Señoras y señores:

Para algunos podrían resultar sorprendentes los hechos y las cifras narrados por el señor presidente del Consejo Fundacional, doctor Álvaro Mendoza Ramírez, y por el señor rector, Rolando Roncancio. Pienso que todo ese maravilloso desarrollo relatado constituye una prueba más del carácter y de la identidad de la Universidad de La Sabana.

Me explico mejor con una anécdota. Cuando conocí al doctor Octavio Arizmendi Posada, primer rector de la Universidad de La Sabana, en un parqueadero a la salida de un evento, me le acerqué y me presenté. Me sonrió con un gesto muy característico de él y asumió como propias unas palabras que había aprendido de San Josemaría Escrivá: “Esta es una gran aventura humana y sobrenatural”.

Meses después, cuando fui nombrado su asistente, tuve la oportunidad de compartir con él muchos momentos. Luego, vinieron sus sucesores: el doctor Rafael González Cagigas y el doctor Álvaro Mendoza Ramírez. En esos muchos años de trabajo cercano con esos tres rectores, tuve también la oportunidad de ser un testigo excepcional al ver a los pioneros de esta Universidad trabajar con la ilusión de un sueño, que, mirado desprevenidamente, sonaba un poco ingenuo: la Universidad de La Sabana sería en el futuro una de las mejores universidades del país; tendría una facultad de medicina y una clínica universitaria; construiría un campus de talla internacional; sería un referente de sus pares institucionales en el contexto nacional e internacional. Hoy, esos sueños están materializados.

Me correspondió ver esa semilla ya germinada y arraigada con el empuje de una fuerza invisible, pero tangible: un ideario o proyecto educativo institucional y una sólida identidad cristiana en la espiritualidad del Opus Dei.

"Todo ese maravilloso desarrollo relatado constituye una prueba más del carácter y de la identidad de la Universidad de La Sabana".

No nos llamemos a engaño. La vitalidad de la Universidad de La Sabana está en esa relación profunda que tiene con la Prelatura del Opus Dei. Hoy, 42 años de vida institucional como universidad (21 septiembre de 1979), más ocho años adicionales desde la creación del INSE (1971), han permitido crear una cultura institucional arraigada y extendida, basada en unos sólidos principios institucionales: amor y fomento a la libertad, búsqueda de la verdad, espíritu de servicio a los demás y a la sociedad, y caridad en las relaciones interpersonales.

Muchas veces la gente se pregunta: ¿cuál es el secreto del desarrollo vertiginoso de la Universidad de La Sabana? La clave de la respuesta está en sus principios, en su identidad hecha cultura apropiada por su comunidad universitaria.

Por eso, todos esos “logros de la Universidad” que se han señalado son verdad, con un tris de exageración -disculpable- al imputarlos a la gestión personal de 15 años de servicio en la Rectoría. Perdonadme, acudo a un recurso literario para explicar y expresar una verdad compleja que entrañan las palabras del presidente del Consejo Fundacional y del rector que se acaban de pronunciar.

En ese momento, al escuchar esta lista de “hechos”, me sentí como en una audiencia pública ante una sala de magistrados (sé que me entendéis el malabarismo del lenguaje y el uso alegórico de mis palabras).

Si estuviera ante un tribunal, debería aceptar la verdad de los “hechos”, pero debería decir, su señoría, señor presidente del Consejo Fundacional, señor rector, querida audiencia, que todo eso que dicen de las cifras de la Universidad de La Sabana es cierto, lo que pasa es que no fui yo solo. “Hay cómplices que quiero delatar”

Es más, muchos de ellos son los autores intelectuales; algunos también ejecutores materiales. Otros incluso hicieron todo eso sin mi conocimiento. Y en muchos proyectos contra mi opinión inicial.

 

Es cierto, querida audiencia, que en algunos tuve participación, pero nunca estuve solo. Así que las consecuencias sobre todo ello recaen en centenares de personas que no puedo revelar nominalmente, pero que son fácilmente identificables

En los agradecimientos muchos optan por usar expresiones generales para no cometer el error de olvidar a alguno. Yo no voy a mencionarlos a todos; pero sí quiero referirme a unos pocos nombres, aun a riesgo de cometer omisiones involuntarias. A los omitidos, pido su comprensión.

Se me ocurre, en primera medida, agradecer a la Comisión de Asuntos Generales del Consejo Superior, en particular a los vicerrectores, los secretarios generales, los directores generales administrativos, los secretarios del Consejo Fundacional.

Aquí quiero mencionar nominalmente a dos muy queridos vicerrectores que me han acompañado estos 15 años y sin quienes no hubiera podido desarrollar la rectoría que ha llegado a su plenitud de cumplimiento. Me refiero a los vicerrectores, Liliana Ospina de Guerrero y Mauricio Rojas Pérez. Fueron muchas horas con ellos, muchos momentos para la memoria personal e institucional. Siempre me cubrieron los flancos débiles, esos sí patentes, con fina caridad y elegancia. Me hacían aparecer como el creador de esas iniciativas que provenían de ellos. O me contradecían cuando mis opiniones apuntaban a un camino que no era el mejor. Es la maravilla de una cosa que, en la Universidad de La Sabana, llamamos el gobierno colegial. Liliana, Mauricio: ¡muchas gracias!

A los veintiún fundadores de la Universidad, gracias por su visión y audacia. Entre ellos, nuestro reconocimiento a Jorge Escobar Martínez y a Eduardo Borda Camacho, los últimos dos fundadores recientemente fallecidos.

A los promotores del INSE, institución pionera en educación a distancia en América Latina y la cual se transformó en Universidad, entre muchos nombres para reconocer, los señores Hugo Niño (fallecido el pasado domingo), Fabio González Zuleta y Jorge Yarce Maya. ¡Muchas gracias!

El Consejo Superior ha demostrado su confianza y respaldo. Todos sus miembros han contribuido con sus preguntas, comentarios y objeciones.

Al Consejo Fundacional y a sus miembros que han cumplido con su tarea estatutaria y me han dado su confianza al nombrarme rector y al haber contado conmigo durante cinco períodos. A ustedes, muchas gracias.

De modo especial, muchas gracias, a su presidente, el exrector, doctor Álvaro Mendoza, quien estuvo desde la Fundación de la Universidad participando en la elaboración de sus estatutos. A usted, doctor Mendoza, de facto puede llamársele sin temor un cofundador de la Universidad de La Sabana, así no haya suscrito el acta fundacional que ayudó a redactar.

Usted, doctor Mendoza, fue un formador determinante en mi proceso directivo. Mi admiración y mi respeto. Su consejo discreto, pero siempre sincero y recto, fueron faro en las mil y una noches de avatares en las decisiones difíciles de este itinerario directivo.

El Consejo Superior pleno ha demostrado su confianza y respaldo. Todos sus miembros han contribuido con sus preguntas, comentarios y objeciones. Sin su función de Consejo, las decisiones tomadas habrían omitido importantes aspectos. Muchos nombres, muchas personas. Solo quiero mencionar a una, la decana del Consejo Superior, la doctora Cecilia Duque. Ella ha sido miembro del Consejo Superior desde la fundación de la Universidad. A cada uno mi gratitud y reconocimiento.

El Consejo Superior pleno ha demostrado su confianza y respaldo. Todos sus miembros han contribuido con sus preguntas, comentarios y objeciones. Sin su función de Consejo, las decisiones tomadas habrían omitido importantes aspectos. Muchos nombres, muchas personas. Solo quiero mencionar a una, la decana del Consejo Superior, la doctora Cecilia Duque. Ella ha sido miembro del Consejo Superior desde la fundación de la Universidad. A cada uno mi gratitud y reconocimiento.

Por su parte, el Consejo Académico ha sido un escenario de muchos aprendizajes. Un encuentro mensual para otear los retos comunes y enfrentar los problemas desde las diferentes miradas disciplinares. La consolidación de la alta calidad académica de la Universidad de La Sabana pasó por el escrutinio juicioso de este espacio de diálogo universitario.

Al cuerpo de decanos y de directores de unidades académicas (facultades, INALDE, Forum, Centro de Tecnologías para la Academia (CTA) y el Departamento de Lenguas y Culturas Extranjeras), ¡muchas gracias! Esos cientos de horas de despachos siempre fueron encuentros de amistad. Allí entendí que el dirigir también se puede resumir en que gobernar colegialmente es, en el fondo, una buena tertulia. Así se hace menos pesado, se construye amistad y se escucha al otro.

Nuestros despachos eran conversaciones, no juicios de rendición de cuentas y, al fin y al cabo,os logros que se me imputan en solitario son obra intelectual y ejecución libre de ustedes y de sus equipos de profesores y administrativos. “En todos ustedes también debe recaer la sentencia que aquí se me impone”. En derecho, esto se llama coautoría y solidaridad. Ustedes fueron los “cómplices” de toda esta aventura humana y sobrenatural que es la Universidad de La Sabana.

Amigos Unisabana merece una mención especial. Sus presidentes y sus equipos han trabajado de la mano de la Universidad, para fortalecer el relacionamiento de La Sabana con el entorno y la consecución de recursos que han sido claves para hacer realidad la inclusión de jóvenes estudiantes.

A la Clínica Universitaria de La Sabana, a su cuerpo directivo, asistencial y administrativo, que ha contribuido a cristalizar un proyecto de gran envergadura e impacto regional en la salud; muchas gracias.


 

Durante la ceremonia de posesión, se develó el óleo con el retrato del doctor Obdulio Velásquez Posada, el cual será ubicado en el Faculty Club (Club de Profesores).

Queridos profesores y colegas: siempre orgullosos de pertenecer al corazón del estamento más importante de la Universidad. Hasta mi carné de rector es dorado, es decir, de profesor en funciones temporales de rector. Ahora con más intensidad me sumergiré en esos encuentros académicos que nunca he abandonado.

Queridos estudiantes, 15 años de rector en contacto permanente con ustedes me han mostrado los cambios de época y de sensibilidades que hoy vive el mundo. Gracias siempre por expresar en tantos cafés y encuentros con el rector sus inquietudes, quejas, sugerencias. En los momentos de la inundación, ustedes le mostraron al mundo el temple de un estudiante de la Universidad de La Sabana. Un colega rector me dijo que le había sorprendido la reacción de los estudiantes; su solidaridad, orgullo y sentido de pertenencia con su alma mater.

A mis colegas y amigos del sector de la educación, muchas gracias. En primer lugar, a las ministras de Educación y sus viceministros, y a los directores y demás personal. El rector de la Universidad de La Sabana siempre fue recibido con apertura. A los miembros del Consejo Nacional de Acreditación (CNA), a las decenas de pares evaluadores que con toda objetividad plasmaron la realidad de esta incipiente Universidad, que estaba alcanzando los más altos estándares de calidad en el contexto de la educación superior en Colombia. Las acreditaciones que ostenta hoy la Universidad no fueron gratuitas, son el reconocimiento a la comunidad universitaria y a su trabajo bien hecho, fiel al espíritu que la anima. Gracias por su imparcialidad, por sus juicios siempre respetuosos y oportunos, por señalarnos mejores caminos para hacer las cosas y cumplir con los objetivos retadores. Sin los procesos de Acreditación, esta Institución no hubiera acelerado los procesos de Alta Calidad como lo ha hecho en tan corto tiempo. Ustedes también son corresponsables de lo que se dice aquí que es hoy la Universidad de La Sabana.

Esta Institución es una universidad abierta: abierta a toda persona sin discriminaciones, abierta a la verdad, abierta a la región Sabana Centro, abierta al país, abierta a la fe y a la razón.

Esta Institución es una universidad abierta: abierta a toda persona sin discriminaciones, abierta a la verdad, abierta a la región Sabana Centro, abierta al país, abierta a la fe y a la razón, donde los principios católicos no se imponen y se presentan en su majestuoso atractivo para contribuir en la construcción de una sociedad incluyente, como lo es la Universidad de La Sabana. Esta es una universidad abierta al mundo y al bilingüismo; abierta al mundo del trabajo y a la solución de problemas reales. Una verdadera comunidad de personas y de saberes. Es decir, una universidad con todas sus letras.

A mis colegas rectores de universidades privadas y públicas, mi agradecimiento y reconocimiento. Compartimos muchos momentos, muchas horas de trabajo en contribuir al sistema de la educación superior. Gracias por sus votos, no solo de confianza, sino también los de las elecciones que me permitieron representarlos en algunos escenarios: el Consejo de Educación Superior (CESU), el Órgano Colegiado de Administración y Decisión (OCAD), y los varios períodos como miembro de la Junta de la Asociación Colombiana de Educación Superior (ASCUN), y el ejercicio de su presidencia. Aprendí mucho de ustedes. Los observé permanentemente. Me inspiraron ideas y modos de hacer. La Universidad de La Sabana tiene en su cuerpo de profesores y de directivos personas de sus instituciones. Esto le ha permitido a La Sabana no ser endogámica, sino ser una universidad insertada en el sistema de la educación superior. También son ustedes corresponsables de lo que aquí se ha dicho del crecimiento de la Universidad.

Finalmente, quiero dirigirme a todo el personal de apoyo de servicios generales, a las “monis”, al personal auxiliar y técnico. Ustedes muchas veces son esos servidores anónimos a quienes debemos que este campus y la Universidad operen con exactitud de reloj: limpieza, orden, cariño en la atención de propios y de visitantes. Ustedes nos dan ejemplo del trabajo bien hecho y del espíritu del servicio.

Como puede verse, señor presidente del Consejo Fundacional; señor rector, profesor doctor Rolando Roncancio Rachid; querida audiencia: yo no soy responsable único de lo que aquí se ha dicho. Son muchos los implicados. A todos ellos les cabe a responsabilidad. Así que pido para ellos la misma sentencia: ¡muchas gracias!

En los procesos directivos de estos años también hubo errores. Las decisiones que haya tomado y que, si en algún caso afectaron personas, a todas ellas pido su comprensión y perdón.

Para terminar estas palabras, quiero evocar las figuras de San Josemaría Escrivá; el beato Álvaro del Portillo; Monseñor Javier Echeverría y Monseñor Fernando Ocáriz.

San Josemaría Escrivá, el santo y fundador del Opus Dei, es el inspirador de la Universidad de La Sabana. A él todo el mérito. Recuerdo a la exvicerrectora y exrectora, María Adela Tamés García, una gran mujer que contribuyó tanto en hacer esta Universidad y quien, cuando en un aniversario de la Facultad de Educación le dimos las gracias a todos los que habían contribuido en ese proyecto, con su sencillez y delicadeza me dijo (fue una corrección): “Todo esto se lo debemos a nuestro Padre, a San Josemaría”. Efectivamente, el peligro de apropiarnos de méritos ajenos es un peligro sutil y real.

Monseñor Álvaro del Portillo, primer Gran Canciller de la Universidad y sucesor de San Josemaría, fue beatificado en este pontificado del Papa Francisco. Al beato Álvaro del Portillo le debemos el campus universitario, el Fondo Patrimonial Especial para obtener recursos para estudiantes de escasos recursos, la Clínica universitaria y la Facultad de Medicina, que siempre impulsó.

A su sucesor, Javier Echevarría, quien nos acompañó en dos ocasiones en sus viajes pastorales a Colombia, agradezco su preocupación y constante oración por esta obra de apostolado corporativo del Opus Dei. En su último encuentro con la Comisión de Asuntos Generales, nos dijo:

“Os pido que continuéis con el mismo entusiasmo, también humano, pero sobre todo sobrenatural, sabiendo que estáis edificando la Casa del Señor en todos los sentidos, no solamente porque os metéis en las tareas de gran envergadura que hay que hacer, sino también porque buscáis el bien de cada persona”.

No quiero terminar sin referirme al actual Prelado del Opus Dei, Monseñor Fernando Ocáriz y Gran Canciller de la Universidad. Nos acompañó muchos años como profesor en los cursos internacionales de actualización teológica. Ha seguido con cariño e interés los desarrollos de los últimos años de la Universidad de La Sabana. Al Vice-Gran Canciller, Monseñor Hernán Salcedo, quien con su visión universitaria profunda nos ha acompañado siempre con sus consejos y orientaciones. Muchas gracias.

Señor rector, muchas gracias por sus palabras. Esto se acabó. Llegó el momento del relevo. Me voy feliz; dejamos la Universidad en cabeza del profesor, doctor Rolando Roncancio, un hombre preparado para los retos de transformación que vive la educación superior. Dejamos la Rectoría en sus manos.

A Dios mi agradecimiento, a Él toda la Gloria. Viene una época de esplendor de esta alma mater. Como decía San Josemaría Escrivá: “Soñad y os quedaréis cortos”.

Muchas gracias, Obdulio Velásquez Posada.