Las “bellas durmientes” de la educación en el siglo XXI

La educación del siglo XXI es una expresión que ha sido utilizada por expertos e investigadores de todo el mundo, para referirse al momento actual que atraviesa este campo. Algunas de las didácticas educativas que se abordan en varias instituciones (el aula invertida o el aprendizaje basado en redes y proyectos) ya habían sido propuestas por muchos académicos.

“Casi todas las metodologías que hoy utilizan algunos educadores, sobre todo los cercanos a las iniciativas de innovación educativa, son antiguas. Ahora, estamos viviendo en un ambiente tecnológico y de cultura de innovación, que nos hace creer que estas metodologías son recientes”, aseguró el doctor Andrés Chiappe, profesor del Centro de Tecnologías para la Academia (CTA) y quien lidera la investigación El colegio del siglo XXI.

Como resultado de esta investigación, se han generado tres publicaciones en revistas indexadas en Scopus. En el artículo más reciente, titulado La educación del siglo XXI y el despertar de las bellas durmientes: una revisión sistemática de la literatura, publicado en la revista Education in the Knowledge Society, se analizaron más de 101 artículos de investigación de todo el mundo para identificar ideas, conceptos y nociones sobre lo que significa la educación del siglo XXI. “En el artículo, llamamos ‘bellas durmientes’ a todas esas propuestas que se formularon en las décadas de los 50 y 60, pero que nunca prosperaron, se quedaron latentes y no tomaron potencial”, agregó Chiappe.

¿“Bellas durmientes” a punto de despertar?

A continuación, se detallan algunas de las “bellas durmientes” descritas por los autores en el artículo:

El aprendizaje centrado en el estudiante

El profesor deja de ser el protagonista en su clase, pasando de una enseñanza pasiva (clase tradicional) a una activa: implementando la formulación de objetivos de aprendizaje, estrategias de enseñanza, contenido y evaluación.

Enseñanza basada en investigación

Reducir la enseñanza tradicional para favorecer el aprendizaje con la investigación. En este punto, vale la pena resaltar las estrategias que se utilizarán, pues no todos aprenden de la misma manera. El reto en esta metodología no estará en los profesores, sino en los padres y en el sistema educativo para aceptar estos cambios.

Currículo flexible

El concepto de tener un currículo flexible se relaciona con (1) la posibilidad de cursar electivas, (2) de ver materias transversales o con otros programas. Teniendo en cuenta las metodologías 1 y 2 mencionadas, un currículo pensado en la persona no debería ser el mismo para todos. Aquí cobra importancia el uso de tecnología para actualizar los contenidos y las estrategias que se enfoquen en las necesidades de cada estudiante.

Aprendizaje continuo

De acuerdo con las necesidades, motivaciones e intereses del alumno, la idea es que la persona continúe su estudio y su aprendizaje fuera del aula de clase. En la práctica, deberían ponerse más estrategias a disposición para que el alumno realmente las aplique.

¿Qué puede hacer el profesor?

De acuerdo con los expertos Andrés Chiappe y Ana María Ternent de Samper, profesora del Departamento de Lenguas y Culturas Extranjeras, un profesor puede participar en el descubrimiento de todas esas estrategias y aportar, desde su rol, a otorgarles credibilidad para mejorar la calidad de la educación. Adicionalmente, según sea el caso, “Debe buscarse un apoyo institucional a fin de que esa ‘bella durmiente’ tenga el espacio suficiente para despertar”, asegura Chiappe.

De acuerdo con la profesora Ana María Ternent de Samper, indudablemente hay profesores, instituciones y contextos que están a la vanguardia en los temas de innovación educativa. En la Universidad de La Sabana, existen iniciativas de aula invertida, aprendizaje basado en proyectos y problemas, y hay un gran esfuerzo para capacitar a los profesores dentro de la Institución y fuera de ella, en aras de facilitarles su reflexión. Con ello, se pretende que transformen sus prácticas de acuerdo con enfoques (no solamente didácticas o metodologías), que respondan de mejor manera a los retos del siglo XXI. Finalmente, la clave está en generar nuevas dinámicas, apoyadas en el conocimiento que ya tenemos acerca de cómo se aprende y cómo se enseña, para que las personas aprendan con recursos y perspectivas distintas. Hay que despertar a esas “bellas durmientes” y asegurar una educación más pertinente y significativa para las nuevas realidades que enfrentamos.