En Colombia, de acuerdo con las cifras del DANE, para mayo de 2020, la tasa de desempleo aumentó al 21.4 %. Eso significó un aumento de 10.9 puntos porcentuales frente al mismo mes del año pasado (10.5 %).

Por supuesto, estos escenarios generan incertidumbre en los 17.262.000 colombianos que hoy no tienen empleo o se encuentran “desocupados”, una causa muy justificable de estrés y ansiedad. “En el caso del trabajo, al saber que es una actividad que impacta directamente la calidad de la persona y sus finanzas, y en ocasiones a la de su núcleo familiar, sentir que su continuidad en el trabajo está en riesgo, incrementa la posibilidad de presentar síntomas de ansiedad”, afirma Diana Obando, psicóloga clínica y directora de Profesores e Investigación de la Facultad de Psicología.

“Además -dice la profesional-, la preocupación es uno de los signos centrales, en la que la persona se enfoca para evaluar una y otra vez las consecuencias, usualmente las negativas, de perder el trabajo. Esta evaluación se repite y se centra, más que en la toma de decisiones, en los efectos desfavorables de la situación”.

El trabajo es fuente de sostenimiento para la mayoría de las personas y, además, implica el cumplimiento de un proyecto de vida laboral, el mantenerse activo y una forma de relacionarse con los otros. Perder este espacio impacta al ser humano en muchos de los aspectos de su vida diaria. Así, las personas pueden sentir desesperanza y estrés, los cuales desencadenan en conductas de riesgo, como el consumo de sustancias psicoactivas o en conductas autolesivas, cambios en sus hábitos de alimentación y en el sueño, o irritabilidad, entre otras.

No es momento de bloquearse

Sentir preocupación y niveles de ansiedad no patológicos puede ser beneficioso, porque motiva el cambio y la búsqueda de soluciones. De acuerdo con la psicóloga, “La preocupación y el estrés desaparecen una vez se resuelve la situación de incertidumbre, ya sea por firmar un contrato para continuar en su lugar de trabajo o por conseguir un nuevo empleo. El problema aparece cuando los síntomas alteran la funcionalidad de las personas en sus contextos de interacción y cuando generan un malestar significativo en la persona, e incluso en el núcleo familiar. Cuando se llega a este punto, es imprescindible recibir apoyo terapéutico por psicología o psiquiatría, para mejorar el bienestar y la calidad de vida”.

Hay bloqueo o estancamiento en el malestar cuando la atención se centra en contemplar las consecuencias de la situación laboral y no en organizar las ideas y generar acciones específicas de solución. Es natural que al inicio de una situación difícil la persona experimente emociones asociadas al estrés y la ansiedad, y es necesario generar un proceso de aceptación de estas emociones y permitirse sentirlas. Presionarse para eludir estados de estrés tiene un efecto paradójico porque genera mayor malestar. Aceptar la preocupación y darse tiempo para asimilar nuevas situaciones es beneficioso y prepara a la persona para iniciar una nueva etapa de cambios y de acciones definidas.