Familia, educación y cultura de paz

La familia es un espacio vital de orden educativo. Sus prácticas cotidianas generan una afectación permanente bien sea en la identidad o en los sentidos que este construirá sobre sí, otros y su realidad social. Aquí se aprende observando y reproduciendo las conductas o las actitudes, que cada uno de sus miembros toma ante las circunstancias de vida que los envuelvan.

La familia es un espacio vital de orden educativo. Sus prácticas cotidianas generan una afectación permanente bien sea en la identidad o en los sentidos que este construirá sobre sí, otros y su realidad social. Aquí se aprende observando y reproduciendo las conductas o las actitudes, que cada uno de sus miembros toma ante las circunstancias de vida que los envuelvan.

También es un lugar de encuentro e intercambio de experiencias de vida, de sentidos y representaciones del mundo. Por el valor que tiene como red de solidaridad, así como apoyo incondicional, y por el rol de cuidado y crianza que juega en la formación inicial, este espacio será clave en el desarrollo del sujeto. Por esto, la familia es un entramado de vida en el cual se entretejen los aprendizajes que le permitirán a un sujeto pensarse como ser social; como un actor político actuante.

Por su rol socializador de esquemas de pensamiento y capacidades de actuación política, la familia es clave en la formación de una cultura de paz, ya que en su cotidianidad se vivencian de manera ejemplar los alcances y consecuencias de la construcción de las relaciones sociales mediadas por el miedo, la violencia, la codicia o, por el contrario, por el perdón, el respeto, la justicia, entre otros.

La vivencia ejemplar de los valores sociales que facilitan la convivencia en una comunidad acerca a los sujetos no sólo a su entendimiento, también a su valoración práctica y crítica. Este es un aprendizaje social que se integra a los hábitos y conductas diarias; a las formas en que se construyen y mantienen las relaciones sociales con otros sujetos, a las formas en que se establecen relaciones de reciprocidad, colaboración y ayuda.

En Colombia, en el actual proceso de construcción y mantenimiento de la paz, la familia debe ser reconocida y valorada, como un ámbito de construcción y socialización de los principios y valores, que condicionarán que se alcancen definitivamente o no, los acuerdos pactados entre los actores del conflicto. Su valor es irreductible en la medida en que se reconoce que los acuerdos no se harán operativos si se quedan únicamente en un ámbito legal o político, y tampoco se harán reales en los espacios sociales básicos de la vida cotidiana.

La familia es una aliada en la medida en que sus prácticas cotidianas pueden afectar o favorecer la búsqueda y realización de la justicia, la verdad y la reconciliación. Por ello la mirada se debe enfocar en la familia y sus formas de transmitir, así como vivenciar los valores propios de la paz. Esta mirada atenta a su cotidianidad debelará cada uno de los aspectos que favorece o no la construcción de una cultura de paz, pero también definirá las estrategias que deberán guiar, desde el Estado, el fortalecimiento de sus funciones sustantivas de cuidado, desarrollo y educación, y por tanto, su capacidad para participar el perfeccionamiento de esa difícil obra que es la paz.