La peste de Atenas: lecciones de Tucídides en tiempos del COVID-19

Tucídides observó el impacto negativo de la epidemia en la sociedad ateniense. Algunas de sus observaciones nos podrían servir de lecciones en la situación provocada por el COVID-19.

En el segundo año de la Guerra del Peloponeso (430 a. C.), cuando los espartanos y sus aliados invadieron el Ática para detener la expansión imperialista de Atenas, empezó a extenderse una enfermedad en aquella región que ya había afectado a muchas localidades de la Hélade. Al parecer provenía de África y se extendió por gran parte del Imperio Persa. “No hay registros de una peste de tal magnitud en la Antigüedad”, comenta Ronald Forero, profesor de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas.

Algunos datos recogidos por el historiador Tucídides se asemejan a los que hoy en día sufrimos por causa del COVID-19:

1. Al principio, los médicos eran los que más morían, por estar en contacto con los enfermos. “El personal médico y sus familias, sin duda, tienen un riesgo mayor de contagio que cualquiera de nosotros”, señala Forero.

2. Algunos aseguraron que los peloponesios habían envenenado los pozos con la peste. “Este dato tiene un paralelo con las teorías conspiracionistas actuales sobre la propagación del virus, que apuntan a una guerra biológica entre los Estados Unidos y China”, afirma el profesor.

3. El Pireo es aún en la actualidad el puerto de Atenas, por lo que al llegar la peste desde allí, se diseminó rápidamente por la ciudad, matando a muchos de sus habitantes. “Era como un aeropuerto al que llegaban mercancías y personas de todo el Mediterráneo. El Pireo era esencial para la economía ateniense por la exportación y la importación de productos manufacturados y de materias primas”, afirma Forero.

4. Los que tenían enfermedades previas sufrieron más.

Tucídides aclara en su Historia de la Guerra del Peloponeso que se limitó a explicar lo que él vivió, ya que, como en la actualidad, eran muchas las versiones falsas que se escuchaban sobre las causas del virus. Describió detalladamente la enfermedad porque él mismo la padeció y fue uno de los sobrevivientes, “De pronto les entraban primero fiebres intensas que afectaban a la cabeza, enrojecimiento e inflamación de los ojos, y, por dentro, la garganta y la lengua se volvían sanguinolentas y exhalaban un aliento extraño y pestilente. Luego, a partir de esos síntomas, sobrevenían estornudos y ronqueras y, en no mucho tiempo, la afección bajaba al pecho acompañada de fuerte tos; cuando se fijaba en el estómago, lo trastornaba y producía vómitos de bilis”.

En su narración, Tucídides también observó el impacto negativo de la epidemia en la sociedad ateniense. Algunas de sus observaciones nos podrían servir de lecciones durante la compleja situación, provocada por el COVID-19:

1. No dejar de luchar contra la enfermedad. “Lo más terrible del mal en su conjunto era el desánimo cuando uno se notaba afectado -pues entregados a la desesperación, se abandonaban mucho más y no le hacían frente- y el hecho de que al contagiarse, por cuidar unos de otros, morían como rebaños”.

2. Comprender las situaciones extremas de los demás. “Junto con la epidemia, les agobió más la concentración de la gente del campo en la ciudad y no menos a los que vinieron; como no había casas, sino que debían vivir en chozas sofocantes en el estío, se producía un estrago que no respetaba reglas, sino que los cadáveres se apilaban unos sobre otros al morir, y los moribundos se arrastraban por las calles y en torno a todas las fuentes por el ansia de agua”.

3. No perder el horizonte. “La enfermedad fue para la ciudad el inicio de una falta de respeto a las normas. Con mayor facilidad, se atrevía uno a satisfacer el deseo que antes evitaba realizar abiertamente, al ver la brusca mudanza de los ricos que morían repentinamente y de los que nada poseían antes y al momento tenían lo de aquellos. En consecuencia, aspiraban a satisfacciones rápidas y enfocadas al placer, por pensar que tanto el cuerpo como las riquezas eran efímeras. […] Ni el temor de los dioses ni la ley de los hombres eran un obstáculo, por juzgar que lo mismo daba ser respetuoso que no, cuando veían que todos perecían por igual y por creer que nadie viviría hasta el juicio para pagar por sus delitos, sino que ya pendía sobre ellos y estaba decretado un castigo mucho mayor y, antes de que les cayese encima, era natural que disfrutasen algo de la vida”.