Llevo muchos años estudiando las crisis financieras y, por más que lo intento, no deja de sorprenderme el hecho de que en toda crisis hay ganadores. Si bien no son un juego de suma cero, en el que lo que unos ganan es exactamente igual a lo que los demás pierden, situaciones en las que se quiebran bancos, caen masivamente los precios de ciertos activos y se generan efectos adversos a la economía como aumentos de las tasas de desempleo, llevan a que algunos agentes ganen importantes sumas de dinero. Toda crisis tiene ganadores y perdedores.

Lo interesante es que la situación descrita en el párrafo anterior no es exclusiva de las crisis financieras. Con la expansión de los virus ocurre algo similar. Desde comienzos de este año, el mundo ha puesto los ojos sobre un nuevo virus, el coronavirus (COVID-19), que aparentemente se originó en Wuhan, China. Este virus, al igual que otros, se ha venido expandiendo a tasas rápidas y, al día de hoy, se han detectado casos de pacientes infectados en varias regiones del mundo. 

Si bien la tasa de fatalidad del coronavirus no parece ser sustancialmente mayor a la de las gripas estacionales en Norteamérica y a la de otros virus que se han propagado durante las últimas décadas, la atención que se ha puesto en medios de comunicación y la especulación que se ha generado en redes sociales ha llevado a que haya un ambiente generalizado de miedo y desconfianza en el mundo. A diario llegan noticias de pasajeros que no abordan un avión por sospecha de que transportaba a un paciente infectado. En los aeropuertos cualquier persona que estornude o tosa se vuelve sospechosa de portar el virus.

En medio de este entorno de incertidumbre, los efectos económicos y financieros del coronavirus no se han hecho esperar. La industria del turismo se ha visto afectada negativamente, como también la producción en general en China. Asimismo, desde el punto de vista financiero, las principales bolsas de valores del mundo han registrado considerables pérdidas, similares a las que se produjeron en 2011 por la crisis de los bonos soberanos en Europa, mientras que las tasas de cambio de los países emergentes (como Colombia) se han devaluado fuertemente en las últimas semanas frente al dólar de Estados Unidos. 

Esta desvalorización generalizada de activos riesgosos, que ha sido más marcada en países asiáticos, es debido, principalmente, a la recomposición de los portafolios de inversión de los grandes inversionistas del mundo, (fondos de inversión, fondos de riesgo, fondos de pensiones, bancos de inversión, etc.) de activos riesgosos (por ejemplo, acciones, monedas y títulos públicos de economías emergentes) hacia activos tradicionalmente considerados como seguros o de refugio (bonos del tesoro de Estados Unidos, oro, entre otros).

La volatilidad de los mercados se ha incrementado durante los últimos dos meses, y el comportamiento de los mercados financieros ha ido a tono con las nuevas noticias y desarrollos que sobre el virus se han venido registrando. Pero, como mencioné anteriormente, pese al ambiente de mayor incertidumbre o, mejor dicho, debido a dicho ambiente, algunos activos se han valorizado de manera importante. Por ejemplo, el dólar norteamericano, especialmente frente a las monedas de países emergentes, los títulos del tesoro a distintos plazos de Estados Unidos, el oro, que superó la barrera de los USD 1600 por onza, y el paladio que se valorizó más de 8% las últimas dos semanas. La reducción de tasas de los bonos del tesoro de Estados Unidos conlleva a una reducción del costo de financiamiento para dicho país, lo cual le resulta beneficioso.

El sector de cuidado de la salud ha sido uno de los principales ganadores, debido a la mayor demanda de medicamentos, equipos de pruebas de diagnóstico y servicios hospitalarios. Dado que no existe un tratamiento directo y efectivo para el COVID-19, las opciones de tratamiento actuales incluyen atención de apoyo, esteroides e interferón alfa, entre otras. Las compañías productoras de tapabocas, cuya demanda se ha incrementado sustancialmente durante las últimas semanas, se han beneficiado también. Curiosamente, y a diferencia con lo ocurrido tras la expansión de otras epidemias como la gripe aviar o la gripe porcina, en esta ocasión las acciones de las compañías farmacéuticas no se han subido de precio en lo que va de este año.

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