un ejercicio racional y ponderado que procese los datos disponibles.

Las personas operamos dentro de una racionalidad acotada que no nos permite asimilar ni comprender toda la información que se requiere para tomar decisiones de la manera más adecuada. Muchos decidimos de forma intuitiva como resultado de un proceso inconsciente basado en asociaciones y enmarcado en una alta carga emocional y afectiva. Así, para minimizar el esfuerzo y el intercambio racional de información, tomamos decisiones con base en impulsos, sentimientos y reglas prácticas de conveniencia. Igualmente, debemos reconocer que nuestras decisiones pueden estar distorsionadas por sesgos.

Destacamos dos errores muy comunes en el ejercicio político: primero, el sesgo por anclaje, que es la tendencia a apegarnos a la información inicial de nuestro candidato o el partido que representa y, por ende, a no ajustar el criterio de decisión con la información posterior que nos llegue; y segundo, el sesgo de confirmación por el cual reunimos la información que consumimos de forma selectiva y dejamos de lado el análisis de otras fuentes o evidencias que pueden contradecir nuestros juicios políticos.

Para finalizar, no olvidemos que también debemos ser cuidadosos con nuestras reacciones a partir de los resultados electorales. Sabemos que las personas con una alta intensidad afectiva pueden experimentar las emociones tanto positivas como negativas con mayor profundidad, lo cual afecta su estado de ánimo. La alegría por la victoria o la tristeza por la derrota del candidato de preferencia puede llevarnos a tener conductas que van desde la felicidad y la euforia hasta el enfado y el aburrimiento. Por ello, es importante recordar que podemos hacer un trabajo emocional que nos ayude a expresar lo que requiere nuestro contexto de actuación (familia, amigos, trabajo) durante los momentos de interacción más allá de nuestro estado de ánimo y evitar afectar las relaciones con los demás.

Referencias

• Larsen, R. J. y Diener, E. (1987). Affect intensity as an individual difference characteristic: a review. Journal of Research in Personality, 21 (1), 1-39.

• Lloret, D., Lledó, A., Nieto, M. y Aldeguer, B. (2009). Coherencia entre identificación partidista e ideología política en un contexto electoral. Psicología Política, 38, 75-95.

• Zhang, J., Hsee, C. K. y Xiao, Z. (2006). The majority rule in individual decision making. Organizational Behavior and Human Decision Processes, 99 (1), 102-111.