Marzo 17 de 2020

El efecto dominó del COVID-19 en las cadenas de suministro

Desde diciembre de 2019, cuando comenzaron los primeros brotes del coronavirus en la ciudad de Wuhan (China), hasta el primer trimestre de 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha declarado el COVID-19 como pandemia, se han confirmado más de 190 mil casos y más de 7 mil muertos a lo largo de 140 países. Y aunque innegablemente es una emergencia sanitaria global y el sector salud es de los más afectados, las consecuencias del coronavirus van mucho más allá: el turismo, la economía, la educación y, en general, las cadenas de suministro se han visto gravemente afectadas por la propagación del virus.

Las cadenas de suministro, grosso modo, son el conjunto de actividades, medios y elementos que se necesitan para llevar a cabo el desarrollo de un producto o servicio, cumpliendo las necesidades exigidas por el consumidor final. Grandes compañías automovilísticas, textiles y de tecnología, entre muchas otras, han sufrido las consecuencias negativas de las cifras ocasionadas por esta pandemia.

La situación es atípica y diferente a las disrupciones o situaciones anteriormente presentadas. El porqué es que el coronavirus ha afectado dos elementos fundamentales de la operación logística: el abastecimiento y la demanda, cuando normalmente solo uno de estos elementos se ve colapsado. Compañías como Amazon, Dell, Nissan y Hyundai, referentes de excelente operación logística de sus negocios, han visto afectado su abastecimiento, ya que en China y otros países orientales es donde se encuentran los grandes centros de producción y donde se comenzó a propagar el virus.

China es una economía proveedora y, a su vez, demandante por la cantidad de habitantes. Pero, además, el virus se ha expandido, principalmente, a otras regiones cuyas economías también son poderosas, proveedoras y demandantes, como Estados Unidos y algunos países de Europa.  Por ello, las previsiones de ingresos, productividad, crecimiento y ventas no se cumplirán en estas compañías. De hecho, hay cifras que estiman que el COVID-19 afectará, al menos, medio punto del PIB mundial.

Así, se va originando un efecto dominó, pues esto puede “generar una disminución en las capacidades de inversión y crecimiento que tengan las compañías para adquirir tecnología que permita generar mayor eficiencia en la operación logística, porque al disminuir sus ingresos y sus perspectivas de crecimiento, más adelante, probablemente no habrá recursos, para invertir en la funcionalidad del negocio y de la cadena de suministro, la cual requiere de mucha tecnología para ser óptima y eficiente”, asegura Jairo Jarrín, profesor de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas.

Esto, lleva a pensar no solo en el riesgo, sino también en las posibles soluciones para mitigar estos efectos. Por ejemplo, es importante comenzar refinando los modelos de predicción de la demanda, pues en función de esta es que se articulan los planes de operación. “Si no se hace una adecuada predicción, teniendo en cuenta la coyuntura, las compañías tendrán inventarios de demanda que no se cumplirán y originaría un sobrecosto en la operación, y una vez afectada la demanda, se disminuyen los ingresos y se ve comprometido el margen de rentabilidad”, continúa explicado el profesor Jarrín al equipo de Campus.

Sin embargo, como en toda crisis, algunos se ven beneficiados. En los últimos 30 años, aproximadamente, las grandes compañías trasladaron sus centros de producción y abastecimiento a países de Europa y Oriente, pero los efectos causados por el coronavirus podrían estar generando un nuevo escenario en el cual Latinoamérica llegase a ser protagonista. Así, la región latinoamericana puede ser el nuevo foco para que estas compañías e inversionistas puedan descentralizar la producción y abastecimiento, y tener centros, también en Centro y Suramérica.

Aunque no hay lecciones aprendidas de disrupciones anteriormente presentadas, pues por primera vez se ven afectados el abastecimiento y la demanda, las cadenas de suministro deben, también, pensar qué hacer una vez todo termine y deban recobrar la normalidad de sus operaciones. Tendrán que ser ágiles en respuesta, “aumentar sus inventarios rápidamente para abastecer los mercados que hasta a ese momento estaban siendo desabastecidos y, además, adoptar actividades de manera digital y apropiar los conceptos y avances tecnológicos que la cuarta revolución sugiere”, concluye el profesor Jairo Jarrín. Adaptar este tipo de tecnologías podría, en un futuro, preparar a las cadenas de suministro y saber cómo responder ante a una disrupción similar.