90 años tras las huellas de la santidad

Hay episodios que cumplen sus primeros 90 años en el 2018 y son muy recordados. En 1928, por ejemplo, Alexander Fleming descubrió la penicilina, casi por accidente, y el ratón Mickey debutó en el cine en el cortometraje Steamboat Willie.

Para nuestra comunidad universitaria hoy es un día para traer a la memoria: aquel 2 de octubre de ese mismo año (1928) cuando el entonces Sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer —apuntes en mano, pocos recursos y mucha gracia— vio que Dios le pedía que trabajara en promover la búsqueda de la santidad en medio de lo ordinario del mundo. Y, con el impulso de la gracia, lo logró: no solo subió a los altares el 6 de octubre del 2002 (fue proclamado Santo), sino que el espíritu del Opus Dei se ha difundido a lo largo y ancho de los cinco continentes en una Obra que hoy reúne a centenares de fieles de la que es, a la fecha, la única Prelatura personal en el mundo.

La Universidad de La Sabana, mediante un convenio, ha confiado la labor formativa de toda la comunidad de personas al Opus Dei. Hoy, queremos hacer énfasis en lo que implica esta relación que ha marcado la vida de nuestra Institución.

Por esto, Campus aprovecha esta efeméride para recordar todo eso sobre lo que se basa la formación de las personas que integran la comunidad de la Universidad de La Sabana. Entrevistamos a Monseñor Hernán Salcedo Plazas, quien funge como nuestro vice Gran Canciller desde hace 25 años. Durante este tiempo se han suscitado grandes transformaciones en el mundo, el país, el sector educativo, nuestra sociedad y nuestra Universidad.

En un acto académico, en mayo de 1993, usted se dirigió por primera vez, como vice Gran Canciller, a nuestra comunidad universitaria con una disertación que tituló: “La Universidad que el Beato Josemaría guardaba en su cabeza y en su corazón”. En ese acto, usted se refirió con sentimientos de agradecimiento a San Josemaría como el “verdadero inspirador que ha sido de nuestra Universidad”. ¿Cuáles rasgos de esa universidad que soñaba San Josemaría destacaría como una realidad ya consolidada en la Universidad de La Sabana? Hoy por hoy, ¿cómo perpetuar el legado de San Josemaría? 

"La ilusión de San Josemaría era que fuéramos buscadores de la verdad, la verdad, en toda su amplitud, aunque, en definitiva, la verdad es una persona, es Cristo. Y en el contexto de la búsqueda de la verdad, la Universidad ha avanzado mucho: personas investigando, tratando de conocer la verdad en distintos campos, se ha abierto el horizonte de esa búsqueda y, por tanto, diría que esa ilusión de San Josemaría ha ido haciéndose vida, cada vez más”.

¿Son ya 90 años los del Opus Dei en el mundo?, ¿es poco?, ¿es mucho? ¿Cuál ha sido el fruto de todos estos años?

“San Josemaría decía que para una Institución que va a durar hasta el fin de los tiempos siempre será poco. Pero los años se miden por las riquezas que Dios va permitiendo, va donando, va entregando, por las riquezas que se van ganando y, en ese sentido, estos 90 años han sido muy fecundos para la historia de la Obra, en santidad, en personas que han sido declaradas santas o venerables”.

La Iglesia católica vive momentos de turbulencia. ¿Cómo el Opus Dei aporta a reducir la incertidumbre, la crisis, a motivar a la gente para que no sucumba y siga creyendo?

“Los momentos de sufrimiento de la Iglesia me traen constantemente a la memoria esos instantes de dolor de la Iglesia de los años 70 en los que San Josemaría lloraba: decía que Dios le había concedido ese don de las lágrimas para llorar por la Iglesia, porque también atravesaba una situación muy dolorosa, de decepción, de confusión. Ponía la comparación de un edificio que tiene unos cimientos sobre los que se asienta y decía que se habían corrido esos cimientos y que había que volverlos a poner en su sitio, con gran cariño. Por eso, nos pedía que hiciéramos mucha oración y mucha penitencia para que pasara ese tiempo de la prueba.

Nos decía que es preciso amar a la Iglesia como a nuestra madre, a pesar de la conducta equivocada de algunos, y ponerle rostro a nuestra oración, comprendiendo a todo el mundo sin juzgar a las personas. Rezar por ellas, porque sus equivocaciones han sido graves. En ese sentido, el Opus Dei tiene que ser lo que el Papa sugiere: todos los católicos tienen que comprometerse a ser penitentes, con una penitencia que sea como un llamado de atención para la conversión”.

¿Cómo se imagina al Opus Dei en unos años?, ¿cómo a la Iglesia?, ¿cómo a la Universidad? 

"No quiero quitarle nada al futuro, por - que el futuro vendrá y seguirá siendo futuro. Realmente, el andar del hombre es ir de futuro en futuro, por decirlo de alguna manera, y, en ese sentido, me imagino a la Universidad avanzando, creciendo, profundizando en la verdad y enriqueciendo a muchísimas personas, sin frenarse por nada.

Para la Obra será lo mismo, el futuro es el futuro de Dios y no sería bueno anquilosarnos, entretenernos, tener temores que, de alguna manera, achican el corazón. Por el contrario, siempre hay que agrandarlo más. No conocemos los acontecimientos concretos que vendrán en el futuro, ni los de mañana, pero confiando en la iniciativa de Dios y en la nuestra vendrá un futuro más lleno de riqueza humana y divina.”

Tras los años revoltosos de finales de los 70 y siendo estudiante de Ingeniería Química en la Universidad Nacional, el vice Gran Canciller de la Universidad de La Sabana y actual Vicario del Opus Dei en Colombia encontró su vocación sin buscarla: “Y, desde el comienzo, opté por seguir la iniciativa divina. El Espíritu Santo lo va moviendo interiormente a uno y también me movió a ponerme disponible. Si Dios quería para mí el sacerdocio, yo estaba listo. Fueron años de preparación. El fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer, todavía estaba vivo y ahí se encendió con fuerza su llamado. Algún día le dije que estaba dispuesto a ordenarme y él siempre respondía: ‘Muy bien, hijo mío, que sepas que eres libre de decidir. Servir como Sacerdote en el Opus Dei no es la culminación de la vocación, sino una manera distinta de servir’”.

Ha estado en contacto con la Universidad desde sus inicios en los años 80. Dio clases aquí, ha estado al tanto de todos los aspectos de la vida universitaria y ha seguido paso a paso el crecimiento sostenido y permanente de la Institución.

El Gran Canciller es el encargado de “velar” porque la tarea docente se realice de acuerdo con el ideario de la Universidad. En palabras del propio Monseñor, su labor es mirar con cariño la Universidad y estar atento a que toda su tarea sea haga a la luz del proyecto que le dio vida.