Se ha llegado a decir que el país pierde cada año cerca de $50 billones de pesos por la corrupción; en este sentido, recordamos el famoso carrusel de la contratación y muchos otros casos. Sin embargo, detengámonos a reflexionar sobre lo que sucede en el ámbito familiar porque es allí donde debemos centrar los esfuerzos para acabar con la corrupción. 

La familia es donde se educa en principios y valores; es el lugar que contribuye o no al desarrollo armónico de la personalidad; es donde los cónyuges, en la cotidianidad, logran crecer como personas y mejorar cada día la forma en que se comportan frente a las alegrías, luchas y dificultades.

¿cómo los diferentes actores sociales están apoyando la labor educativa de la familia para que tengamos personas que se desarrollen de manera armónica y sean buenos ciudadanos? 

Se tiende a pensar que el colegio, la universidad y la justicia son los encargados de formar en estos aspectos: ¡gran error! Estos agentes deben ser colaboradores de un proceso educativo que empieza en el hogar. Allí se educa y en el colegio se refuerza, por eso, familia y colegio —cada uno en la medida de su responsabilidad— deben procurar una educación integral en la que, a través de las virtudes, se formen ciudadanos responsables. 

El profesor Iván Moreno, del Instituto de La Familia, en una investigación realizada en el 2017 sobre la familia en las representaciones sociales de docentes de colegios, plantea la corresponsabilidad entre la labor educadora de la familia con las instituciones educativas, como elemento esencial en la educación de los hijos.  

¿Por qué la responsabilidad se extrapola fuera del ámbito familiar en las cuestiones relacionadas con nuestra vida en sociedad y con nuestro compromiso como buenos ciudadanos? Autores como Berman consideran que se trata de una apuesta personal con los demás que implica reconocer que cada uno de nosotros hace parte de una red social; que nuestras relaciones han de estar fundamentadas en valores como la justicia, la solidaridad y la caridad, que nos conducen a preocuparnos por los que tenemos cerca y cuidarlos. Así como a ser coherentes entre lo que pensamos, decimos y hacemos para nuestro propio bienestar y el de los otros. 

Otro estudio realizado en el 2016 por María Docal, también profesora del instituto, acerca de las concepciones de la familia en adolescentes escolarizados, afirma que “el niño establecerá nexos con el mundo exterior, haciéndose manifiesto a través de la seguridad que se vaya solidificando según las relaciones entre los miembros de la familia, porque allí se producen alianzas y coaliciones que en alguna medida definen su estructura funcional”. Por su parte, González-Anleo (1998) considera que la falta de estabilidad e inseguridad en las pautas y en la claridad de referentes en los adultos, afecta el proceso de socialización de los hijos.

Sociólogos como Pérez (2005, 2006) plantean que la familia cumple con funciones de socialización, de transmisión de la cultura y de control social, entre otras. Es decir que la familia actúa como mediadora entre la persona y la sociedad.  Por su parte, Pierpaolo Donati (2003) refuerza este postulado identificando que la función socializadora de la familia logra que la persona se reconozca como sujeto a través de los vínculos que crea con los suyos y, de esta forma, se considera “parte de algo”, que, a la vez, le permite ser y mantener su singularidad. Estos procesos se dan a través de la dinámica familiar, que posteriormente la persona proyecta mediante otro, de sus constituyentes como es el trabajo y de su forma de comunicarse; repercutiendo, en toda su actuación.

Por todo lo anterior, vale la pena preguntarnos ¿cómo los diferentes actores sociales están apoyando la labor educativa de la familia para que tengamos personas que se desarrollen de manera armónica y sean buenos ciudadanos? Solamente por esta vía tenemos una oportunidad de luchar, de forma estructural y de manera sostenible, contra aspectos que hoy nos preocupan, como la falta de ética. 

Finalmente, vale la pena mencionar que el colegio, el Estado y los medios de comunicación no deben “reemplazar” ni “asumir” las responsabilidades de la familia.  Por el contrario, deben fortalecerla, cuidarla y promoverla porque, en palabras de Bernardo Kliksberg (2005), “fortaleciendo la familia se está mejorando el capital humano de la sociedad […] se da paso efectivo a las posibilidades de desarrollo de las potencialidades del ser humano, para dignificarlo, para ampliar sus oportunidades, para hacer crecer su libertad real”, para que, de este modo, tengamos una sociedad conformada por excelentes ciudadanos.

Referencias

    • Docal, M., Clavijo, A., Barajas, G. y Cortés, L. (2016). Concepciones sobre familia en adolescentes escolarizados en instituciones educativas distritales en Bogotá, Colombia. Cultura Educación y Sociedad , 7 (1), 127-140.
    • Donati, P. (2003). Manual de sociología de la familia . Pamplona: Universidad de Navarra.
    • González-Anleo, J. (1998). Familia y escuela . Diagnóstico del sistema educativo. Madrid: Instituto Nacional de Calidad y Evaluación.
    • Kliksberg, B. (2005). La familia en América Latina. Realidades, interrogantes y perspectivas. Convergencia. Revista de Ciencias Sociales , 12 (38).
    • Moreno, I. D., Celis, E. y Gereda, B. R. (2017). La familia en las representaciones sociales de los docentes de un colegio distrital de Bogotá. Revista Investigium IRE: Ciencias Sociales y Humanas , VIII (1), 29-43. 
    • Pérez A. (2006). Sociología. Comprender la humanidad en el siglo XXI . Madrid: Ediciones Internacionales Universitarias.
    • Pérez, A. (2005). Repensar la familia . Madrid: Ediciones Internacionales Universitarias.