BITÁCORA 

Segundo día

Crónica 3 de diciembre de 2018

Inauguran esta bitácora a 18 manos, Laura y Natalia en medio del calor de pie de monte amazónico a las 8:30 p.m.

Los viajeros iniciamos nuestro día a las 7:30 a.m con un desayuno diseñado para sobrevivir la jornada (chocolate, arroz, plátanos y caldo de menudencias). Luego, nos dividimos en ocho comités de trabajo para acompañar las labores productivas y comunitarias en el ETCR. En las cocinas estuvieron Guadalupe, Ana María, Santiago y Camila quienes, compartieron historias y tareas cotidianas con las cocineras encargadas. Mónica y María Alejandra ayudaron a Don William a alimentar las Tilapias y otros peces en las geomembranas. María Fernanda y Mónica se encargaron de la cuidadosa labor del lavado de los huevos recién cogidos del gallinero de Don Jaime. En la carpintería de Tucán, José y Laura elaboraron cajones y una escoba; además, de escuchar las historias del dueño del establecimiento. Los niños y las niñas del ETCR se reunieron con el comité de educación, con estudiantes de la Universidad Pedagógica y con Santiago, Andrés y Natalia, quienes jugaron con ellos toda la mañana. Sara y Daniela aprendieron cómo se construyen las botas clásicas de Montañana de la comunidad Fariana. Finalmente, Francy, Juliana y Laura acompañaron al equipo del Piñal, en la recolección de 1.300 piñas oro miel, las mejores del Caquetá. Después, de muchos refrigerios, almuerzos y comidas, el día se terminó con una reflexión final sobre el primer día allí, así como la planeación de las actividades del resto de la semana. 

Escrito por Laura Fonseca y Natalia Reinoso 

Tercer día

Crónica 4 de diciembre de 2018

Hoy me sentí niña. Sí, recordé a quien le costaba levantarse a las 5:30 de la mañana y que seguía un poco dormida después de la ducha; quien, después de un buen desayuno con unas deliciosas arepas, se iba al campo a pintarse las uñas de tierra, claro ahora con una nueva excusa “platear” el Sachainchi, mata que da un fruto seco que se supone sabe a pescado pues contiene todos los omegas.

Después de una rápida jornada bajo el sol y un pequeño descanso tomamos el almuerzo: carne, arroz, ensalada, yuca, arracacha y una deliciosa sopa de verduras, perfecto para lo que llevábamos y lo que nos faltaba de día. Faltando un cuarto para las dos nos encontramos todos en la entrada, listos para el recorrido por el ETCR; primero por la periferia y luego por el centro. Allí nos mostraron los cultivos de yuca, plátano, limón, sachainchi, maracuyá, piña y sus proyectos de piscicultura y recuperación de cuerpos de agua, todo alrededor del deseo de cuidar el medio ambiente. Luego, nos encontramos con la escuela la cual creció y de tener solo 5 estudiantes hoy llega a los 25 gracias a la llegada e intervención de la comunidad Fariana. Se ve el trabajo, se ve las ganas de un progreso bien dirigido, se ve la ayuda y el compromiso, se ve una comunidad. Al terminar el recorrido por la periferia un arcoíris dio entrada a las casas del ETCR pintadas de historias y color. Recorrimos sus calles de cuarzo y arena hasta llegar a los pequeños proyectos de piscicultura y gallinas. Todo para terminar en la biblioteca con la donación de libros que traíamos los estudiantes. Después todos comimos y cansados esperábamos algunos tal vez dormir un poco o al menos recostarnos. Pero, Fino, Cami, Jose, Dani, Ana y yo terminamos ayudando a empacar unos cuantos kilos de pulpa de piña. Una vez más fui niña, jugando fútbol con gente de la comunidad y de la universidad hasta sentir que no podía más, pero era tan divertido que jamás pensé en abandonar es cancha de juego. Finalmente,  y ya con el día por terminar, después de lavar algunas prendas espero poder dormir, tan profundo como cuando era niña.

Escrito por Maria Fernanda Echeverry

Cuarto día

Crónica 5 de diciembre de 2018

El cuarto día inició con un cielo despejado, uno completamente azul que parece perderse entre la profundidad. A pesar del cansancio y el dolor punzante en nuestros pies, debido a las actividades del día anterior, comenzamos el día de la mejor manera, con un buen desayuno y las conversaciones matutinas entre amigos.

Luego, nos dirigimos a los diversos comités, organizándonos de la siguiente manera: José y Guadalupe estuvieron en la ebanistería; Santiago Castro y Laura Bello apoyaron la labor de Doña Luz en la cocina comunitaria; Andrés y Francy por su parte participaron activamente en la cocina del restaurante; Alejandra y Mónica Gonzáles hicieron parte del comité de zapatería; Maria Fernanda y Santiago Garzón colaboraron en la biblioteca como parte del comité de educación; Camila, Juliana y Sara trabajaron con los peces y Ana, Daniela y Mónica Carreño estuvieron ayudándole a Don Jaime con la limpieza de los huevos que ponen las más de 700 gallinas que hay el el galpón. Después de haber recargado energías con el almuerzo, una parte del grupo se dirigió a los cultivos de piña, conocidos por ser el principal proyecto productivo de este ETCR, con el fin de escoger las piñas más verdes y pesarlas para suplir el pedido de un cliente en Bogotá, mientras que la otra parte del grupo se encargó de organizar libros en la biblioteca y buscar estrategias de enseñanza en las áreas de matemáticas, comprensión lectora y comunicación a algunas mujeres de la comunidad que están interesadas en culminar su bachillerato. A las 3:00 p.m. nos reunimos en la biblioteca para hacer un taller de escritura y conversar sobre las diversas ideas que teníamos sobre la crónica que debemos desarrollar en torno a la experiencia que estamos viviendo. Finalmente, el día culminó con una charla de grupo sobre los detalles finales e instrucciones de dicha crónica acompañado de un delicioso refrigerio nocturno.

Escrito por: Daniela Zambrano, Ana María vidales y Camila Villarraga.

Quinto día

Crónica 6 de diciembre de 2018

Hoy fue el día más fresco desde que llegamos al ETCR. Tuvimos que usar botas pantaneras y una chaqueta rompevientos por la lluvia para dirigirnos a nuestras actividades. En el desayuno Daniela y Juliana estuvieron ayudando en la cocina, recuerdo como las cenizas del asador de arepas volaban por todas partes.

El barro de las botas ensució todo el comedor mientras hablábamos de nuestras experiencias del día anterior. Terminamos de comer y cada uno se dirigió a sus actividades programadas, unos se fueron a los respectivos comités de trabajo y a la par, otros escribían sus crónicas y en la tarde los que trabajaron en la mañana se dedicaron a escribir. El comité de educación se amplió porque apoyamos a varios miembros de la comunidad en su proceso de validación del bachillerato, el comité de piñas tuvo un buen día por el clima y por un gran cargamento que había para Bogotá, el comité de gallinas sacó 13 cubetas para repartir, las cocinas tuvieron movimiento y el comité de zapatería montó por primera vez unas botas. En el almuerzo hubo varias caras de sorpresa por la mazamorra paisa (peto) que muchos de nosotros no habíamos probado y luego tuvimos un tiempo para descansar. Hoy es 6 de diciembre y se conmemoran 90 años de la Masacre de las bananeras. En honor a esta fecha, compartimos con los excombatientes una jornada pedagógica al respecto, vimos unos documentales y se abrió el espacio al diálogo y a la memoria colectiva. Esta actividad reflejó el cambio que hemos notado estos días: ahora las armas son las palabras, las ideas y los espacios pedagógicos compartidos. Al finalizar el día, con todo el cansancio encima, comimos unas empanadas hechas por Luzdary, con ayuda de algunas de nosotras, en la Fritanguería. Nos devolvimos a nuestras casas con nuestra nueva compañera: Canchis, una de las perritas que vive aquí en el espacio.

Escrito por: Juliana Sierra 

Sexto día

Crónica 7 de diciembre de 2018.

El día comenzó con un tinto y un desayuno como para un batallón: sopa con huevo, carne y arroz fue la primera comida que llegó a nuestro estómago. Continuamos la mañana dividiéndonos en nuestras labores; a mí, particularmente, me correspondió ir a la sección de carpintería junto con Mafe. El aserrín tapizaba el suelo del lugar y junto a las maderas y las máquinas estaba Tucán, el encargado. Preguntamos por nuestras tareas y, para prevenir que nos hiciéramos daño usando la maquinaria pesada o que dañáramos algunos de los muebles que estaban por terminarse, Tucán nos pidió que simplemente lijáramos unas pequeñas tablas; terminamos nuestra labor el doble de rápido a que si lo hiciera una sola persona ya que Tucán nos facilitó a cada una, una lijadora.

Su esposa interrumpió a los pocos minutos que tuvimos de incertidumbre sobre cuál sería nuestra próxima tarea trayéndole el desayuno a Tucán. Lo acompañamos mientras comía de unas cocas rojas lo que su esposa le había preparado mientras nos empapaba con su historia en las FARC y el origen de su apodo, lo caseríos en donde vivió, su experiencia en la cárcel y sus sueños y pasión sobre tener un taller de mecánica. Enseguida nos quizo mostrar el predio que destinó para cultivar pollos y codornices y nos invitó a pasar después para probar los pequeños huevos cocidos de estos últimos con sal. El cielo se fue pintando de azul oscuro y luego de tomar el refrigerio todos reunidos, proseguimos a prender nuestras velitas. Algunos de nosotros pedimos un deseo mientras las ubicábamos al pie de la Fritanguería, el sitio que administra doña Luz Dary, pero no sin antes tomarnos las respectivas fotos que la fecha convoca.

Compartimos las canciones que con anticipación habíamos incluido en una lista de reproducción destinada para el viaje mientras hablábamos cosas de la vida. Un señor con un plato en mano se acercó a ofrecernos probar lo que su compañero había cocinado: “queso-melao”. Recuerdo que en ese momento pensé que seguramente no me gustaría su sabor, pero resultó ser todo lo contrario. Después, de unas cuantas quemadas de lenguas, el plato llegó a mi turno y me encantó lo que mis papilas gustativas por primera vez saboreaban. Andrés compró gaseosa para compartir y Natalia sugirió ofrecerle un vaso a quien había salido a compartirnos su delicioso “queso-melao” de primeras. Sin embargo, para mí, aunque más que una sugerencia, fue un consejo sobre cómo comportarse adecuadamente y me pareció una enseñanza valiosa para tener en cuenta en futuras oportunidades.

Al rato se acercó una mujer con su perro Fifí y nos pidió una foto y al poco tiempo se le sumó Luz Dary, quien llegó a donde estábamos con Natilla y unos cuantos buñuelos que había partido para que alcanzara a las 18 porciones que corresponden a cada una de nuestras bocas. Todo alcanzó para todos y estoy segura que a todos, estos amables gestos nos parecieron conmovedores. Retratamos y materializamos esos momentos con algunas fotos más y cerramos el día con el agradecimiento en el corazón a esta comunidad por abrirnos sus puertas y recibirnos de esta manera típica de las zonas calientes del país: cálida.

Escrito por Mónica González 

Séptimo día

Crónica sábado 8 de Diciembre.

Comenzó el día con un típico desayuno de la región, compuesto por gallina, arroz y patacón. Luego, cada grupo se dirigió a su respectivo comité, acompañando las labores diarias del ETCR. Hoy particularmente un grupo grande de nosotros, se dispuso a colaborar en la labor de extracción, recolección y clasificación de piñas oro-miel de primera calidad. Reforzamos los conocimientos adquiridos sobre la clasificación de las piñas.

Sacamos 6 toneladas que se dirigen a Bogotá. La labor se realizó bajo el picante rayo de sol caqueteño. Posteriormente el trabajo fue recompensado con unas jugosas rodajas de piña y luego por un rico almuerzo. En la tarde nos dedicamos a las labores académicas y a descansar un poco del ritmo de los últimos días. Nos encontramos a las 4 y media de la tarde para la comida y revisar nuestro papel en el bazar que estaba comenzando. La comida fue muy sabrosa y simbólica, ya que comimos Cancharina con huevo y arroz, una comida típica guerrillera. Finalmente, nuestra jornada concluyó con todo el grupo asistiendo a un bazar realizado por la comunidad en el que se contó con la presencia de veredas cercanas y que tenía como fin la recolección de fondos para el acueducto comunal del ETCR. Constó de torneos de tejo, fútbol, peleas de gallos y música. El grupo compartió una hamburguesa y unos pinchos mientras compartíamos con la comunidad.

 

Escrito por José Amorocho, Santiago Castro y Andrés Lagos

Octavo día

 

 

Crónica 9 de diciembre de 2018 

Después de una semana de labores exhaustivas, el domingo llegó como una recompensa, una emocionante aventura a un rio cercano escondido entre las montañas. Íbamos repartidos en dos camionetas, sentados en el platón, algunos teníamos la importante tarea de cuidar a Roque, un perro muy grande juguetón, que durante el camino trató de saltar más de una vez de la camioneta; y otros la también importante tarea de cuidar la comida y demás herramientas para hacer un delicioso almuerzo en medio de la naturaleza. Cada carro con un conductor de excelentes habilidades. Al llegar, entre el miedo y el entusiasmo todos debimos saltar dos metros para que el día en el rio por fin comenzara. Hubo juegos de pelota y la lleva, también observación de peces, cuerpos pintados con arcilla, exploraciones río arriba, competencias de nado y escalada, así como observaciones cuidadosas. Carne, papa y arroz nos quitaron el hambre y nos llenaron de energía para seguir disfrutando el correr del río, momentos después, una vez más en el platón disfrutamos el sol de la tarde y la briza que venía de las montañas. El día terminó con un cansancio que une y llena de felicidad.

Escrito por María Alejandra Fino, Sara Martínez y María Fernanda Echeverry

Noveno día

Crónica 10 de diciembre 

 

La despedida era más cercana cada segundo del día, la ansiedad por llegar a Bogotá y estrellarnos con la realidad de la que estos días habíamos logrado trascender se acentuaba. Nos despertamos con la idea de que debíamos, sin lugar a excusas, terminar la crónica que para muchos se complicaba. No es fácil llevar al papel todas las experiencias que ocurren y que no dejan de sorprendernos cada segundo. El día era caluroso y después de dedicarnos toda la mañana a escribir y leer y volver a escribir, decidimos que un grupo de nosotros ayudaría en una actividad que tenía organizada el ETCR para los niños de la comunidad y el otro continuaría con el comité de educación.

La actividad de los niños consistía en hacer todos juntos distintos postres de piña, entre los cuales estaban: natilla, mermelada, y helado. Planeamos cuál sería nuestro papel con los niños. José comentó sus habilidades en este tipo de actividades, por lo que se le destinó la actividad de introducción donde romperíamos el hielo y lograríamos que los niños se involucraran durante toda la jornada. Los demás mientras tanto estaríamos acompañando en los diferentes postres, pues los más chiquitos harían el helado mientras los mas grandes hacían la natilla y mermelada.

Alrededor de las 2 de la tarde nos reunimos en uno de los salones centrales de la comunidad e iniciamos la actividad. Al comienzo algunos niños, en especial los adolescentes, estaban reacios a participar; sin embargo, José propuso un juego donde nos presentaríamos e intentaríamos memorizar los nombres de todos, así poco a poco hubo más confianza. Durante esa introducción, la profesora Natalia nos enseñó a todos la canción del "Árbol de Olivo", que hasta el día de hoy retumba en nuestras cabezas y no podemos dejar de cantarla.

Durante el resto de la tarde pelamos, licuamos, nos ensuciamos, y aprendimos todas las delicias que se pueden hacer con un trozo de piña. Además, compartimos de manera muy cercana con cada uno de los niños. Sus caras de alegría y preguntas elocuentes nos contagiaban de alegría, definitivamente ese día cada uno de los estudiantes entendimos la importancia del encuentro y empatía con una comunidad tan especial. Al finalizar la actividad, nos reunimos en el comedor todos los estudiantes y hablamos un poco sobre todo lo que había ocurrido esa tarde, en especial para aquellos que no estuvieron con los niños. Luego debimos continuar con los escritos y luchando contra el cansancio Laura y Natalia continuaron revisando con paciencia y dedicación cada una de las crónicas.

Algunos para ese momento ya habían terminado sus escritos por lo que llegó la hora de mostrárselos a Carlos y Paola, para que además de comprobar que las crónicas contarán los hechos tal cual ocurrieron hubiera un intercambio de percepciones con la comunidad, y así nuestro propósito de dejarles algo fuera transparente y adecuado. Fuimos de a grupos y los nervios eran evidentes, no era fácil que miembros de la comunidad leyeran los escritos y la duda de si les gustaría o no era latente.

Sin embargo, tanto Paola como Carlos fueron muy receptivos con nuestros escritos, sus comentarios enriquecían lo que ya habíamos planteado y en sus expresiones al leer se notaba el interés que tenían por el libro. Así nuestro día terminó con muchas satisfacciones. Laura Victoria Bello

Día Décimo

Crónica 11 de diciembre 

 

Hoy después de diez días de aprendizajes terminamos de dar los últimos toques editoriales a nuestro pequeño proyecto, ese que con amor le queremos dejar al ETCR "Héctor Ramírez" y a su gente. En la tarde hicimos una caminata con dirección a la cueva siete piezas, que nos hizo sentir la forma en que la naturaleza poco a poco desafía nuestros miedos más profundos, recordándonos que a veces no somos más que un cúmulo de taquicardia y ataques de pánico constantes por pensar que en cualquier momento una tela de araña podría encontrarte de frente, por pensar que un paso en falso y caerías en medio de las cordilleras, por el terrorífico sentimiento que provoca pensar en quedarse para siempre en una de las siete cuevas que vas visitando -cada una más pequeña que la anterior- o que un murciélago podría estrellarse contigo en uno de sus pequeños vuelos.

Pero al final el sobrepasar el miedo, superar cada obstáculo que de a poco se presentaba te recuerda que eres humano, que sientes, piensas y que te debilitas y es bonito vivir esto como una oportunidad de aprendizaje y reflexión Y así, ser y experimentar en un grupo cada vez más familiar que al finalizar el día te hace sentir más contento y cuidado.

 

Escrito por Sara Martínez

¡Llegó la hora de decir adiós!

Crónica 12 de diciembre 

 

Una nueva mañana en el espacio territorial "Héctor Ramírez". La tristeza inundaba muchos de los corazones de estos 18 viajeros que hace 11 días se habían embarcado en una mágica aventura. La mañana empezó gris, llena de lluvia y poco color. El barro se empezaba a meter no solo en nuestras botas sino en algunas de nuestras pertenencias, casi como si algo de él ETCR se quisiera ir con nosotros.

Nos dirigíamos por última vez al restaurante, entre el frío y la lluvia cerramos nuestra travesía con una auto y hetero-evaluación para así cumplir con nuestro deber académico. Sin embargo, eso no fue lo más importante del último desayuno, preparado por las manos de doña Edith. Lo más importante fue nuestra última reunión donde discutimos las fortalezas y cosas a mejorar de este curso intersemestral. Vale la pena resaltar como todos coincidimos en que lo mejor de este fue la sorpresividad de este viaje, que sin saberlo todavía tenía un par de sorpresas guardadas para nosotros.

Entre risas y lágrimas comenzamos a destacar la amabilidad y cariño que recibimos de las personas. Sin esperarlo apareció uno de nuestros caseros con un último detalle de despedida, para cada uno tenía un llavero en cuero con alguna palabra inspiradora, este detalle le puso color a la lluviosa mañana demostrándonos una vez más que agua bonita se viste de colores.

El almuerzo transcurría con normalidad, cuando ocurrió la primera sorpresa del día, todos esperábamos a las 4 de la tarde ser recogidos por Fabián y su chiva, quienes nos llevarían al aeropuerto. Pero gracias a la lluvia este plan cambio ligeramente ahora éramos nosotros con nuestras maletas quienes debían caminar cerca de hora y media a un punto de encuentro para poder emprender el regreso.

Con afán y después de tomar nuestra ultima foto en el espacio emprendimos caminos, nuevamente el plan cambio, y dos camionetas llegaron a recogernos para ayudarnos a llevar el equipaje al punto de encuentro. No terminábamos de llegar todos a este punto cuando un correo nos confirmó el peor de los escenarios; nuestro vuelo había sido cancelado, o al menos eso creíamos.

De un brinco y con angustia en sus caras nuestras profesoras empezaron a hacer llamadas, mientras nosotros entre chistes evaluábamos las posibilidades. No pasaron 20 minutos cuando ya sabíamos nuestro siguiente destino, el hotel Royal plaza en Florencia nos acogería por una noche. Con la tranquilidad de tener dónde dormir y con la confianza de que el vuelo sería el día siguiente empezamos a disfrutar de la situación.

Entre tanto vaivén tuvimos una grata sorpresa, el hotel nos esperaba con una ducha caliente y la promesa de una cama confortable en la cual descansar. Después de relajarnos durante unos minutos salimos a buscar unas deliciosas hamburguesas caqueteñas, cuya particularidad es que remplazan el pan por patacón.

En medio de esta deliciosa comida una llamada amenazo nuestra tranquilidad, la aerolínea aseguraba que nos esperaba con 12 cupos y se preguntaban dónde estábamos. La verdadera pregunta que se hacían las profesoras era ¿y donde dejamos a los otros 6? Con toda la firmeza maternal que las caracteriza lograron mantener el plan de viajar al día siguiente, se sentaron a disfrutar de su hamburguesa sin saber que las emociones aún no acababan.

Caminábamos tranquilamente por las calles de Florencia, haciendo planes para comprar ají amazónico y arazá al día siguiente. De repente el celular de la profesora Laura irrumpió la noche, en medio de gestos y marcando el paso nos hizo saber que el avión nos esperaba. Con la comida aún en la garganta empezamos a correr, y en tiempo récord nos encontrábamos empacando de nuevo y bajando las maletas para una nueva travesía.

Sonaban fuerte los motores de la chiva y el viento soplaba fuertemente, y curiosamente ese agitado trayecto fue uno de los momentos más tranquilos del día. Con la misma velocidad con la que empacamos y quizá un poco más rápido nos bajamos en el aeropuerto a hacer el check-in. El aeropuerto parecía desolado y solo veían unas cuantas personas molestas, pues ellas también habían sido víctimas de la poca organización y tacto que tenía nuestra aerolínea. Finalmente, entre cartas de reclamo, llamadas, caídas del sistema y un poco de enojo logramos pasar a la sala de espera. La pregunta que ronda ahora a estos 18 viajeros es ¿llegaremos hoy a Bogotá?

Escrito por Santiago Garzón Martínez y María Guadalupe Báez