Elecciones, desafección y recuperación de la confianza

Uno de los puntos comunes para caracterizar la democracia colombiana es que es una de las más antiguas y estables de América Latina. Junto a esto, aparece un discurso muy arraigado en la cultura política nacional, que es el de la defensa de la institucionalidad por encima de todo. Paradójicamente, la democracia electoral, argumento central de esta explicación, es la misma que permite cuestionar su validez.

Tristemente, desde una perspectiva histórica comparativa, son muchos más los colombianos y colombianas que, por distintas razones, se abstienen de participar en las elecciones que los que sí lo hacen. Esto tiene como consecuencia serios problemas de gobernabilidad y legitimidad, bajo un esquema que se sostiene sobre las decisiones de las mayorías, que en este caso no son tal.

El porcentaje de participación en las elecciones presidenciales de Colombia nos muestra que, en 2010, participó el 49 % de los inscritos; en 2014, el 39 % y, en 2018, el 52 %; esto en la primera vuelta. Para segunda vuelta, participaron en esos mismos procesos el 43 %, 47 % y 54 %, respectivamente. Únicamente en 2018 se logró tener un porcentaje mayor de participación que de abstención, sin que la cantidad de votantes fuera abrumadoramente superior al promedio histórico, quizás por ver la elección como un escenario alternativo de refrendación/crítica a la implementación del Acuerdo de Paz.

De cara a las elecciones presidenciales que tendremos a finales de mayo, vuelve a aparecer el fantasma de la abstención y la indecisión como un factor que puede incidir en la dinámica y el resultado del proceso.

Detrás de todo aparecen interrogantes sobre el porqué de la baja participación y la fuerte desafección política que pareciera reinar entre muchos colombianos y, casi todos los caminos, nos llevan al sentimiento de inconformidad y desconfianza con el estamento político y sus instituciones tradicionales, lo cual lleva a que discursos que plantean críticas al establecimiento y se enfocan especialmente en el combate a la corrupción tengan eco en el electorado.

Parte de la recuperación de dicha confianza no pasa necesariamente por una defensa ciega de la institucionalidad. Recuperar el vínculo entre los representantes y representados, especialmente cuando la información circula libre y velozmente, es indispensable. La política se debe hacer de cara a la ciudadanía, de manera transparente y argumental. Hoy, como nunca, los políticos deben comunicar sus propuestas, proponer soluciones viables, dialogar con el electorado, interpretar sus necesidades y adaptarse a su cultura. De lo contrario, la brecha entre “los políticos” y la sociedad se acrecentará, llevándose por delante a la cultura política democrática.

Por parte de la ciudadanía ya no hay excusas para una mayor educación y cultura política para la democracia. Abandonar la actitud receptiva-pasiva y exigir a los políticos, controlarlos y pedirles rendiciones periódicas de cuentas frente a sus posturas, decisiones y políticas se convierte en un deber. Igualmente, es fundamental adquirir hábitos de información política saludables, verificando la información, evitando los rumores y socializando políticamente con sus semejantes bajo la premisa de la información veraz.

La solución a la crisis de confianza institucional no está en manos de una sola persona; por eso mismo, debemos recordar que, el fin último de la política, es el bien común y, como tal, depende para su realización de todos los miembros de la comunidad.

 

La solución a la crisis de confianza institucional no está en manos de una sola persona; por eso mismo, debemos recordar que, el fin último de la política, es el bien común y, como tal, depende para su realización de todos los miembros de la comunidad. Quizás abstenerse sea una opción legal, pero, en la medida en que todos nos involucremos en los asuntos públicos, como, por ejemplo, participando en las elecciones, tendremos sistemas políticos más legítimos, democráticos y representativos.

* Las posturas reflejadas en esta columna representan la opinión de su autor.