La labor de un salubrista se torna fundamental en el análisis crítico de la situación en salud; en la comprensión, gestión del riesgo, vigilancia y control, e implementación de respuestas adecuadas.

A propósito de la primera promoción de magísteres en Salud Pública de la Universidad de La Sabana, dos graduadas del Programa resaltan la importancia de esta especialidad y cuál es su mayor reto.

En medio de la pandemia, el salubrista es una figura clave para que los gobiernos tomen decisiones, pues su labor contribuye aformular, implementar, evaluar y seguir las políticas públicas en la salud. Campus habló con las doctoras María Carolina López Matéus y Katia Lucía Márquez Valestt, graduadas de la Maestría en Salud Pública, sobre el papel que están desempeñando estos especialistas en la coyuntura mundial.

¿Qué identifica a un salubrista y por qué es tan importante para mitigar los efectos de esta pandemia?

María Carolina López: un salubrista es un profesional que se dedica a mejorar la salud de la población, por medio de la sinergia de diferentes disciplinas y actores. Su principal papel dentro de esta pandemia es contribuir a preservar la salud desde las comunidades y a mejorar el bienestar individual, colectivo y familiar, mediante el trabajo conjunto con educadores, comunidades, prestadores de servicios de la salud, generadores de políticas públicas, entre otros actores. Por eso, estamos llamados a observar, indagar, comprender y analizar los factores biológicos, sociales, educativos, culturales, económicos y políticos, que inciden sobre la salud, sobre todo en los sectores más vulnerables.

En medio de estas circunstancias, ¿cuál es el siguiente paso del Gobierno para seguir atendiendo la emergencia sanitaria?

M.C.L.: las acciones del Gobierno deben estar fundamentadas en las necesidades y particularidades del territorio. Si bien se cuenta con la experiencia de otros países, es necesario que las decisiones sean tomadas de manera local, teniendo presente los factores determinantes y sociales de la salud que demarcan nuestro territorio.

Por eso, debe trabajarse en la planificación, mejora y adaptación continua, puesto que esta es tan solo la ola inicial. Es necesario fortalecer los sistemas de vigilancia en la salud pública, de tal manera que se tenga información veraz en tiempo real y se permita tomar decisiones de manera informada y coherente frente a la realidad. Esto debe acompañarse de estrategias de la atención primaria en salud, la cultura del autocuidado, el trabajo articulado entre las comunidades y sus líderes, al igual que la conciencia colectiva.

Por otra parte, aunque la pandemia ha requerido la atención y movilización del talento humano, no deben descuidarse las otras batallas en la salud que no dan tregua, como las enfermedades crónicas no transmisibles, las enfermedades vectoriales, la tuberculosis y la salud mental; estas, hoy más que nunca, deben permanecer bajo el radar de los salubristas para evitar que se sumen otras emergencias.

¿Cuál es el mayor reto que están enfrentando los salubristas en esta pandemia y cómo manejarlo?

M.C.L.: nosotros -los salubristas- somos gestores de cambio del comportamiento de las poblaciones y, el mayor reto que enfrentamos antes, durante y después de la pandemia, es construir salud desde el diálogo con la ciudadanía y las comunidades, diálogo que permita empoderarnos desde el autocuidado: estilos de vida saludables y exposición a entornos saludables.

¿Cómo podría contribuir el salubrista a prevenir otras enfermedades que afecten gravemente a la población?

Katia Lucía Márquez: en general, los salubristas deben tener un proceso de reconocimiento dentro del sistema, como una prioridad en las agendas políticas. Nuestra labor no se limita a los procesos de salud y enfermedad, o a factores de riesgo, también cumplimos una función social. Debemos propender por la construcción de entornos saludables y por el mejoramiento de las condiciones de vida, desarrollar y fortalecer una cultura de vida y salud, generar inteligencia en salud, atender las necesidades y demandas, al igual que brindar garantías en la seguridad y calidad de los bienes y servicios relacionados.

¿Qué se necesita para ser un buen salubrista?

K.L.M.: el enfoque y ejercicio de la salud pública es esencialmente multidisciplinario; eso quiere decir que no es exclusivo de aquellas profesiones que competen solo al área de la salud y, así mismo, requiere de un alto grado de compromiso social. En esa medida, la labor de un salubrista se torna fundamental en el análisis crítico de la situación en salud, en la comprensión, gestión del riesgo, vigilancia y control e implementación de respuestas adecuadas, en aras de mitigar no solo a esta pandemia, sino cualquier epidemia y los efectos de esta en sus diferentes contextos.

Finalmente, ¿cuál fue su mayor motivación para estudiar la Maestría en Salud Pública?

K.L.M.: el ejercicio como epidemióloga siempre me situó de cara a la salud pública y, trabajar en esta área, me permitió comprender que, realmente, cursar la Maestría era el complemento ideal para mi perfil profesional. Esta me permitiría ampliar la perspectiva de la epidemiología hacia un ámbito enfocado a la salud poblacional, donde cobra relevancia el contexto sociocultural y medioambiental.