El árbol del amor es una película que relata las vivencias de jóvenes víctimas del conflicto armado y del reclutamiento infantil en el norte del Cauca. El mediometraje es escrito, dibujado y animado por los mismos niños que protagonizaron la historia, narrando las vivencias alrededor de su incorporación a las bandas criminales, las violaciones a los derechos humanos que sufrieron y las anécdotas más dolorosas que presenciaron.

“El proyecto busca contar la historia lo más real posible, a partir de las voces de quienes vivieron las situaciones mostradas en el documental y, posiblemente, dentro de ese proceso se de algo de sanación o liberación”, comenta Paola Albao, ilustradora principal y profesora de la Facultad de Comunicación.

La idea surge inspirada en el libro Les di la mano y tomaron la piel, el cual recopila los relatos de varios niños y niñas, respecto a su relacionamiento con la guerra. A partir de la obra literaria, Mathew Charles, un periodista inglés, creyó en la posibilidad de convertirla en una pieza audiovisual y, allí, fue donde se acercó a Javier Osuna, periodista director de la investigación del texto y profesor de la Facultad de Comunicación, para hacerle la propuesta. Consiguieron los recursos económicos a partir de la generosidad de la Universidad de Bournemouth (Inglaterra), encontraron una manera segura de acceder a los lugares y llevaron a cabo el proyecto.

“Cuando se habla de reclutamiento forzado es alguien más el que habla por los niños, pues no han sido vistos como un sujeto narrativo en la historia de Colombia y esa es una grave equivocación, sobre todo en un país donde la guerra se hace con ellos”, afirma Osuna, indicando que el proyecto busca romper la barrera de la censura y darles la oportunidad de expresarse a las comunidades que no han tenido la posibilidad de hacerlo. Lo anterior es considerado por Osuna como el éxito del proyecto, pues indica que él y su equipo buscaban que los niños no fueran solo testigos de su historia, sino también narradores de la misma. Aun así, lo más difícil tiene que ver con la construcción de confianza, “Quienes hayan hecho parte de grupos armados, como sea que haya sido el proceso de vinculación, sienten una prevención grande al contar lo que pasó, porque implica que pueden llegar a ser juzgados de una u otra forma”, asegura el profesor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y es ahí donde el periodista es fundamental para esa construcción de confianza que permita relatar la historia. “Como periodistas, en un país como el nuestro, tenemos la responsabilidad de concederles, a quienes han hecho parte de esta realidad tan dolorosa, un espacio en la construcción de la memoria [...] El periodista debe preocuparse exclusivamente por investigar, por exponer aquellos aspectos que, por la naturaleza de un país como el nuestro, son desconocidos”, afirma Osuna.

Lo anterior es respaldado por John, joven participante del proyecto (por temas de seguridad no se revela su apellido). Esto, puesto que, durante su intervención en la celebración del Día del Periodista, evento al que fue invitado, compartió que “Hay que contar lo que realmente es, no se puede contar algo desde acá (Bogotá y sus alrededores); para hablar de algo hay que ir hasta el lugar y ver cómo son en realidad las cosas”.

Finalmente, Osuna reflexiona sobre el valor del corto: “Cuarenta vidas resumidas en un audiovisual de 35 minutos es un milagro. Ver el trato humano y amoroso que se construyó en torno a la elaboración también es maravilloso. Y, a fin de cuentas, es entender que por más tremenda que sea la guerra, al final, como seres humanos, estamos llamados a trascender esas confrontaciones e, incluso, que en las condiciones más aberrantes, podemos trascender la violencia”