La segunda batalla contra el coronavirus

Tras haber superado una primera ola de infectados, varios países europeos, como España y Francia, han sufrido un aumento en los contagios y muertes por COVID-19. Este hecho ha puesto en alerta al resto del mundo, y muchos países, como Colombia, que creían haber superado el pico de la pandemia, se preparan para evitar que los rebrotes tengan un impacto similar al del inicio de la crisis sanitaria.

A pesar de la gran cantidad de recursos que el mundo entero ha invertido en la investigación del virus, aún no se han determinado con exactitud sus comportamientos. Para el doctor Erwin Hernández, profesor de la Facultad de Medicina, los rebrotes no se deben a que algunos países hayan tomado malas medidas y otros buenas; la diferencia está en las culturas de cada país. En naciones como Alemania o Finlandia, por ejemplo, culturalmente la gente ya es distanciada socialmente. Otro ejemplo es Japón, pues, tradicionalmente, cuando hay epidemia de una enfermedad respiratoria o de gripa, sus habitantes utilizan el tapabocas de forma habitual y se lavan las manos constantemente. Estos países han asumido una serie de hábitos saludables que les permiten controlar y, en cierta medida, prevenir las enfermedades.

No le creemos al uso de tapabocas, no le creemos al lavado de manos y, además, no tenemos el distanciamiento social… todavía sigue faltando esa concepción de que la salud es un bien colectivo.

En el caso de Colombia, y en general de toda la región de América Latina, se es muy resistente a asumir hábitos de autocuidado. “No le creemos al uso de tapabocas, no le creemos al lavado de manos y, además, no tenemos el distanciamiento social; todavía sigue faltando esa concepción de que la salud es un bien colectivo: que además de cuidar mi salud, desde el punto individual, yo tengo la obligación de cuidar la salud de mi familia y de mi comunidad”, explica el doctor Hernández.

Además del aspecto cultural, cuando los casos tienden a bajar, suelen presentarse dos fenómenos. En primer lugar, la falsa confianza, es decir que las personas, tras una disminución en los casos y medidas de seguridad más flexibles, piensan que la enfermedad ha desaparecido o que ya no es tan peligrosa. El segundo es la relación social; cuando las personas vuelven a estar en contacto con sus amigos y familiares, ignoran el distanciamiento social.

Según el doctor Hernández, “La misma evidencia ha documentado que quienes más están transmitiendo la enfermedad en el mundo son quienes conforman la población joven. Para ellos, es más difícil establecer ese aislamiento social y, además, tampoco usan el tapabocas y no se lavan las manos”.

Para superar la enfermedad, los expertos establecen que se requieren tres procedimientos. Primero: los medios personales, es decir, el lavado de manos, el uso del tapabocas y el respeto por el distanciamiento social. En segundo lugar: una eventual vacuna y, tercero, el tratamiento.