El viernes 8 de noviembre, La Sabana acogió un evento desacostumbrado a nivel académico. Para su preparación, los miembros de la Clínica Jurídica de la Universidad se preguntaron fundamentalmente: ¿qué tienen en común un excombatiente de las FARC y la persona que más tiempo duró secuestrada por dicho grupo?, ¿qué relación mantienen los medios de comunicación, el Gobierno y las personas mencionadas en la pregunta anterior? La respuesta inicial podría haber sido alentadora, mas no por ello completa. Una primera aproximación nos habría indicado que todos convergen en su humanidad; sin embargo, hasta este valor tan alto se ha trastocado a lo largo del conflicto colombiano y en la polarización del denominado posconflicto.

Por lo tanto, con el apoyo de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, la Clínica Jurídica organizó el foro “Trazando rutas para la reconciliación”. Su lista de participantes representó los polos que, en la lógica de muchos, resultaban irreconciliables: el sargento César Lasso, quien duró más de 13 años secuestrado tras la toma de Mitú por parte de las FARC; Julián Cortés, excombatiente voluntario de las FARC; Javier Osuna, periodista experto en el conflicto armado colombiano y en representación del Estado; Diana Consuelo Alvarado, experta en reincorporación de excombatientes e integrante de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización.

Fue gratificante y, honestamente, esperanzador ver cómo los participantes coincidían más de lo esperado (tanto en críticas como en propuestas). Todos sus relatos resaltaron la necesidad de eliminar la estigmatización y no al “otro”, propendiendo por abandonar las etiquetas que, aun coloquialmente, se usan en Colombia: ¿por qué tenemos que dividirnos en “ricos” vs. “pobres”, “comunistas” vs. “derechistas” o peor aún “castrochavistas” vs. “paracos” y “fachos”?

Se ha dejado de ver al “otro” como enteramente digno de respeto y se ha llegado al extremo de negársele su humanidad, muchas veces por el simple hecho de opinar.

Asimismo, arribaron a un mismo diagnóstico: Colombia es, tristemente, una sociedad enferma. Se ha dejado de ver al “otro” como enteramente digno de respeto; luego, se le ha visto como enemigo y, finalmente, se ha llegado al extremo de negársele su humanidad, muchas veces por el simple hecho de opinar. Según Javier Osuna, incluso amplios sectores de la sociedad continúan pensando que la justicia se materializará al “infligir el mismo nivel de sufrimiento del que se fue víctima”. Estas razones, enfatizaron los representantes, son graves amenazas para el proceso de paz, pues obstaculizan la reconciliación. De ahí que muchos excombatientes hayan sido víctimas de actos violentos y delitos en su contra (por razones vengativas), al tiempo que tienen poco acceso a educación y fuentes de ingresos económicos.

Empero, el diagnóstico no es sinónimo de condena, ni siquiera si se comunica al unísono por cuatro especialistas sobre la materia; por el contrario, se orienta a un único fin: la cura. Por ello, se preguntó a los panelistas si creían que existiría un remedio para la sociedad colombiana, frente a lo cual todos respondieron afirmativamente, con un tímido y maltratado aire de esperanza que fue retomado y fortalecido por las palabras del sargento Lasso. Él comentó de qué manera mantuvo cada día, cada semana, cada mes y año; incluso tras una década en cautiverio y por un trienio más, la fe en que algún día se reuniría con sus seres amados. Por ello, valiéndose de su propia experiencia, así como de la vida y obra de Viktor Frankl, reiteró que mientras se mantenga la esperanza en una Colombia pacífica y justa existirá la probabilidad de lograrla, por lo que nos instó a no abandonar nuestra fe.

En cierto punto, los prejuicios de más de 60 años de guerra, condensados en la sangre de los cuatro voceros, se hicieron sentir y la tensión fue inevitable. Sin embargo, tras los muros invisibles denotados en los momentos iniciales del discurso se escondían profundos sufrimientos. En últimas, más allá de la humanidad, inconscientemente todos demostraron tener en común el haber sido víctimas de la violencia y del odio. La brecha entre “buenos” y “malos” desapareció. Vimos al sargento Lasso abrazado con un excombatiente de las FARC, mientras este último le pedía nuevamente perdón a nombre suyo y de su antiguo grupo armado.

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